Por: Armando Álvarez Lugo
El
final del siglo XX fue convulsionado, se suscitaron una serie de
acontecimientos que colocaron en jaque la dominación neoliberal en buena parte
del continente, configurándose un nuevo cuadro geopolítico con el despertar de
nuevos movimientos socio- político y la
insurgencia de nuevos actores políticos que irrumpen contra el pensamiento
hegemónico representado por el Consenso de Washington.
Presenciamos
el agotamiento de un modelo de democracia representativa, afianzada en las
formalidades liberales, de corte populista, con rasgos autoritarios y
propiciadores de la exclusión social y política de la mayoría de la población
de nuestro continente, generadora de las grandes desigualdades que marcaron el
largo siglo XX en países como Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela,
Paraguay, Uruguay, entre otros.
Ese despertar se fundamenta en los triunfos
electorales, de Hugo Chávez, (1998), Luiz Inacio Da Silva (2002), Néstor
Kirchner (2003), Tabaré Vázquez (2004) Evo Morales (2005), Rafael Correa (2006), Fernando Lugo
(2008) acompañado del impulso
integracionista y el surgimiento de nuevas estructuras como el CELAC, ALBA,
UNASUR, PETROCARIBE, permitiendo alianzas estratégicas extra continentales con
China, Rusia e India, para impulsar mecanismos alternativos al orden
internacional vigente.
El
inicio del siglo XXI se caracterizó por una intensa actividad política, de gran
envergadura en el frente externo, y a lo interno de las economías nacionales,
se impulsaron un conjunto de políticas públicas orientadas a disminuir la
brecha y las inequidades producto del modelo oligárquico dependiente heredado,
cuyo saldo fue que una parte significativa de la población estaba en situación
de pobreza extrema, con un déficit de
salud, educación, desempleo, flexibilización laboral y trabajo precario aunado
a una deuda social de enormes proporciones. En consecuencia, una porción
importante de la población en la región se vio favorecida por las políticas
públicas de redistribución de la riqueza
fomentando la inclusión social, avanzando en reformas constitucionales
orientadas a construir un estado social de justicia y de derecho.
En
este sentido, en América Latina en los últimos dieciséis años se impulsó una
arquitectura institucional cuya finalidad es recomponer y resignificar las
relaciones económica, políticas y culturales de los países que integran nuestra
región. Proceso complejo, difícil y contradictorio por la actitud de las elites
que históricamente han detentado el poder económico, desplazados del poder
político, como efecto de los triunfos electorales de los nuevos actores
políticos que marcaron el inicio del nuevo milenio.
La
burguesía transnacional, rentista,
burocrática y parasitaria, conjuntamente con sus aliados internos al ver perder
su hegemonía desatan todo tipo de acciones desestabilizadoras en contubernio
con EEUU y sus aliados europeos, con el objetivo de deslegitimar los gobiernos
democráticos y progresistas a los fines de propiciar el derrocamiento de los
mismos, recurriendo a todo tipo de artimañas jurídicos-políticas, aunada a la
ofensiva económica que busca neutralizar y paralizar las economías afectando la
dinámica socioeconómica de los estados nacionales.
Luego de casi dos décadas de intensos
procesos de transformaciones y cambios, aparecen síntomas de agotamiento y
crisis de los modelos progresistas. La
restauración de la derecha en Paraguay, el triunfo de Mauricio Macri en
Argentina y la implementación de su paquete neoliberal, el juicio político a
Dilma Rousseff que posiblemente concluya con su destitución, configurándose un
golpe de estado, y la instauración de un gobierno expresión de los sectores más
reaccionarios del espectro político brasileño. El asedio a los gobiernos de
Rafael Correa y Evo Morales. Por último, la situación en la que se encuentra el
gobierno venezolano como consecuencia de
la profunda crisis política- económica, y la ofensiva interna y externa de la
derecha internacional, no avizoran un panorama nada optimista para las fuerzas
populares, progresistas y revolucionarias.
