Por Jaime Corena Parra
El imperialismo
La historia del gobierno de Maduro 2013-2017 constituye sin
duda una expresión esencial de la historia reciente de la lucha de clases en
Venezuela por el control del tridente plusvalor, riqueza natural y hegemonía
política y cultural.
Gran parte del plusvalor captado en la circulación
internacional de la mercancía petróleo-derivados, que ya tiene un nuevo
componente captado también dentro de la circulación internacional de las
mercancía oro y coltán, ingresa al presupuesto nacional bajo la forma de
dinero-divisa por fuera del control del mando del capital; no entra directo a
las cuentas bancarias del capital, que vive una crisis estructural y su
correspondiente caída tendencial de la tasa promedio de ganancias. La
distribución de este plusvalor no obstante varias manifestaciones de la
corrupción aupadas por la estructura jerárquica de la división del trabajo y el
débil control social presupuestal, ha sido en esencia solidaria y social desde
el inicio de los gobiernos de la Revolución Bolivariana.
Las reservas de la Riqueza Natural venezolana que se extrae,
en términos de Marx, por la acción del trabajo del <obrero colectivo>
ocupa los primeros lugares en petróleo, gas natural, oro y coltán; el inicio de
la producción voluminosa de la mercancía oro y coltán tampoco ingresa con precios a la baja al registro de
la cuenta capital constante (materias primas) en el proceso de reproducción y
ampliación del sistema del capital Y ello debido al peso de la cuenta capital
constante en la medición de la tasa de ganancias, reduce la eficacia de la estrategia del mando del capital por contener
y disminuir su caída tendencial.
La hegemonía política y cultural burguesa, explotadora, alienante
y destructora de todas las formas de vida, está amenazada en el continente
nuestro americano por la sostenibilidad de la unidad de la ALBA, que después
del golpe imperialista contra Zelaya en Honduras, tiende a recobrar su
iniciativa como alternativa de soberanía e integración entre pueblos. La
hegemonía de la dupla de la ideología del progreso individual ilimitado y de la
democracia liberal bipartidista, soportadas en el egoísmo de las llamadas
<clases medias> empieza a perder liderazgo ante la continuidad de las
revoluciones articuladas en el marco ALBA, germen ético de una transición
histórica eco socialista comunal, basada en la libertad y la igualdad
sustantivas, capaz hasta ahora de resistir la estrategia de la recolonización
del mundo del mando del capital y su Casa Blanca.
Semejante uso social del mencionado tridente por parte de
una dirección revolucionaria, con sus dificultades a cuesta, pero con el apoyo
popular o del <chavismo duro> en Venezuela, significa para el mando del
capital y sus oligarquías subordinadas un obstáculo para la reproducción del
sistema y un ejemplo negativo que debe ser borrado. De ahí el asedio implacable
contra las revoluciones del marco ALBA y en concreto contra la Revolución
Bolivariana, que incluyó durante el gobierno del Presidente Maduro el decreto
ejecutivo Obama y ahora incluye las declaraciones amenazantes de Trump. En particular, las burguesías colombiana,
argentina y brasilera, le tienen miedo a la continuidad ejemplar de la
Revolución Bolivariana y su renovación autocrítica a través de los resultados
que produzca la nueva Asamblea Nacional Constituyente; saben que éstos
resultados servirán de estímulo a la
lucha social por el cambio histórico revolucionario en sus países.
El asedio implacable, internacional y nacional del mando
central del capital contra el ejemplo de la Revolución Bolivariana fue
exacerbado en el periodo gubernamental 2013-2017 y en especial en el tramo
2017. El mando del capital tuvo a su
favor el uso de voluminosos recursos financieros y mediáticos-ideológicos, los
estragos de la crisis económica mundial contra Venezuela y el amplio ejercicio
de su poder imperial, pero aun así, no encontró el inicio del punto de quiebre
de la Revolución Bolivariana, que lo situó en el inicio de la caída del
gobierno del Presidente Maduro. En tal sentido varios de sus voceros criollos
apátridas le pusieron por lo menos tres fechas al comienzo de esa caída: Junio
de 2016, abril 19 de 2017 y julio 16 de 2017, pero ello no ocurrió. ¿POR QUÉ?
En primer lugar porque el mando de la ofensiva imperialista
estimulada con la muerte del Presidente Chávez y el comienzo del gobierno del Presidente Maduro
después de una estrecha victoria electoral, aplicó la combinación de todas las
formas de lucha (incluida la guerra sucia y sangrienta) y tuvo a su
disposición, valga reiterarlo, múltiples recursos para hacerlas eficaces, pero
no logró fracturar la base social y cultural de la Revolución Bolivariana; que
en su glosario de términos llamamos “el chavismo duro, ”o sea el amplio
campo de los crecientes niveles de
conciencia y organización a favor de la continuidad y profundización con
rectificaciones del proceso bolivariano.
