Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
El poder hegemónico perdió la noción de límites y hace pasar los derechos por su peor momento, con un retroceso solo comparable al momento cúspide de la seguridad democrática, en el que se negaba la existencia de la guerra, se borraba de los informes la palabra conflicto y nada podía ser llamado por su nombre. En el corto periodo del gobierno de todos, se estiraron tanto los límites de las reglas comunes, que se descoyunto el vínculo sociedad-estado y sus terribles consecuencias afectan la vida colectiva, ponen en riesgo las posibilidades de volver a ser un país vivible, e impiden salir del enredo entre la paz esquiva y el terror que regresa.
El poder hegemónico perdió la noción de límites y hace pasar los derechos por su peor momento, con un retroceso solo comparable al momento cúspide de la seguridad democrática, en el que se negaba la existencia de la guerra, se borraba de los informes la palabra conflicto y nada podía ser llamado por su nombre. En el corto periodo del gobierno de todos, se estiraron tanto los límites de las reglas comunes, que se descoyunto el vínculo sociedad-estado y sus terribles consecuencias afectan la vida colectiva, ponen en riesgo las posibilidades de volver a ser un país vivible, e impiden salir del enredo entre la paz esquiva y el terror que regresa.
Para crédulos e incrédulos Colombia no es el país más feliz
del mundo y nadie tiene la seguridad de predecir que podrá regresar a casa al
final del día sin haber sufrido agresión o daño. Vivir bien es cosa del azar y
la fortuna, no del bienestar humano.
Los hechos que contradicen el vivir bien ocurren por miles
cada día, el cuerpo y la mente son acechados, atacados, abusados, atracados,
robados, asaltados, dañados los bienes, violados, maltratados, sobornados,
agredidos y victimas de eventos que niegan la tranquilidad e impiden la
convivencia en paz y duradera. Nadie requiere ser pesimista, ni contradictor,
para entender que este es el país con mayor desplazamiento del mundo, el
campeón del destierro, el primero en la lista del horror por haber asesinado a
230 líderes, lideresas y defensores de derechos en solo 300 días de gobierno y
haber matado a 120 excombatientes que confiados en la paz dejaron la lucha
armada.
Esas cifras ponen al país en el puesto 145 entre 167 en el
índice global de paz, lúgubre posición que lo califica como uno de los más
peligrosos del mundo, compartiendo similares condiciones a las de otros pocos a
los que los gobernantes de aquí llaman inviables, antidemocráticos y corruptos
y muy lejos de Islandia o Finlandia donde a nadie se le ocurriría asesinar a
otro por pensar, opinar o ser distintito.
Matemáticamente cada cifra duele, cala en los huesos, por la
desgracia de una historia rota y por el asco que produce la muerte y la sevicia
de los victimarios, que han llevado a que el país sea acusado de producir el
70% de la cocaína del mundo, que embrutece a más de 300 millones de personas
para que pocos puedan hacer lo que les da la gana, incluso hacer depender de su
poder la vida de otros. En otras partes
saben que la venganza y el odio cada día aquí matan a 33 personas, sexualmente
son abusadas 70 mujeres, no menos de dos niños son también asesinados y otros 7
adolescentes se quitan la vida por cuenta propia, quizá para huirle al horror o
negarse a seguir haciendo parte de la tragedia, que no es claro si pasa
inadvertida o hace parte de un pacto de silencio social no declarado.
Lo determinante para que todo siga igual y tienda a empeorar
es que el poder no acoge la verdad como un valor esencial del gobernante y el
poder lo enceguece. Afuera de la frontera ese poder escapar a los límites de la
verdad y habla con vehemencia de paz, respeto por la vida y estrategias para
terminar la corrupción, que se roba casi 10 billones de pesos al año usados
para seguir corrompiendo. Adentro proscribe toda acción y pensamiento que trate
de paz o derechos y se niega con igual vehemencia a reconocer la sistematicidad
de la barbarie que ataca a la paz y los derechos.
Y no se fija que el odio está incrustado en su lenguaje,
prácticas y acciones, que sirven de apoyo y patente de corso para el atraco
callejero, los abusos de particulares contra particulares, los abusos y excesos
policiales y militares y la más inhumana barbarie que se reproduce con
ejecuciones extrajudiciales, amenazas, masacres, descuartizamiento de cuerpos y
cinismo político para negarlo todo. A estos hechos repudiables se suman
infraestructuras públicas roídas con sobrecostos, puentes y edificios que se
derrumban solos, pasarelas de contratistas que saquean el erario y festejan sus
fechorías con nuevas ofertas de contratos, bufetes de abogados que se hacen
llamar respetables para tramitar fórmulas de saqueo al erario y la indecencia
de los gobernantes que para sostenerse en el poder mienten.
Colombia no es el país más feliz del mundo, talvez sea el
más crédulo de la falsedad que campea en el reino de la mentira que aniquila a
la ley y la justicia, y en el que imperan los inmorales que con su
comportamiento astuto y taimado acostumbraron al país a que sí alguien los
descubre mintiendo nadie se lo tome a mal o a lo sumo los perdone. Esta
presente el eco y los rezagos de la cultura traqueta incrustada en el poder por
los Escobar, Rodríguez Gacha y Orejuelas, Mancuso y otras mafias de la
parapolítica que todavía controlan partes sustanciales del congreso, de los
gobiernos locales y de las instituciones, quienes a fuerza de mentir han hecho
que se pierdan el honor y la verdad como valores colectivos. Las cifras de
beneficio personal son logradas con engaño mediante falsos positivos, falsos
judiciales, falsas estadísticas, falsos datos, falsos ranking, informes
maquillados y desinformaciones pagadas que impiden entender la realidad para
cambiarla y dejar atrás las falsas cuentas oficiales.
El país ha sido
sometido a la desconfianza total sobre la esencia de las cosas y los
principios, desde políticos e ideológicos hasta físicos, que son completados
con una fórmula de psico poder, basado en la moral de ellos (los inmorales) y
en infundir temor por lo extraño para permitirse vigilar, controlar y mover a
los individuos no desde afuera si no desde adentro, incluso para provocar el
suicidio. De esta mezcla de emociones, temores y manipulaciones, resulta la
flexibilidad y adaptabilidad que lleva al país al vacío y deja sin esencia a
los conceptos, contenidos y significado de las cosas. Estratégicamente el
partido de gobierno hace primar la astucia, la hipocresía y la inmoralidad
sobre el vació en el que proyectan su proyecto de país sostenido con la
falsificación que desencadena procesos de comunicación falsificada y altera el
funcionamiento del sistema democrático.
El mismo presidente ya no parece actuar como un peón de su
pueblo si no como peón del sistema que sirve a intereses propios y miente para
alejarse de las demandas del país. El partido de gobierno interviene, define e
influencia la agenda de estado y traza el ritmo, tiempos y conclusiones de los
debates actuales centrando su capacidad en desacreditar a sus adversarios y
contradictores para imponer su posición hegemónica favorecida por el uso
intensivo de medios que replican siempre a su favor. En todo caso como en todo
final feliz, de tanto repetirse una falsedad, aunque al inicio parezca verdad,
siempre deja un resquicio por el que entra la luz y ojalá entre pronto para
retomar el camino que lleva hacia el país en paz, tranquilo y seguro para vivir
bien, con bienestar
mrestrepo33@hotmail.com
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