martes, 21 de noviembre de 2017

Chile ¿Elecciones, otra vez?

Por Pablo Salvat Bologna:

Si, y en muy poco tiempo más. Y en principio, son distintas en algunas cosas de las anteriores. En primer lugar, se pondrá  a prueba el nuevo sistema de cálculo electoral, el cual pretender ser la superación del binominal, después de tantos años ¡Segundo, se eligen también los  Cores, los presentantes regionales los cuales, se supone, podrán ayudar a una mayor descentralización. Tercero, se eligen al mismo tiempo, miembros al parlamento.


Cuarto, hay fuerzas nuevas políticas que pretenden asumir otra forma de hacer política y de proyectar el país.  Resulta por tanto, en principio, una importante elección para el país. Y, sin embargo, lo que planea de manera directa o subrepticia, es el fantasma de la tasa de abstención. Abstención que ya fue muy alta en las últimas presidenciales en las que salió electa M. Bachelet. Todo esto en el marco de una votación no obligatoria. Llevamos ya muchos años con la presencia del abstencionismo; con la percepción ciudadana de que no vale la pena darse la molestia de ejercer el derecho a voto. No deja de resultar en principio paradojal: durante años se luchó en el país para recuperar credenciales democráticas, entre las cuales, el derecho a voto.

Sin embargo, con el tipo de transición implementada muy a la usanza internacional, partiendo por el caso español-, mediatizada  y tutelada por una globalización modernizante neoliberal, se ha logrado vaciar el proceso democrático de sentido y significado; se lo ha reducido a rituales formales de procedimientos, e inhabilitado en sus resultados electorales para incidir en los problemas profundos que se viven en el día a día.  El ciudadano, varones y mujeres, se percatan cada vez más de este impase y de las consecuencias que trae. Por lo cual resulta casi un lugar común hablar hoy de que estamos ante una crisis de la política realmente existente,  y de la noción liberal-elitaria de representación que la acompaña. 

Esta situación estaría mostrando no tanto una desafección ciudadana con el ideal democrático en sí mismo, sino más bien, con un tipo de ejercicio del poder pretendidamente democrático, cada vez más cooptado por las lógicas unilaterales y elitistas del poder establecido (nacional e internacional), del dinero y los medios de comunicación empresarios. Por eso, puede decirse que la democracia que tenemos se vuelve una democracia de espectadores y/o maniatada,  incapacitada  y limitada para formular programas de acción y diagnósticos capaces de enfrentar la raíz  de los problemas que enfrentamos como sociedad. Lo novedoso  es que esta evaluación de la marcha democrática no es solo algo nacional. Se presenta en muchos otros países y continentes.

La actual realidad política calificada como  “democrática”, muestra  una serie de rasgos distintivos, frente a los cuales los pueblos se expresan y reclaman. Entre otros: una tecnificación del quehacer político y gubernamental, donde se supone que sólo los que “saben” o son ricos,  tienen que ejercer poderes y ser elegibles;  los más,  son una masa ignorante e irracional que debe remitirse solamente a votar cuando y como se le indique. 

Al mismo tiempo, estamos en medio de una crisis del sistema de partidos, porque estos ya no vehiculizan intereses generalizables, proyectos de país  o expectativas ciudadanas, encapsulados como están, en sus lógicas de influencia y repartición de poderes. Otro elemento importante e influyente de la política realmente existente, ha pasado a ser  la presencia  transversal izada y permanente de la corrupción en las elites (es cosa de ver nada más lo que ha pasado con el desfalco de Carabineros por ejemplo)

Presenciamos una  tendencia hacia diversos tipos de corrupción, en clara connivencia algunas veces con el sector privado  que hace de financista de políticos y elecciones, pero que, obviamente, les cobra después “peaje” de vuelta (por ejemplo, lo sucedido con la ley de pesca)  haciendo imposibles y engañosas las promesas electorales.  Todo lo cual genera una sensación de creciente impotencia y  desinterés hacia la política y los “señores políticos”.

