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domingo, 18 de marzo de 2018

Colombia: ¿Santos Operador político contra Venezuela o Jefe del Estado colombiano?


Por Tony López R  (*):

Las declaraciones del  presidente Juan Manuel Santos Calderón  sobre  Venezuela  al  afirmar que el éxodo de venezolanos hacia Colombia es el más grave problema que tiene su Gobierno, es casi como un chiste o  parece una   mediocre declaración de un operador político de medio pelo  y no la de un Jefe de Estado.



Al hacer tal afirmación el Presidente está desconociendo, que más bien Venezuela es la que debía haberse preocupado por la migración de cerca de 3 y medio millón de colombianos hacia Venezuela durante los últimos gobiernos presididos por el conservador  Andrés  Pastrana,  el ultra derechista  Álvaro Uribe y durante sus dos mandatos que concluyen el próximo 7 de agosto.

Los problemas más grave de Colombia no pasan por la cacareada migración de venezolanos hacia Colombia, sino por la grave crisis económica que vive esa Nación y que tiene en el desempleo uno de sus más serios problemas,  que aunque oficialmente, lo ubican en un 10 por ciento  o sea un poco más de 3,5 millones de desempleados, otras entidades y Centros de Estudios Políticos y Sociales, incluidos los vinculados a la Central  Unitaria de Trabajadores  (CUT)  señalan que el desempleo en Colombia fluctúa entre un 18 a un 20 por ciento.

Santos debía preocuparse por la grave crisis que en la actualidad tiene el sector campesino y que amenaza con un gran paro y exigirle que cumpla con los acuerdos contraídos con ellos.

Le debía preocupar   la gravísima crisis con el incumplimiento de los Acuerdos a La Habana, engañando no solo a su pueblo, a la Comunidad Internacional, a los países garantes y observadores, a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad, en un tema tan importante para Colombia y América Latina y el Caribe como es la paz en su país y la región. Pues aunque lo quieran ocultar es muy claro que Colombia está hoy  lejos de alcanzar la anhelada paz, de lo contrario no se estuvieran produciendo el accionar criminal del paramilitarismo con el evidente apoyo de sectores  de extrema derecha, políticos, empresarios, latifundistas, narcotraficantes, sino como explicar que desde que se firmaron los Acuerdos de Paz, se hayan producido el asesinato de más de 50 ex guerrilleros, 150 dirigentes populares y comunales, y que los paramilitares hayan ocupado los territorios que antes ocuparan la guerrilla de las FARC.

De acuerdo al artículo publicado por Rebelión este  13 de marzo  bajo el título:  “De que posconflicto hablan los señores de Estado  y señalan: “En los últimos cuatro años se registran 18 desapariciones forzadas, 126 asesinatos de defensores y defensoras de derechos humanos, 560 agresiones individuales, 532 asesinatos y 2.374 amenazas, 305 atentados, 171 detenciones arbitrarias. En el año 2017 se registran: 126 asesinatos de defensores y defensoras de derechos humanos, 560 agresiones individuales. En los 64 días del año 2018 han sido asesinados 14 dirigentes sociales y llegan a decenas las amenazas”.

Está carencia de seguridad ciudadana arriba apuntada, demuestra que este si es un grave problema para el Gobierno colombiano, pues se asoma la existencia de una política de terrorismo de Estado. 
Otro de los graves problemas que tiene el gobierno colombiano, es el asentamiento de siete o más bases militares del Ejército de los Estado Unidos en su territorio y que pueden ser utilizadas contra cualquier   país de la región y que hoy apuntan contra Venezuela.

El esclarecimiento por parte del Gobierno colombiano y  la Fiscalía General de la República  a la Corte Penal Internacional del asesinato de un poco más de 3000 jóvenes colombianos, víctima de la llamada política de falsos-positivos, cometidas por agentes del Estado, durante el gobierno de Uribe Vélez y Santos como ministro de Defensa. Este es unos serios problemas y los familiares de las victimas están pidiendo justicia.

