Por Ana Cristina Bracho:
Nicolás Maduro llegó a la ONU para recordarnos varias cosas.
La primera es que fue durante muchos años el canciller de Chávez y se sentaba
en esa sala a escuchar discursos. Por eso, sabe quién habla y a quien le habla,
también que los Presidentes intervienen y luego salen por una puertecita
misteriosa. Sabía que los discursos históricos no duran los veinte minutos
reglamentarios sino que toman, arañan, minutos extras porque sabe que ese podio
sirve para dejar la huella ante la historia.
Esa mañana, Maduro sorprendió al país y sin duda a muchos de
sus detractores en otras partes. En las redes se coló un intento desesperado e
improvisado de hacer un acto de repudio porque, centrados en pelear con el
cocinero turco, los venezolanos y asociados quedaron sorprendidos cuando el
mismísimo Maduro desembarcó en Estados Unidos. Además no llegó en medio de una
tregua sino el día inmediato después de haber sido nuevamente sancionado y
cuando se ha intensificado el debate sobre intervenir Venezuela.
Cierto, después uno sentía un poco de vergüenza porque
descubría que uno mismo ha sido víctima de algunas matrices que desdicen de un
hombre que no se ha rajado y lo presentan débil, inseguro o desconectado.
Todos los adjetivos anteriores son los antónimos de lo que
ocurrió. Si nos referimos a lo que
proyectó veremos a un Presidente que lucía calmado y sonriente, que escuchó las
intervenciones que lo antecedieron y que aprovechó para hacer reuniones
bilaterales.
A la hora de hablar, no leyó. No utilizó técnicas propias de
la oratoria del Comandante Chávez a quien le dedicó un pasaje al final de su
intervención sino presentarse, como lo dijo, como un hombre sencillo, un obrero
que actúa convencido de un camino político e histórico que no es negociable.
Su postura no fue desafiante sino que apostó por explicar la
situación venezolana. Dimensionó el bloqueo en una sola frase: Venezuela no
puede comprar bienes en dólares y esta es la moneda de intercambio mundial.
Se refirió a Trump diciendo que aceptaba todas las
invitaciones que este hiciera si realmente lo motiva, como declaró, la solución
del conflicto en Venezuela además consideró que este debate debía darse si es
verdad que el Presidente norteamericano no estar involucrado, como también ha
afirmado Washington, en los planes del magnicidio.
Allí, tenemos una propuesta muy interesante en la solicitud
de una investigación a la ONU. Venezuela no suele ser amiga de estas fórmulas y
esta vez, la propone. En su condición de jefe de Estado, indica que el sistema
de justicia estará dispuesto para colaborar con la ONU y pide a todos los
países que quieran formar parte del dialogo nacional e internacional, que
participen.
Esta línea es muy interesante para los efectos de los juegos
internacionales de la oposición porque ellos han constituido una autoridad
judicial paralela. Maduro pone a la orden la única institución de justicia que
existe en Venezuela y es la que depende del Tribunal Supremo de Justicia que se
desenvuelve con normalidad en la ciudad de Caracas.
También tenemos que cuidar que el tema de la reunión con
Donald Trump –se dé o no- no nos eclipse la alocución ante la ONU, lo cual ya
intentó en Twitter Eva Gollinger quien afirma que el Presidente Maduro se
encuentra en los Estados Unidos tan solo por la disposición para reunirse que
ante la prensa dijo tener Donald Trump.
Nicolás Maduro Moros, viaja a Nueva York para cumplir con su
presentación ante la ONU. La probabilidad de que esto ocurriera ya había sido
manifestada por el Canciller Jorge Arreaza antes que Donald Trump se refiriera
a que podría reunirse con el gobierno venezolano y además, en el impecable
desempeño presidencial existe una demostración clara que el viaje del
Presidente fue confidencial mas no improvisado.
Al pensar el conflicto con Estados Unidos, el Presidente
plantea una clave histórica. Si la génesis está en la doctrina Monroe, la
gravedad está en la operación Cóndor y la región sabe que el juego de robarnos
la soberanía es un asunto que ha de reunirnos en un solo rechazo.
Maduro, el hombre, toma la matriz de opinión que le es
incesantemente dirigida y la voltea. Plantea que él es un obrero, un chofer y
que hablaría con Trump que es un magnate. Es un punto de diferencia que los une
porque ninguno de los dos es un político clásico ni tiene una de las carreras
tradicionales que soportan a los presidentes.
Si quisiéramos ver cuál fue el corazón de su Claves del
discurso del presidente Maduro en la Asamblea General de la ONU planteamiento,
este estuvo en la denuncia de las sanciones, las que consideró motivadas por
nuestra perseverancia política y nuestra importancia económica.
Recordó que las mismas son consideradas ilegales por la ONU
pero abrió el pensamiento cuestionando como si su imposición es compatible con
el derecho al desarrollo de los pueblos.
Pero en su discurso Venezuela no se victimiza y recuerda la
amistad del pueblo estadounidense con los venezolanos; también la importancia
de Venezuela, dejando ver que en mejorar las relaciones con nosotros tienen
intereses otros países que quizás, añoran los convenios que les daban mejores
precios petroleros porque somos, una pieza fundamental de la OPEP y una voz de
los cientos de países que se niegan a que el mundo sea un espacio uniformado en
lo político, lo económico y lo cultural.
Cierra asegurando que cree en las instituciones diplomáticas
y en el pueblo de Venezuela. Ampliando su declaración hasta decir que tiene fe
en la humanidad. De modo que cierra
tomando lo ocurrido como un tiempo para volver a las raíces y a los principios.
La presencia de Venezuela en ese foro, con su única
autoridad legítima, en el marco de las amenazas y sanciones que pesan sobre
Nicolás Maduro Moros debe tomarse en su justa dimensión. Insisto que no debemos
dejar que se eclipse con la posible bilateral con los Estados Unidos. La ONU es
el único espacio donde se juega a que todos los humanos nos reunimos y viene de
ser un territorio muy difícil para Venezuela.
Recordemos que desde ese mismo escenario, se conjuga una
investigación penal, las declaraciones estadounidenses en el Consejo de
Seguridad con los informes del antiguo Alto Comisionado para los Derechos
Humanos. Es decir, que Nicolás Maduro pisó uno de los círculos desd los cuales
se trabaja para destruir la Revolución bolivariana y lo hizo con la frente en alto.
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