El gobierno de Erdogan refuerza la represión contra el
pueblo kurdo y sus representantes político, y ordena destituciones y
detenciones masivas.
Nada parece detener la voracidad del presidente Recep Tayyip
Erdogan. Este lunes volvió a hacer gala de su autoridad férrea y ordenó que
tres co-alcaldes del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) sean destituidos
de los municipios de Amed, Mardin y Van, las principales regiones del Kurdistán
turco.
Desde las seis de la mañana, un fuerte operativo policial
acompañó a los funcionarios que llevaron adelante las “intervenciones”, aunque
desde el HDP -la tercera fuerza política del país encabezada por los kurdos-
denunciaron que lo que sucedió fue un nuevo “golpe político” del mandatario.
Erogan, que reforzó sus políticas represivas luego del intento del golpe de
Estado en su contra en 2016, dejó en claro hace bastante tiempo que uno de sus
objetivos principales es erradicar al pueblo kurdo, conformado por más de
veinte millones de personas en el sudeste del país.
Días antes de que el presidente tome esta decisión, la
diputada kurda Ebrü Gunay y el legislador Garo Paylan, de origen armenio,
llegaron a Argentina en el marco de una gira por Sudamérica hasta el 24 de
agosto. El jueves pasado, Günay y Paylan brindaron una conferencia en el Senado
de la Nación, y el sábado en la Asociación de Trabajadores Argentinos (ATE), en
Buenos Aires, donde alertaron que el genocidio cometido por el Estado turco
hace 105 años contra los armenios ahora se puede repetir contra los kurdos. Las
palabras de los representantes del HDP sonaron premonitorias.
“La injusticia ha llegado a su máxima expresión”, declaró
Ahmet Türk, co-alcalde de Mardin, destituido junto a Selçuk Mızraklı,
co-alcalde de Amed, y Bedia Özgökçe Ertan, del municipio de Van.
La razón de este nuevo movimiento represivo del gobierno
turco es conocido: acusar a los dirigentes del HDP de tener vinculaciones con
el terrorismo. Para Ankara, el terrorismo no es el Estado Islámico (ISIS), sino
el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la organización política e
insurgente que hace más de cuarenta años lucha por los derechos del pueblo
kurdo.
En una declaración oficial difundida por los medios, la
administración de Erdogan justificó las destituciones ya que los co-alcaldes,
supuestamente, buscaban “convertir estos municipios en centros logísticos donde
se proporcionaban recursos militantes, recursos financieros y equipos para
apoyar actividades terroristas”.
Para Ahmet Türk, la administración de Erdogan “no reconocen
la voluntad de los pueblos y lo quieren llamar democracia. Pero la realidad es
evidente”. Türk fue elegido co-alcalde de Mardin, tras conseguir el 56 por
ciento de los votos en las elecciones del 31 de marzo. En esos mismos comicios,
Mızraklı alcanzó el 63 por ciento de los votos y Ertan el 53 por ciento.
Türk, que seguramente enfrentará un proceso judicial en su
contra, aseveró el gobierno de Erdogan intenta establecer “un sistema carente
de cualquier atisbo de legalidad”.
Para el presidente turco, esta modalidad de destitución no
es nueva. Luego del intento de golpe de Estado de 2016, Erdogan ordenó
intervenir la mayoría de las alcaldías del Kurdistán turco, gobernadas por el
Partido Democrático de las Regiones (BDP), organización hermana del HDP. Más de
sesenta co-alcaldes y co-alcaldesas fueron desplazados de sus cargos y muchos
de ellos judicializados.
El paso de Ebru Günay y Garo Paylan por Argentina fue
demasiado urgente. Anteriormente, habían estado en Uruguay, donde se reunieron
con la comunidad armenia de ese país y con el ex presidente José “Pepe” Mujica.
También mantuvieron un encuentro con la vicepresidenta uruguaya Lucía
Topolansky. En unos pocos días, los representantes del HDP dejaron varias
definiciones y opiniones sobre la larga noche que atraviesan los pueblos de
Turquía.