Con las declaraciones del Presidente colombiano sobre Venezuela, es evidente que se ha convertido en el operador político de Estados Unidos para crear las condiciones que permitan la intervención militar en ese país hermano.

Es evidente que el presidente Santos Calderón y su estrategia es la de acallar sus graves problemas internos y atizar la confrontación interna en su vecino país, en función de crear las condiciones que permitan la intervención “humanitaria“, de una coalición militar   apoyada por la OEA, derrocar al gobierno legítimamente constituido de Nicolás Maduro y establecer el gobierno “democrático” al servicio de los Estados Unidos.

(*)  Periodista, politólogo y analista internacional

martes, 31 de octubre de 2017

Colombia Contradicciones o pacto a la sombra.

Por: Tony López R. : (*)

La  decisión del presidente de la Cámara de Representantes Rodrigo Lara Restrepo, de impedir el ingreso a los miembros del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) al recinto del Congreso de la Nación, no solo viola un derecho ciudadano amparado por la Constitución, sino una bofetada a los Acuerdos de Paz firmados por el presidente Juan Manuel Santos y el actual presidente del nuevo Partido, integrado por militantes y simpatizantes del antiguo movimiento guerrillero FARC-EP.



Está decisión vista aisladamente pareciera que se trata de una contradicción al interior de la oligarquía y al sistema neoliberal que representa  Lara Restrepo, como integrante del  partido Cambio Radical. Partido que formaba parte del  gobierno desde el segundo mandato de Santos Calderon y la respuesta  del ministro del Interior Guillermo Rivera, adversando al presidente Lara Restrepo, no es más que él juego que ha venido haciendo el Gobierno, para cubrir la forma y justificarse.

Sin embargo, si tomamos en cuenta  los actuales incumplimientos en los que el Gobierno viene incurriendo con los Acuerdos de paz, y las trampas que tendieron desde que comenzaron las conversaciones en febrero del 2012, podemos colegir que no se trata de contradicciones, sino de un pacto a la sombra, donde el Gobierno y sus delegados aparecieron como conciliadores y hombres de paz y los “opositores a la paz”  liderados por el senador Álvaro Uribe Vélez, montando el escenario mediático de que Santos y su gobierno estaban entregando el país a la guerrilla y al castro-chavismo.

La primera pregunta que me hice cuando se hizo público que el Gobierno colombiano había iniciado conversaciones con las FARC  allá por agosto del 2012,  fue: ¿Cuál será el objetivo de que el Gobierno colombiano está  tan interesado en hacer la paz con las FARC?  Mis conclusiones  fueron dos: a) Los grandes inversionistas agrarios y minero-energéticos estadounidenses, europeos y colombianos,  presionaron al Gobierno para que iniciara un proceso de paz, no podían invertir sin garantías de seguridad y no estaban  en condiciones de pagarle impuestos a la guerrilla por los secuestros y los riesgos. b)  La guerrilla colombiana en este caso ELN y FARC son un gran impedimento ante la hipótesis, hoy más creciente,  de una intervención militar  gringa en Venezuela, la insurgencia se le convertía en la retaguardia segura a la Revolución Bolivariana, había que eliminar ese obstáculo. 

El impedimento al ingreso al Congreso, es un fuerte mensaje de los opositores a la paz,  acompañado a una cada vez más peligrosa escalada del Gobierno, en  contra del movimiento popular y directamente contra  líderes comunales, afrodescendientes  e indígenas y de organizaciones sociales y de derechos humanos, el asesinato de 35  excombatientes de la guerrilla, 16 familiares de los guerrilleros y 116 líderes comunales, el crecimiento del paramilitarismo, el incumplimiento de la amnistía a los presos políticos, la masacre de Tumaco, la represión en el Catatumbo  y otras regiones del país, la detención de jóvenes y líderes estudiantiles como la del joven Mateo Gutiérrez León,  preso en la Cárcel Modelo de Bogotá sin que se hayan aportados pruebas de los delitos políticos que le atribuyen. 

