Por Homar Garcés:
La democracia representativa burguesa (y su expresión más
pura, el fascismo) siempre ha utilizado el aparato político y estatal a su
disposición para mantener a raya las aspiraciones igualitarias, emancipatorias
y de justicia social de los sectores populares. Al contrario de lo que sus
mentores y propagandistas (asidos, de una u otra manera, a la icónica consigna
heredada de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad), la
democracia burguesa responde, de forma especial, a los intereses de las clases
económicamente dominantes, por lo que uno de sus objetivos primordiales será
lograr la vigencia inalterada de un orden de cosas “consensuado”, vigilado,
controlado y garantizado por la violencia institucionalizada, diligentemente
ejecutada por las fuerzas represivas. Para esto se sirve de herramientas
ideológicas esenciales, algunas más sutiles que otras, tales como la educación,
la religión y las cadenas de medios de comunicación. Todas orientadas a su
legitimación incuestionable y permanente.
En medio de este orden de cosas pueden apreciarse cinco formas
de dominación: 1) la explotación económica y la exclusión social de un
porcentaje mayoritario de la población subordinada; 2) la opresión política,
ejercida desde las instancias de poder en contra de una verdadera soberanía
popular; 3) la discriminación socio-cultural (étnica, racial, etaria, sexual,
de género y por diferencias regionales); 4) la enajenación mediático-cultural,
la cual contribuye a ver en minusvalía los valores propios o nacionales; y 5)
la depredación ecológica, evidenciada a grandes rasgos en la aniquilación de
especies animales, la deforestación de grandes extensiones boscosas y la
continua contaminación del aire, las aguas y los suelos, lo que ha tenido como
consecuencia gravísima la crisis climática que padece, de modo general, nuestro
planeta. Como derivación de esta realidad innegable, todos somos afectados por
una conciencia opresora, definida por Paulo Freire como “una conciencia
fuertemente posesiva” que “tiende a transformar en objeto de su dominio todo
aquello que le es cercano: la tierra, los bienes, la producción, la creación de
los hombres, los hombres mismos, el tiempo en que se encuentran los hombres”;
reducidos al poder de compra.
Todos estos elementos dan forma, en conjunto, a una crisis
estructural que tiende a profundizarse, obligando a los sectores dominantes a
adoptar medidas que remocen e impidan el colapso total del sistema imperante,
producto del empuje creciente de personas que lo cuestionan y demandan del
mismo un mayor nivel de justicia social.
En razón de esto último, se requiere el surgimiento de
movimientos populares que sean la expresión de la diversidad ideológica que
conforma la contestación anticapitalista y ecologista del presente siglo. Como
uno de sus rasgos distintivos, éstos deben abrir y sostener espacios
autoorganizativos, de discusión y de convergencia político-ideológicas. Con
ello se impedirá a todo trance la imposición de cualquier tipo de exclusión y
de dogmatismo contrarios al principio universalista de la libre determinación
de los pueblos y, como una derivación de éste, de la distribución democrática
de la autoridad, extendida también al ámbito económico-productivo;
transformando radicalmente las estructuras políticas, sociales, económicas y
culturales que distinguen al modelo societario actual. Es una ardua tarea
histórica aun por cumplirse, vista a largo plazo, pero ineluctable. Para
superar el caos en aumento fomentado por quienes dirigen el Estado burgués
liberal y el sistema capitalista global se necesitan, por tanto, nuevas bases
teóricas, nuevas normas, nuevas prácticas sociales y un nuevo discurso
ético-político; todos adecuados -obviamente- al nuevo tipo de civilización por
erigirse (opuesto en todo sentido al modelo cincelado según la lógica
capitalista).
De otro modo, su institucionalización y, eventualmente, su
estancamiento se convertirá en una nueva camisa de fuerza para los sectores
populares que será legítimo cuestionar, romper y subvertir para que la práctica
de la democracia siga manteniendo su atractivo entre los mismos y marque cada
día el camino a seguir hacia la emancipación de todos (individual y
colectivamente), sin injusticias sociales, sin clases dominantes y sin
explotadores que combatir. -
mandingarebelde@gmail.com
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