 También hay que sumar a esto una  percepción  de que, cada vez más, la realidad democrática limita  en todas  direcciones con las imposiciones de un orden global neoliberal y sus instituciones (OCDE, FMI, BID, BM, OMC, entre otras)  mediante las cuales  el capitalismo y la lógica de  mercado fijan las condiciones  de lo que es y no es posible, suplantando claramente, la expresión de la soberanía popular y ciudadana. Fíjese, ya lo hemos visto: hace no mucho se expresó en esa dirección el presidente actual de la Bolsa de Comercio de Santiago,  al diario

El Mercurio. Allí dijo que si no saliera elegido Piñera, habría una alta probabilidad de que tengamos un colapso en el precio de las acciones. Fue, como no,  respaldado por todo el directorio de esa Bolsa.  Por último,  tenemos que consignar la tendencia ostensible de convertir la política, su discursividad y accionar,  en pura imagen. La imagen y lo que proyecta, lo es todo; los actos, las palabras, sus significados y contenidos, casi  nada. La política se hace a través de la televisión y  los medios de prensa – que están, a su vez, concentrados en manos de grandes consorcios y transnacionales-, y son ellos los que de manera unilateral y arbitraria, fijan cuales son los candidatos, partidos y programas que valen la pena y cuáles no. 

Lo que ha llevado muchas veces tanto a parlamentarios como a presidentes, al abandono de sus propuestas de gobierno y acción prometidas; y al  ciudadano, a la apatía, al escepticismo, a la protesta o a la privatización de sí y a la auto explotación, como medios para intentar acceder a nuevos bienes y derechos, ascender en el escala social  o a pagar las deudas. Veamos algunos datos. Fíjese que en abril del año pasado, según  el  Barómetro de la Política (encuesta Mori-Cerc) sólo un 13% de los chilenos afirmaba que el gobierno gobierna para todos los chilenos. En octubre de este año, la encuesta de la Corporación Latino barómetro consignaba que, en promedio, en América latina, un 75% cree que se gobierna en función de unos cuantos grupos poderosos, para su  beneficio. En Chile, apoyan esa afirmación un 81% de los entrevistados.

Pero hay más. En promedio, en el continente, sólo un 5% cree que vivimos en una democracia “plena”. Y en conjunto, sólo un 30% de los latinoamericanos está satisfecho con la democracia que vive en su país. Todo lo cual muestra, digámoslo al pasar, que no hay ningún país o gobierno que pueda andar dando clases o ejemplos de democracia a otro.  Pues bien. Esos son algunos de los datos que avalan la crisis de legitimidad en que está envuelta la democracia realmente existente. No el ideario normativo democrático. Pero  volvamos al inicio: hay que ir a votar?

Por quién votar entonces? No es fácil responder. En lo personal, creo que uno tiene que ejercer su derecho a voto. Al menos, como forma de expresarse, de dar señales, de señalar rumbos alternativos posibles. Lo sabemos, la abstención  favorece a los más poderosos. Si uno pertenece al porcentaje de descontentos con la marcha del país y de sus élites, tendría que ir a votar por todos aquellos que, al menos, dicen ser críticos del modelo neoliberal actual, de las élites, de su forma de hacer las cosas, y que se proponen, en conjunto con la ciudadanía, una serie de modificaciones importantes del entramado institucional que nos rige.

Que esta  elección pueda decidirlo todo? No lo creo. Que esta  elección pueda provocar una ruptura más radical con el orden existente, no se ve muy claro tampoco. Sin embargo,  hay allí fuerzas que pueden ir representando la construcción conjunta de un ideario de país alternativo al actual.  Eso es algo a no desechar, con todas sus limitaciones. El trabajo de forja de una alternativa (no una alternancia) republicana y democrático-radical, anti neoliberal, a favor de una democracia participativa y plena, no sólo en lo político, sino también en lo económico-social, lo medioambiental, lo sociocultural, es un camino pedregoso y largo. Pero ya es tiempo de ponernos en camino. Como dice el poeta: “se hace camino al andar..”

psalvat@uahurtado.cl 

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