Se está aplicando desde la firma de esos acuerdos, lo que los manuales de la CIA y el Pentágono distribuyeron a las Fuerzas Militares y de Seguridad en nuestra región,  y poner en práctica una de las modalidades de la “guerra de baja intensidad”. O golpe de Estado o manejo de los instrumentos que dotan las Constituciones de los países con herramientas que defienden al sistema político burgués.  (Casos  Lugo en Paraguay y Dilma en Brasil)  irrespetando a 54 millones de  electores  en Brasil  y en Honduras Golpe Militar.

Las FARC aceptó este camino, “sin vencedores ni vencidos” por cansancio e inaceptable costo pero todos saben quién ganó. La ecuación de la negociación en la doctrina de guerra de baja intensidad es ganar-perder. 56 Salvedades o temas estratégicos algunos de ellos para lograr cambios estructurales, no se incluyeron nunca, a pesar de que se acordó que “nada está acordado hasta que todo esté acordado” en realidad, el Gobierno admitía pero nunca aceptó ese principio, debía ganar tiempo, el referendo era clave y su resultado respaldó el abandono de ese acuerdo, quedando absolutamente relegados los temas que fueron la fuente originaria para el nacimiento de la guerrilla de las FARC en 1964.

Santos es un maestro en la guerra de baja  intensidad y ha coordinado todo el proceso con expertos en este tipo de negociación. El movimiento de Uribe su NO al referendo fue un manejo soterrado de la oligarquía  para quitarle a las FARC lo que el Gobierno le concedieron en la negociación de La Habana y además para demostrarle a la opinión pública nacional e internacional que no tenían el apoyo de la población. Allí perdió las FARC, no el Gobierno, a pesar de que las FARC siempre estuvieron en desacuerdo con el referendo y no lo avalaron.

Tampoco el gobierno de Santos hizo política electoral para que ganara el SI era una forma muy sutil de favorecer lo que estratégicamente le favorecía, la derrota para el gobierno era coyuntural, para la guerrilla no, tal es así que hubo de volver a La Habana a modificar acuerdos y eliminar otros, a pesar de que el referendo que se había realizado  no era vinculante, pero no fue así, los ganadores del  referendo con los millones de votos de respaldo, exigieron cambios y modificaciones.

Todo es una gran operación política de la oligarquía, ahora se pondrá  en práctica un paso más en la estrategia que deja descolocada a las FARC, cuando la Corte Constitucional deje sin efecto el próximo mes, la aprobación por el Congreso de los acuerdos con el método del Fact Track. Un argumento absolutamente jurídico lo invalida, mientras que en realidad es un tema  político y de interés nacional y como se sabe que aplicando un análisis individual articulo por articulo y someterlo al pleno de ambas cámaras, muchos de estos pueden o no ser aprobados o modificados. Aunque según la Corte Constitucional estos no pueden ser modificados.

La aceptación en la Mesa de los diálogos de La Habana,  de que los Acuerdos de Paz, no fueran llevados a la refrendación por una Asamblea Nacional Constituyente, los dejo desprotegido y que no se consideren  como una política de Estado.

Más aún, están contra el tiempo y si no se acelera la aprobación de los Acuerdos de La Habana, estos pasaran a ser tratados el próximo año, un año electoral y con la espada de Damocles sobre ellos, porque las pitonisas auguran el triunfo de un candidato y una composición  en el Congreso poco favorable a la gestión de paz del gobierno de Santos. Hay que señalar que ese pacto oligárquico llevó a Santos a perder en lo táctico, pero ganó en lo estratégico, al lograr concentrar a la guerrilla, desarmar a la más grande y poderosa organización  insurgente y sentar en la mesa de dialogo al Ejército de Liberación Nacional (ELN)  cuyo final es aún incierto..

(*)  Periodista, politólogo y analista internacional.  
jorgarcia726@gmail.com