Günay, electa diputada por la provincia de Mardin, explicó
que en Turquía “es muy difícil abrir caminos para las mujeres en la política,
porque el fascismo no quiere que existan diferencias y por eso no tiene espacio
para las mujeres”. Según la diputada, “el fascismo” del partido gobernante AKP
“depende y se fortalece con la guerra, donde la mayoría de las víctimas son las
mujeres y los jóvenes”.
Günay también explicó que el HDP “trata de unir a los
pueblos” para “construir la paz y derrotar a la política polarizadora del AKP”.
Por su parte, Paylan, elegido por la región de Amed,
manifestó que en su país “el remedio al nacionalismo no es la enemistad entre
los pueblos, sino la solidaridad y la cooperación entre las minorías”. Para
Paylan, es fundamental “construir puentes de hermandad y fraternidad”. Paylan
no perdió la oportunidad para mostrar la realidad dentro de Turquía: “Estoy en
el área de economía en el parlamento, pero en la agenda nunca es el primer
tema, porque todos los días hay violaciones de derechos humanos. Miles de
trabajadores, académicos, abogados, periodistas están en las cárceles para
silenciar al pueblo. Hace cuatro años hubo un proceso de paz entre el pueblo
kurdo y el gobierno turco y hoy la situación es más dura. Roban el dinero del
pueblo y compran armas y bombas que luego utilizan contra el pueblo kurdo.
Hablan de la amenaza de seguridad, y usan eso de excusa y recrudecen la
situación económica también.
Pero si no podemos resolver la democratización en Turquía no
podemos empezar a discutir la situación de los trabajadores y la situación
económica”.
“Una Turquía democrática puede ser un ejemplo de paz para
todos, pero una Turquía oscura y racista puede ser un ejemplo para el mundo
oscuro y una amenaza para todos -reflexionó Paylan-. En el mundo está lleno de
defensores de derechos humanos, pero también hay gente como Trump, Putin y
Bolsonaro. Tenemos que demostrarle al mundo que nosotros somos mejores que
ellos”.
En medio de la gira por Sudamérica, Günay y Paylan ayer
dieron a conocer una declaración en la que explicaban que suspendían las
actividades restantes que tenían programadas en Argentina, Chile y Brasil, para
volver a Turquía. En un breve comunicado, la diputada y el legislador expresaron
que las destituciones de los co-alcaldes es “una clara demostración de la
terrible situación en materia de derechos humanos y civiles, y de represión”
que vive el país.
Erdogan no se contenta con la represión de los kurdos de
Turquía, por eso su gobierno mantiene abierto otros dos frentes con el fin de
desbaratar el poder del Movimiento de Liberación de Kurdistán.
En lo interno, como vimos, recortando los derechos y logros
del HDP, y al negar el inicio de las negociaciones de paz. Aunque el gobierno
permitió que el líder kurdo Abdullah Öcalan recibiera unas pocas visitas, al
máximo dirigente del PKK -encarcelado en la isla-prisión de Imrali de 1999- se
le niega la participación en unos diálogos que toda Turquía necesita de forma
urgente.
El 12 de agosto pasado, Mehmet Öcalan, hermano del fundador
del PKK, pudo visitar Imrali. En declaraciones posteriores, comunicó que el
líder kurdo reiteró que es necesaria para Turquía una solución política que
rechace el estado de guerra permanente en el que se vive dentro del país.
Con respecto a los frentes externos, el Estado turco
continúan con los bombardeos constantes contra el Kurdistán iraquí (norte de
Irak, Bashur), con el objetivo de destruir a la guerrilla kurda asentada en las
montañas de Qandil. Ni el gobierno de Bagdad ni la administración de la región
semi-autónoma de Bashur, encabezada por el Partido Democrático de Kurdistán
(PDK), se pronunciaron en contra de estos ataques. El PDK, comandando por el
poderoso clan Barzani, es uno de los principales aliados de Turquía en la zona.
Sin respetar la soberanía de un país vecino, la aviación turca arrasa pueblos y
aldeas, dejando como saldo a decenas de civiles muertos.
