Por Emilio Marín
Hay neonazis que los empezaran a casar en el Mediterráneo
Se ha hablado de sufrimientos de los inmigrantes, muchos de
los cuales mueren en el mar cerca de Italia. La mayoría de la Europa
capitalista los rechaza. Hay que llamar más la atención sobre la xenofobia de
míster Trump.
Desde mayo pasado a hoy hubo muchas noticias sobre el drama
de los inmigrantes africanos y sirios que murieron en aguas del Mediterráneo.
Escapaban del hambre, la miseria y algunas guerras, muchas de éstas promovidas
por Estados Unidos y sus aliados, como en Siria. Y su objetivo era llegar a
Europa desde puertos de Libia y Túnez.
Esa vía marítima insegura ha quedado prácticamente como la
única a transitar, porque el ingreso terrestre desde Turquía, vía Grecia, hacia
los países del este europeo como Hungría, hacia Alemania y otros destinos,
quedó bloqueado. Hubo un acuerdo entre la Unión Europea, ante todo Alemania, y
el gobierno de Turquía para que, a cambio de 6.000 millones de euros, el
régimen de Erdogan redujera los inmigrantes que pasaban por su territorio y
aceptara la devolución de quienes ya habían pasado.
A partir de allí, sólo el mar era la forma de acercarse al
sueño de vivir en una tierra donde se pudiera hacer eso, vivir. Para esos
inmigrantes tal viaje tampoco es gratis porque -aunque no se trata de cruceros
de categoría sino de embarcaciones precarias- deben obrar sus ahorros de toda
la vida a inescrupulosos y delincuentes, muchos de ellos traficantes de
personas, que los embarcan peor que a ganado en la costa libia y los dejan
apenas salidos de esos límites. Después, que Dios se apiade de ellos.
Una parte de esos pasajes se va al fondo del mar y con mucha
suerte el resto es rescatado y puede ir a centros de refugiados en Italia,
porque la situación geográfica pone a esta península más cerca del norte
africano. Además porque desde el punto de vista político, en alguna medida
también por la influencia del Papa Francisco, allí hay un ambiente hostil pero
no tan bélico contra de los inmigrantes. En el resto de Europa se los rechaza,
encarcela, se los trata como a delincuentes y se los deporta.
Elisabetta Piqué (La Nación, 10/5) informaba que en lo que
va de 2017 “ya llegaron un 38% de migrantes más que en el mismo período de 2016
y se espera que cuando termine el año se alcance una cifra récord de 20.000
cruces”. Y en ese aumento, lo más doloroso fue la tasa de mortalidad de los
viajes porque según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
“el año pasado se estimaba una muerte por cada 137 migrantes, y este año murió
uno por cada 39”. Los problemas de fondo son las hambrunas en las regiones más
empobrecidas y siguen al rojo vivo, porque la estimación es que en 2017 podrían
arribar a las costas itálicas unos 200.000 inmigrantes.
A la caza
Frente al recrudecimiento del fenómeno, también en Italia
empieza a sonar el réquiem para los inmigrantes, por más que el Papa implore
compasión. No sólo la derechista Forza Italia y la Liga del Norte se pronuncian
por el endurecimiento de los controles y el achicamiento de cupos para
extranjeros de esa índole (los otros, con capitales, son muy bienvenidos) sino
que también hubo pronunciamientos en ese sentido de Matteo Renzi, ex primer
ministro y líder del partido Democrático, de centro.
El primer ministro Paolo Gentiloni está analizando cerrar
los puertos a las naves extranjeras que llevan a bordo migrantes. Y el
presidente Sergio Mattarella ha dado su consentimiento, igual que el grueso de
los partidos. La excusa es que hay muchos barcos de ONG internacionales que
llegan a puertos italianos portando migrantes rescatados en el mar. Incluso un
juez adujo que entre esas ONG hay traficantes de personas. Todo argumento
parece válido para cortar el ingreso de inmigrantes a uno de los pocos países
europeos que, con todas esas trabas, sigue receptándolos.
En descargo de Gentiloni se puede decir que el resto de
Europa se lava las manos como Pilatos, sin colaborar en lo más mínimo en
admitir inmigrantes. Las cuotas de admisión son bajas y gobiernos europeos
proponen negociar con países africanos como Nigeria para abrir allí centros de
contención. Esa fue la propuesta del canciller de Austria, Christian Kern:
centros de solicitud de asilo en Níger. Lo propuso el 13 de julio, pensando que
le puede atraer votos en los comicios austríacos del próximo 15 de octubre.
Hanspeter Doskozil, el ministro de Defensa austríaco,
admitió ante el diario ‘Krone’ que tiene 750 soldados con apoyo blindado que
pueden ser activados en 72 horas. Según Doskozil, “necesita prepararse para los
acontecimientos migratorios que se están produciendo en Italia. Espero que muy
pronto se activarán controles migratorios y se pedirá asistencia militar”.