En segundo lugar porque la ofensiva imperialista no ha
logrado romper hasta ahora el llamado “equilibrio dinámico” del poder
institucional, aunque haya avanzado en ello con la toma de la AN y la Fiscalía
General, o sea no ha logrado poner a su plena disposición el conjunto de
instituciones de la República Bolivariana de Venezuela, dentro de las cuales
aún tienen mucho peso la FANB, El TSJ, El CNE y la Defensoría del Pueblo. En las próximas semanas el pueblo chavista
(el otro Poder) en la calle y también presente en las urnas electorales a favor
de la ANC y luego atento al desarrollo de sus sesiones, tendremos nuevas
evidencias respecto a los intentos de la ofensiva imperialista contra la
Revolución Bolivariana, pero también de la resistencia del <chavismo
duro> por enfrentarla y superarla.
En tercer lugar porque la economía venezolana en crisis,
provocada por la disminución de ingresos provenientes de la comercialización
internacional del petróleo, las fallas en su gestión y la desestabilización
gerenciada por el saboteo imperialista y oligárquico del conjunto de su
estructura de producción, distribución y finanzas, no ha entrado en el colapso
previsto. En especial, porque el <chavismo duro> resiste y no cae en la
trampa de ceder a favor de la <recuperación de la democracia> pregonada
por la contrarrevolución, con la cual se
quiere derrocar el gobierno del Presidente Maduro y con ello borrar los logros
de soberanía y progreso social alcanzados durante el proceso bolivariano.
En cuarto lugar porque a pesar del disgusto y las justas
críticas a algunos aspectos de la gestión gubernamental bolivariana, la meta imperialista de fracturar el núcleo
fuerte de la izquierda chavista o del <chavismo duro> no fue alcanzada,
quedó reducida al desgajo de pequeñas fracciones defensoras de la democracia
liberal (la división de poderes) y la crítica a la corrupción, pero sin
planteamientos y procedimientos que le digan al pueblo trabajador cómo superar
las determinaciones históricas que provocan la llamada corrupción y su siamés
la democracia jerárquica liberal burocratizada sin control social.
En quinto lugar porque la relación de fuerzas
internacionales contra la Revolución Bolivariana que en el último año puso en
su contra a una mayoría de gobiernos en la OEA, MERCOSUR Y UNASUR, no ha
logrado mayoría en la ONU para provocar una intervención
política militar imperialista como lo ha pedido la MUD. El mandato Trump y sus
oligarquías subordinadas tendrían que tomar un atajo unilateral a favor de la
intervención imperialista directa en Venezuela; sólo le queda eso, la salida
cruenta. El mando Trump-Santos-Temer-MUD está desesperado, no logró derrocar al
Presidente Maduro y la ANC se vino. Entonces cabe la pregunta. ¿Si no hay
intervención militar directa norteamericana o de un grupo de gobiernos
oligárquicos subordinados, que estaría por suceder?
La contra ofensiva bolivariana, en respuesta a la ofensiva
imperialista, hemos observado en los últimos tres meses (abril 19 a Julio 18 de
2017) el despliegue de un creciente poder popular manifestado en: a) Las
grandes movilizaciones chavistas de calle en defensa de la soberanía nacional,
los logros del proceso bolivariano y el gobierno del Presidente Maduro; eso
ocurrió así durante los días 19 de abril y 1 de mayo de 2017. b) La resistencia
a la guerra irregular urbana terrorista de la derecha. c) La manifestación relevante
del constitucionalismo programático revolucionario masivo el 16 de julio, en
respaldo a la convocatoria del CNE a realizar un simulacro de las elecciones
para la Constituyente del día 30 de junio.
Esta movilización popular chavista resultó ser una
contundente respuesta al Plan Trump-Santos-MUD de montar a partir del 16 de
julio un gobierno paralelo apoyado en un supuesto apoyo masivo, no verificable,
expresado en la llamada consulta popular contra la ANC y por la remoción del
Presidente Maduro; al no alcanzar las cifras previstas el imperialismo y su
oligarquía han entrado en desespero y han elegido el atajo de un gobierno
paralelo soportado en las amenazas de Trump de imponer todo tipo de sanciones a
Venezuela.
A modo de conclusión,
es el momento de quebrar la ofensiva imperialista a favor de la
Revolución Bolivariana. Es el momento de avanzar con el Presidente Maduro en la
unidad de la izquierda revolucionaria-<chavismo duro> para afianzar el
desarrollo programático ecosocialista comunal a través de la Constituyente. Es
el momento de insistir en la movilización de la calle obrera comunal bajo una
dirección colectiva unificada del proceso bolivariano, es el momento de la
rectificación de los errores en la conducción del proceso y del establecimiento
de la democracia directa y el control social de la Economía Política
bolivariana contra la corrupción y el burocratismo. Es el momento de avanzar en el legado socialista
de Chávez.
htrompizvalles@gmail.com
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