El otro frente exterior es en el territorio sirio. La región
que gobierna la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) y
defienden las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), se encuentra en una tensión
continua por las amenazas del gobierno turco. El plan de Erdogan es invadir la
región, como lo hizo en el cantón kurdo de Afrin, para imponer un gobierno leal
a Ankara. Por ahora, Turquía bombardea algunas zonas del norte y el este de
Siria, además de sostener al Ejército Libre Sirio (ELS) en Afrin. Este grupo,
donde se reúnen mercenarios, miembros de Al Qaeda y ex combatientes de ISIS,
está acusado de cometer una limpieza étnica en Afrin. Días atrás, Estados
Unidos acordó con el gobierno de Erdogan implementar “centros de control” en
una extensa zona del norte y el este de Siria, luego de varios días de
negociaciones. Desde la AANES y las FDS rechazaron el plan original de Turquía,
que era aplicar una “zona segura” de 40 kilómetros de profundidad en territorio
sirio.
Con la destitución de los co-alcaldes de Amed, Mardin y Van,
el HDP recibió un nuevo golpe de Erdogan. En un comunicado, desde el partido
denunciaron “un nuevo y evidente golpe político”, que “muestra una actitud
abiertamente hostil contra la voluntad política del pueblo kurdo”.
La dirección del HDP criticó que en las intervenciones
anteriores en municipios kurdos, los recursos económicos fueron “agotados”. “El
ministerio del Interior y el gobierno han sido el foco de la corrupción y los
robos a través de sus fideicomisarios (interventores)”, remarcaron en el
partido.
Ante el nuevo atropello, el HDP convocó “a todas las fuerzas
democráticas, a todos los ciudadanos con conciencia, a todos los partidos de la
oposición, las organizaciones de la sociedad civil, sindicatos y asociaciones
democráticas, a unirse solidariamente contra un poder que se apodera de la
voluntad de las urnas y las elecciones”.
Durante la jornada de ayer, en varias ciudades kurdas del
sudeste de Turquía se efectuaron protestas y manifestaciones, reprimidas
duramente por la policía. Horas antes de las protestas, el gobierno había
desplegado un operativo policial en docenas de localidades kurdas, en las
cuales fueron arrestados más de 400 miembros y militantes del HDP.
Los trabajadores de medios de comunicación tampoco quedaron
al margen del operativo. Ziyan Karahan, editora de la agencia de noticias
Mesopotamia, fue detenida durante una redada. A su vez, fue arrestado Vedat
Dag, periodista de la oficina de prensa del HDP.
Selçuk Mızraklı, el co-alcalde de Amed que fue destituido,
aseveró que se está usurpando “la voluntad de la gente” y que “ni la
Constitución ni las elecciones están siendo respetadas”. “Todo el mundo que
viva en Turquía debe saber que nadie puede sentirse protegido por la ley. Es de
la voluntad de la gente de lo que se han apoderado”, sintetizó Mızraklı.
El gran temor del presidente Erdogan crece día a día. La
respuesta del mandatario a los “peligros” que siente que lo acechan es,
inevitablemente, la represión. El presidente turco sabe que el pueblo kurdo,
junto a otras minorías étnicas dentro y fuera de Turquía, apuesta a la
profundización de un cambio social heterodoxo, anti-estatal, democrático y
donde las mujeres se convirtieron en el motor que tracciona la lucha y la
resistencia. Este es el gran peligro que observa Erdogan. Los bombardeos
indiscriminados, los arrestos masivos y los asesinatos a sangre fría son las
respuestas de un mandatario acorralado, que no encuentra (o no le interesa
encontrar) una fórmula para estabilizar a su país en lo económico y político.
Desde el otro lado, el Movimiento de Liberación de
Kurdistán, en todas sus variadas expresiones, despliega sus propuestas
abiertamente, para que todos y todas la oigan: en Turquía, demandando un
proceso de paz y que su lucha institucional sea respetada; en Irak, defendiendo
la autonomía en las montañas de Qandil, donde la premisa es vivir en comunidad
y en paz; en Siria, reforzando un autogobierno en el norte y el este del país,
creando nuevos órganos e instituciones para concretar la convivencia entre
kurdos, árabes y otras nacionalidades de la región.
Frente a este panorama, el sueño de Erdogan de convertirse
en un nuevo sultán otomano es apenas una pesadilla de un hombre trasnochado.
leandroalbani@gmail.com
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