Por su parte la ministra de desarrollo de Dinamarca, Ulla
Tornaes, anunció la semana pasada que su país incrementará “la ayuda” al
control de la natalidad en África. Ella sostuvo: “parte de la solución para la
crisis de inmigrantes en Europa es reducir el aumento de la población en
África”. No fue muy generosa en cuanto a la plata, porque ese fondo danés para
el control de la paternidad en países en desarrollo tendrá un presupuesto de 14
millones de dólares.
Otro que no se anda con vueltas en cazar inmigrantes es el
primer ministro húngaro, Viktor Orban. En marzo pasado hizo aprobar en el
Parlamento por amplia mayoría (138 votos a favor, 6 en contra y 22 abstenciones)
la reintroducción de la norma que permite detener a todos los inmigrantes que
entren al país. La medida xenófoba y violatoria de diversas normativas de
derechos humanos había sido retirada en 2013 por presión de la Unión Europa y
el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (HCR).
La ley dispone que los migrantes sean llevados hasta zonas
de tránsito en las fronteras serbias y croatas, “donde permanecerán detenidos
hasta una decisión definitiva sobre sus solicitudes de asilo. La norma se aplicará
tanto a los recién llegados como a los solicitantes de asilo que ya están en el
país, incluso a los menores de edad”.
¡Pensar que hasta la implosión del bloque socialista,
Hungría tenía otros valores!
Trump, gran cazador
Orban no se limitó a reponer esa ley antiinmigrantes. Inició
la construcción de una segunda barrera fronteriza, con Serbia y Croacia, sumada
a la que erigió en 2015. Y en julio empezó la formación de los Border Hunters
(Cazadores de la Frontera), las nuevas fuerzas de seguridad destinadas a cazar
inmigrantes en la frontera.
De similar índole son las iniciativas de grupos neonazis de
Francia, Italia y Alemania como Generación Identitaria y Defend Europa que han
fletado el barco “C-Star” para patrullar aguas mediterráneas cercanas a Libia e
impedir que los migrantes sigan viaje hacia Lampedusa y destinos italianos.
Está muy bien que en Francia perdiera la elección la neonazi
Marie Le Pen, brutal expresión del odio y persecución contra los extranjeros,
en su caso pretextando los atentados yihadistas en ese país. El secretario de
su partido, Nicolas Bay, afirmó en campaña que “todos los terroristas que
atacaron en Francia en los últimos años eran inmigrantes”. Falso. La mayor
parte de quienes cometieron atentados desde 2012 eran nacidos en Francia.
También es positivo que se armara un revuelo en torno a una
playa italiana administrada por un neonazi admirador del Duce con retratos del
mismo y discursos muy poco democráticos, incluso contra el Papa, al que
prometía construirle un puente hasta Buenos Aires, para deportarlo.
Sin embargo, para que denunciar realmente a la xenofobia
debe incluirse la crítica en primer término al presidente norteamericano Donald
Trump.
En primer término porque el imperio decadente impone en
buena parte del mundo -junto a sus aliados, sobre todo europeos- una política
de saqueo y explotación que profundiza la pobreza y dependencia, agudizando en
mucha gente la necesidad de huir rumbo a supuestos mejores destinos. Esto es
válido para la región latinoamericana y caribeña, considerado “el patio
trasero” estadounidense. También fomenta guerras, como se señaló, en Siria, con
millones de refugiados, que disparan más migraciones.
Y en segundo lugar, porque sus políticas son muy xenófobas,
como su decreto antiinmigrantes que el 26 de junio pasado fue avalado por la
Corte Suprema. Trump logró que por 90 días se prohibiera el ingreso de personas
provenientes de Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, y que por 120 días
se impidiera el ingreso de refugiados de cualquier país. Esa enormidad la
fundamentó en la necesidad de defenderse del terrorismo, que él practica contra
Damasco y Afganistán.
Trump cultiva la xenofobia con su proyecto de muro en la
frontera con México. Atenta contra la dignidad de ese país pero también agrede a
inmigrantes de allí y muchos otros países latinoamericanos.
El magnate dijo el año pasado a MSNBC que su muro costaría
8.000 millones de dólares y lo pagaría México, que lo negó. En febrero pasado
Reuters divulgó un informe del Departamento de Seguridad Nacional
estadounidense donde se afirma que costaría 21.600 millones de dólares y su
construcción tardaría tres años. Para bajarle el precio, el autor del disparate
dijo ahora que no sería necesario en toda esa frontera, de 3.218 kilómetros,
sino en un tercio. Como sea, sus proyectos lo ponen en el podio mundial de la
inhumanidad.
ortizserg@gmail.com
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