jueves, 4 de julio de 2019

Las falsas democracias son una cubierta del fascismo

Por Diego Olivera Evia:

Las mentiras y los genocidios de Trump y sus lacayos

En esta nueva entrega nos parece importante, redefinir las políticas emplazadas por Donald Trump, basadas en la mentira y el terrorismo, han creado una crisis en la Unión Europea (UE),  el mandatario norteamericano desprecia y abusa de la burla y el nepotismo, abusando de los mandatarios como en la reciente prepotencia sobre el presidente de España Pedro Sánchez, al cual obligo a sentarse en la reunión del G20, demostrando su concepto de una visión déspota,  de esa misma manera a abusado su falsa retórica, en la mandataria de Alemana Merkel, como a otros miembros de la UE.


El uso de la mentira ha sido el mayor mensa je de un presidente bipolar, que no repara en sus groserías, en su falta de capacidad para crear una visión imperialista, basada en su concepción de la Supremacía Blanca, tratando de imponer mecanismos de presión sobre las naciones del mundo, la misma UE a acatado los desvaríos de un payaso de la política, con el gran peligro de un poder atómico y sus marines y flotas criminales surcando a todos los continentes, a similitud de los corsarios en los mares, sin bandera y controlando las naciones  con su prepotencia, a través de su equipo de asesinos y terroristas.
Algunas apreciaciones sobre el gabinete de Trump 

Un consejero de Seguridad Nacional que piensa que la ONU “no existe” y defiende el derecho a un ataque preventivo de contra de Corea del Norte; un secretario de Estado que pide la pena de muerte para Edward Snowden y se pregunta en público si Dios escogió a Donald Trump “como a la reina Esther para ayudar a salvar a los judíos de la amenaza iraní”; un representante para el conflicto de Venezuela que se define como un “gladiador” de la era Reagan o un asesor para asuntos cubanos detractor a ultranza de la política de deshielo del Gobierno anterior.

El coro de voces que modela la actual política exterior estadounidense está formado por una cuadrilla de nuevos y viejos halcones más que dispuestos a ejercer el viejo papel de policía del mundo. Hay que regresar a la era de George W. Bush para encontrar una influencia comparable del movimiento neoconservador en la Administración. El oído al que ahora susurran sus apóstoles, sin embargo, es el de un presidente que supuestamente defendía un giro aislacionista. Corren tiempos extraños en Washington.

El regreso del ardor guerrero se encarna muy especialmente en Bolton, consejero de Seguridad Nacional y miembro de la Administración de Bush hijo. Firme defensor de la invasión de Irak y convencido en 2002 –equivocadamente- de que Cuba estaba fabricando armas biológicas, es ahora la voz de fuego de EE UU en el conflicto de Venezuela. Un día amenaza con enviar a Nicolás Maduro a Guantánamo, otro deja ver -supuestamente por accidente- unas notas en las que habla de enviar tropas a Colombia, y otro señala con nombres y apellidos a tres miembros del régimen chavista que supuestamente estaban conspirando con la oposición.

Bolton llegó a la Casa Blanca para sustituir al más moderado general H. R. McMaster hace un año, cuando, además, Mike Pompeo, entonces director de la CIA, se convirtió en secretario de Estado. Pompeo es un destacado militar, primero de promoción por West Point y muy religioso, que se convirtió en congresista por Kansas aupado por la ola ultraconservadora del Tea Party. Fue de los primeros detractores del acuerdo nuclear con Irán, del que se retiró Trump, reforzó las operaciones encubiertas en Afganistán durante su breve mandato en Inteligencia y considera que habría que ejecutar al exanalista de seguridad Snowden.

Esta es la realidad de un modelo intervencionista, que aplica la prepotencia sobre los presidentes y cancilleres, burlándose de la mandataria mujeres, producto de la intolerancia de Trump, a los mandatos femeninos, de la misma manera en su época de payaso y controlar a las Mis Mundo, execro a varias candidatas y demostró un hombre sin principios y valores.

 Las falsas democracias son una cubierta del fascismo
El fascismo es una ideología política y cultural fundamentada en un proyecto de unidad monolítica denominado corporativismo, por ello exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo; y propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta, denominada cuerpo social, formado por cuerpos intermedios y sus representantes unificados por el gobierno central, y que este designaba para representar a la sociedad.

Para ello el fascismo inculcaba la obediencia de las masas (idealizadas como protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socio espiritual indivisible. El fascismo utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder dictatorial en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación.

El fascismo se caracteriza por su método de análisis o estrategia de difusión de juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población.

La desinformación, la manipulación del sistema educativo y un gran número de mecanismos de encuadramiento social, vician y desvirtúan la voluntad general hasta desarrollar materialmente una oclocracia que se constituye en una fuente esencial del carisma de liderazgo y en consecuencia, en una fuente principal de la legitimidad del caudillo.

El fascismo es expansionista y militarista, utilizando los mecanismos movilizadores del irredentismo territorial y el imperialismo que ya habían sido experimentados por el nacionalismo del siglo XIX. De hecho, el fascismo es ante todo un nacionalismo exacerbado que identifica tierra, pueblo y estado con el partido y su líder.

Esta visión neo fascista se ha enquistado, en la mente de algunos sectores en Europa, como en América Latina, creando focos del nacismo como los muestran las esvásticas de Hitler, en Brasil, como la constitución de Pinochet en Chile, como el terrorismo y los crímenes de los gobiernos de Colombia y el asesino expresidente Álvaro Uribe, y ahora el payaso presidente Duque, miembro de los carteles de la droga y los paramilitares. Estas realidades muestran un retroceso de nuestra Latinoamérica y  crea una crisis moral y ética y son parte las denominadas y falsas democracias son regenteadas por EEUU y sus presidentes, con sus vasallos criminales.

Periodista y Analista Geopolítico
diegojolivera@gmail.com

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