Por Marco Teruggi
Caracas iba a amanecer como ciudad sublevada. Eso se podía
imaginar al leer las declaraciones de los dirigentes de la derecha. Era el día
uno del paro de 48 horas, una medida destinada a escalar la presión de calle
para impedir las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente del próximo
domingo 30 de julio. La realidad fue otra: Caracas se pareció a un día feriado
en algunas zonas.
Al menos así lo fue en horas de la mañana. El este de
Caracas, donde reside la mayor parte de la base social de la derecha, hubo poco
movimiento. Negocios cerrados, autobuses a cuenta gotas, y una multiplicidad de
trancas, tanto en urbanizaciones, como Boleíta, como en autopistas, como Prados
del Este. Con un detalle: eran más escombros, basura, troncos, alambres, que
gente. En algunas eran dos o tres personas, otras estaban desiertas. La
sublevación prometida era en la práctica un juego de calles cerradas sin nadie.
El oeste de la ciudad presentó otra cara desde el inicio del
día. Con menos actividad que de costumbre, lejos de parecer una ciudad en paro.
Transportes, negocios, en su mayoría abiertos, circulación de gente, de una
normalidad caraqueña en esta situación de conflicto prolongado.
Eran como dos ciudades, de espaldas una a la otra. El corte,
como es habitual, era de clases.
Así transcurrió la mañana y el mediodía, en una calma que
antecede la tormenta. Fue en horas de la tarde donde el escenario cambió, y entraron
en escena los dos niveles de violencia que tiene organizada la derecha. El
primero se desarrolló en Bello Campo, donde grupos de choque -“escuderos”
bendecidos por curas y dirigentes como Freddy Guevara- fueron a buscar el
enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. El objetivo era generar el hecho
mediático, la imagen que luego sus medios se encargarían de invertir y de
presentar como una “arremetida del gobierno” contra ellos. En los hechos las
líneas de choque organizadas actuaron con piedras, bombas molotov, morteros, y
-lo que nunca reconocerá la derecha- como gente armada que disparó desde el
techo de un edificio.
El otro nivel se activó en otros puntos de la ciudad, como
en Petare y Macaracuay. Sin cámaras, ni construcción épica en torno a los
“escuderos”. Se trató de la activación de grupos que atacaron armas de fuego a
las fuerzas de seguridad del Estado. En uno de los casos de Petare, las células
atacaron primero desde barricadas entre los edificios, para luego meterse
barrio adentro y disparar desde escaleras, techos. Todo ante el paso de vecinos
de la zona, niños, trabajadores de regreso a sus casas.
Algo similar ocurrió también en otros puntos del país. En el
estado Lara, por ejemplo, grupos de la derecha atacaron e incendiaron la
alcaldía de Duaca. Fue presentado como una arremetida de las fuerzas de
seguridad del Estado. Siempre, suceda lo que suceda, aunque la evidencia sea
innegable, el esquema es el mismo: poner como víctimas a quienes atacan,
disparan, queman.
La derecha anunció el éxito total de su medida. Así como la
había hecho la semana anterior, así como la hará en cada acción. Si se mide con
respecto al paro del pasado jueves, el resultado no fue bueno. Ya se había
visto aquel día que la medida no había contado con el respaldo de los
trabajadores -únicos en poder paralizar un país- ni con la totalidad de los
empresarios. Esto último lo había subrayado el mismo J.J Rendón desde Miami en
una entrevista el domingo: una parte del empresariado no había acatado la
medida, en particular las grandes industrias. Lo mismo sucedió este miércoles.
El paro se sintió aún menos.
Si se lo piensa en términos de consenso en la población, la
respuesta tampoco es positiva. Una de las imágenes que más se vio en el este
fue la de gente esquivando barricadas -sin nadie- y caminando para ir a sus
lugares de trabajo. El paro no sumó, las trancas no sumaron. Fueron los mismos,
incluso menos, y sin respaldo de la mayoría de quienes viven de su trabajo.
En cuanto a pensar el paro como una medida en escalada hacia
el domingo 30, el balance tampoco es favorable. Se esperaba una ciudad
sublevada y fue un paro solo en algunas zonas de Caracas. Quedan tres días
antes del domingo. ¿Tienen una carta escondida que jugarán de imprevisto? Lo
que es seguro es no lograron avanzar en el movimiento de acumular fuerza
movilizada para presionar al gobierno y forzarlo a cambiar de rumbo.
La única forma de pensar la medida como no-negativa, es si
se proyecta el conflicto de manera prolongada -con la estrategia del doble
gobierno- donde el 30 será el inicio de una nueva fase de la escalada. En ese
sentido el paro se proyectó hacia el frente internacional, y mantuvo una
actividad para su base social, para los comerciantes y transportistas
descontentos con el gobierno -aunque no todos los que cerraron y pararon lo
hicieron por voluntad propia: muchos fueron amenazados, como lo muestran los
carteles- Así entonces se puede pensar que el paro resultó relativamente.
La derecha mantiene una proporción que casi nunca falla:
apela a la violencia y el frente internacional cuando desciende su capacidad de
convocatoria. Pasó nuevamente este miércoles, y nuevamente los números no
resultaron: la Organización de Estados Americanos no tuvo el respaldo buscado
por los Estados Unidos para escalar la presión diplomática sobre Venezuela.
Por su parte el chavismo está ante un desafío central:
lograr una alta participación en las elecciones del domingo, un hecho que daría
una legitimidad necesaria a la ANC. Este jueves, mientras se desarrolle el
segundo día del paro, tendrá lugar el cierre de campaña en Caracas. El cuadro
de violencia impuesto por la derecha podría resultar beneficioso para el
chavismo: agudiza la confrontación política y, como se sabe, el chavismo se
hace fuerte en el debate, la polarización, y, sobre todo apuesta -como la
mayoría de la sociedad venezolana- a la resolución democrática de los
conflictos.
El escenario golpista, planteado por la derecha con el plan
del gobierno paralelo y la violencia, parece a todo o nada. Cada día, entonces,
es clave.
apierantoni.alba@gmail.com
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