Por Leandro Albani:
A finales de agosto, el jefe de la Oficina de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra el Terrorismo, Vladimir
Voronkov, volvió a encender las alarmas sobre las acciones del Estado Islámico
(ISIS) en Irak y Siria. Desde 2014, el Califato comandando hasta su muerte por
Abu Bakr Al Baghdadi supo construir en esos países una maquinaria militar,
administrativa y represiva que abarcó desde Mosul hasta Raqqa, controlando la
vida y la muerte de entre ocho y diez millones de personas.
En declaraciones públicas, Voronkov aseguró que en la
actualidad ISIS cuenta con al menos 10.000 combatientes y que el grupo
terrorista –el más grande y poderoso en el siglo XX y lo que va del XXI– está
creciendo en las zonas donde mantuvo un férreo control territorial. El
funcionario de la ONU agregó que la pandemia del coronavirus podría facilitar,
a largo plazo, el reclutamiento de nuevos mercenarios para sus filas.
Voronkov explicó que en los últimos meses la amenaza de ISIS
decreció en Europa, pero aumentó en otras latitudes, principalmente en Medio
Oriente, aunque el grupo terrorista tiene organizaciones afiliadas en
Afganistán, África y en el Sudeste Asiático.
Desde el organismo internacional advirtieron que el Estado
Islámico opera cada vez con más confianza y de forma abierta a través de
pequeñas células, luego de su derrota militar en marzo de 2019, en la aldea de
Baghouz, en la provincia siria de Deir Ezzor, en la frontera con Irak.
La derrota
Un total de 11.000 milicianos y milicianas de las Unidades
de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) y de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS)
cayeron en combate contra ISIS en apenas cuatro años. Esas fuerzas de
autodefensa, encabezadas por los kurdos del norte de Siria, se encargaron de
perseguir a los mercenarios del Estado Islámico hasta los últimos reductos de
Baghouz. Las batallas finales contra ISIS fueron demoledoras y sangrientas,
sobre todo porque los yihadistas utilizaban a los pobladores de la aldea como
escudos humanos. Y por esa razón, esa última batalla duró más de un mes. Desde
la comandancia de las FDS –apoyada por los ataques aéreos de la Coalición
Internacional (CI), conformada por más de 70 países–, trataron de cuidar vidas
y, mientras liberaban pequeñas porciones de la aldea, trasladaron a los habitantes
a lugares seguros.
Con la derrota en Baghouz y los golpes recibidos por parte
del Ejército Árabe Sirio y sus aliados militares rusos, iraníes y de Hezbollá,
como también por las fuerzas armadas iraquíes respaldadas por Estados Unidos,
ISIS mutó de una organización centralizada y férrea hacia el reagrupamiento de
pequeñas células escondidas en territorios pocos poblados o en grandes
extensiones desérticas. La muerte de su líder Al Baghdadi en octubre de 2019
durante un operativo estadounidense (con la colaboración de las FDS) en la
provincia siria de Idlib mostró los últimos estertores de ISIS como lo
conocíamos.
Pero la vitalidad de ISIS no reside únicamente en su poderío
militar. La ideología extrema que profesa –derivada del wahabismo saudí– es el
verdadero peligro para Medio Oriente. Con el apoyo financiero de la monarquía
de Arabia Saudí, en un principio ISIS sembró un pensamiento conservador,
patriarcal y reaccionario en los sectores sociales más castigados por los
regímenes iraquí y sirio. Aunque la mayoría de las víctimas fueron los propios
musulmanes sunitas que el Califato decía representar y proteger, ISIS encontró
en esa población el caldo de cultivo para crecer y propagarse con la rapidez de
la pólvora encendida.
Hijos de Al Qaeda, hermanos de Erdogan
El Estado Islámico no fue una anomalía en Medio Oriente. Los
integrantes del Califato fueron financiados y azuzados por Arabia Saudí y
Emiratos Árabes Unidos (EAU) y tolerados por Estados Unidos y las potencias
europeas cuando todavía ISIS era un conglomerado de mercenarios y grupos que
habían hecho sus bautismos de fuego en el Irak post-Sadam Husein.
Mientras las posiciones de ISIS caían como un dominó, el
apoyo a los yihadistas derivó desde las monarquías del Golfo Pérsico hacia
Turquía. Por estos días, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan es el
principal sostén de los grupos terroristas con presencia en territorio sirio.
En un sinfín de investigaciones y denuncias, Ankara aparece, una y otra vez,
como la encargada de brindar logística y dinero a los mercenarios. En los
últimos meses de vida de ISIS como una estructura rígida y con aspiraciones de
control territorial masivo, el gobierno turco se encargó de acoger a miles de
terroristas que, luego de cortar sus barbas, trasladó hacia otras regiones
sirias y los sumó a organizaciones irregulares armadas. En la provincia de
Idlib, el cantón kurdo de Afrin y las ciudades de Serekaniye, Al Bab y Tel
Abyad, Turquía armó los grupos terroristas que hoy ocupan esos territorios de
forma ilegal.
En mayo de este año, Robin Fleming, investigador del Centro
de Información de Rojava (RIC), explicó que los ataques de los grupos
respaldados por Turquía, muchos de ellos conformados por ex combatientes de
ISIS, demuestran que después de la invasión turca de zonas del norte de Siria
“estos grupos proxy todavía tienen presencia” fuera “de las zonas ocupadas, y
todavía ponen en peligro la estabilidad de la región”.
El investigador agregó: “Todo esto indica una evolución
continua en las tácticas de ISIS. Ya no se trata simplemente de causar estragos
y reclamar tantas vidas como sea posible. Ahora, en cambio, ISIS está apuntando
quirúrgicamente a las personas conectadas a la AANES y a las FDS, utilizando
los recursos restantes que tengan para el máximo efecto”.
Aunque pocos gobiernos hicieron algo concreto para
detenerlo, las imágenes del Estado Islámico que conmovieron al mundo ya fueron
olvidadas en la urgencia de la historia. Pero los seguidores del Califato
continúan activos, respirando el aire de las injusticias que atraviesan a Medio
Oriente, el cual les permite propagar una ideología radicalmente intolerable y
que apuesta a una organización social en donde confluyen las peores
características del feudalismo y el capitalismo.
leandroalbani@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario