Por Profesor Pablo Salvat B.:
¿Se puede creer nuevamente? ¿Se pueden tener sueños y
utopías otra vez? Uno de los objetivos
exitosos del neoliberalismo y la derecha chilena ha sido hasta ahora convencer
–por la fuerza, por la propaganda, el endeudamiento, la corrupción- que no, no
se puede soñar ni en alternativas, ni en eventuales utopías. Porque uno de los ingredientes de su
“religión” es el de afirmar que no hay alternativas a su modelo. Nosotros creemos que estas protestas deberían
encaminarse hacia un proceso de revolución democratizante en el país, sus
estructuras e instituciones, así como también su cultura, su ethos y eticidad
cotidiana. Una revolución democratizante
que afecte al subsistema económico-productivo, el jurídico-político, y también,
el sociocultural. Por cierto, nada de esto se obtiene de un día para otro. Es
un proceso. Claro, solo si lo queremos, hacemos y hacerlo realidad. Tenemos que
transitar de una “democracia” de los abusos a una democracia radical.
Por eso la dicotomía que escucho por ahí, no es la que
habría entre igualdad versus mercado desregulado. Es importante, como no. Tampoco aquella que habría entre abusos y
agenda social. No son las únicas
dicotomías. Quizá la principal ha venido
siendo entre la imposición de una democracia protegida-vigilada versus el
anhelo de una democracia real. O, dicho de otra forma, entre un republicanismo
democrático inexistente y una política elitizada y oligarquizada, como hemos
tenido el país hace ya más de 40 años.
Las elites de poder y muchos de sus intelectuales se han
empecinado –por cierto, de manera aséptica y pretendidamente “técnica”- en no
adjetivar el tipo de régimen político que tenemos. ¿Para qué? Para hacernos creer que democracia significa
ausencia de conflictos; desaparición de las clases, liquidación de los
antagonismos, alternancia de dos bloques de poder que se turnan para profitar
del Estado y de las conexiones de negocio con el 1% más rico, y que pueden
diferir solamente en asuntos menores. Todo ello con el objeto de hacernos creer que la política que tenemos es
realmente democrática y además, la única posible. Pero ya lo pudimos ver por
ejemplo en España, donde el movimiento de Indignados reclamaba por una
democracia “real”.
Los indignados de allá, como los de acá, se percatan que lo
que se enuncia como “democracia”, en la realidad de todos los días, y en la
estructuración del orden social, económico y político, no es tal. Es –acá- lo
más cercano a lo que alguna vez enunció Jaime Guzmán: la necesidad de implementar en Chile una
permanente democracia “protegida” desde la Constitución. ¿Protegida contra quienes? Contra nosotros
mismos pues. Los ciudadanos no deben ser plenamente soberanos y tener
mecanismos para expresarlo. Tampoco pueden ser capaces de dirimir ni decidir
nada muy importante, y por lo mismo, tenemos que delegar de manera permanente
nuestro poder social en los que saben, los expertos y las elites, cada cierto
número de años. Y después de esa delegación, volver a nuestro privatismo, al
endeudamiento y el consumo, al individualismo narciso, a desentendernos del
otro y su vida. La dictadura
cívico-militar tenía como objetivo general que nunca más intentemos crear y
levantar otro proyecto de sociedad y vida en común, distinto al que ellos
dejaron impuesto.
Usted cree,
lector/lectora, que podemos tener un Estado y una sociedad que respete y
promueva los derechos sociales y los del medio ambiente, por ejemplo,
manteniendo intacto el orden jurídico-político neoliberalista existente? Será que la elite del 1%, que maneja todos
los poderes importantes en el país, puede sufrir una conversión repentina y
contribuir a una radicalización de la democracia?
Por ello, el camino
para repensar el orden sociopolítico, económico y cultural, hace necesario
entre otros ingredientes, abordar críticamente y recrear las formas y patrones
normativos del vivir juntos: tanto de nuestra ética ciudadana y pública
(colectivo-comunitaria), como nuestro horizonte normativo orientado hacia una
democracia radical y republicana. Como señala en algún lugar el intelectual
mexicano Díaz-Polanco “Los nuevos desafíos de hoy (…) plantean problemas
normativos que no existían antes, o que no tenían la importancia política que
cobran en la actualidad”.
pablosalvatb@gmail.com,
0 comentarios:
Publicar un comentario