La
crisis de los modelos populares
Hay una larga tradición en América latina de
reivindicación de la igualdad y la justicia social, la lucha por el desarrollo
de un modelo de democracia socialista que promoviera nuevas formas de propiedad
social y colectiva, así como la
constitución de instituciones de participación popular y comunitaria forman
parte de los programas de las organizaciones sociales, populares y partidos
políticos revolucionarios, no obstante, en virtud de la crisis del presente, es
pertinente formular algunas preguntas para propiciar un debate en torno a las
causas de la restauración conservadora-neoliberal en América latina y la crisis
de los modelos insurgentes, particularmente el caso venezolano, en este
sentido, propongo las siguientes
interrogantes para orientar la discusión:
1.-
¿Se ha hecho lo suficiente para construir un modelo alternativo a la democracia
liberal burgués?; 2- ¿Se ha logrado desarrollar un nuevo modelo de estado?; 3.-
¿Se constituyeron nuevas instituciones
cuyo funcionamiento se diferencie de las instituciones anteriores?; 4.-¿ Se ha
avanzado en el desarrollo de nuevos tipos de relaciones sociales y nuevas
formas de producción y propiedad?; 5.- ¿Se ha avanzado en la construcción de
una economía popular solidaria, socialista, planificada, en función de las
demandas y necesidades de nuestra población, o simplemente hemos administrado
el mismo estado, implementando algunas políticas públicas distributivas pero,
sin generar una ruptura con la racionalidad capitalista y la lógica que
caracteriza al modelo que pretendíamos superar?; 6.- ¿Se diseñaron políticas
para superar el modelo rentista-especulativo y con ello el modelo primario
exportador?., 7.- ¿Se ha propiciado una revolución cultural generadora de
valores distintos al individualismo y al consumismo propios de la sociedad
capitalista? Las respuestas a estas
interrogantes implican una esfuerzo reflexivo trans disciplinario, militante,
que trascienda el discurso épico
descontextualizado y desconectado de la realidad, que se diferencie de la propaganda como recurso simbólico
superando la discursividad que confunde los deseos con la realidad.
El discurso oficial, a veces recurre a la
explicación fácil: el imperialismo es el culpable de todos nuestros males. Sin
obviar esta matriz de análisis, ha llegado el momento de trascender ese visión
reduccionista, y ver a lo interno de nuestra sociedad para estudiar el curso de
la dinámica interna de los procesos de cambio, es el momento de analizar,
nuestros errores, debilidades, fallas y omisiones para poder corregir y detener
el proceso de restauración neoliberal que avanza a ritmo vertiginoso en el
continente y especialmente en Suramérica.
Estamos conscientes del papel que juega el
imperialismo y sus aliados internos en el proceso de restauración conservadora
en el continente y de las resistencias que producen los procesos de
transformación y cambio, no obstante, es
imperativo profundizar el análisis de nuestras realidades, tomando en
cuenta las contradicciones y la complejidad de las estructuras heredadas en el
ámbito ideo político-cultural- económico, por ello se impone una ruptura radical con las viejas prácticas
y maneras de hacer y ejercer la política.
No basta el discurso, este debe ser
acompañado con el ejemplo. La coherencia ideológica y política es
imprescindible para vertebrar el estado
popular y social. El enfoque clasista no puede ser desplazado por la
inmediatez de los intereses grupales que transitoriamente están al frente del
aparato del estado. Urge abrir un debate sobre los procesos de emancipación en
el marco de la estructura del capitalismo global y el curso que han
experimentado nuestras economías dependientes de las materias primas, por ende,
subordinadas a los desequilibrios del mercado externo, en una relación
neocolonial en términos económicos y culturales que sobrevive en el siglo XXI.
Solo a partir de allí estaremos en condiciones de comprender la magnitud de la
crisis del presente para fortalecer las posibilidades de derrotar la
restauración conservadora-neoliberal que se fragua en el continente.
Potenciando los proyectos populares y revolucionarios, es la única forma de
evitar el retorno al pasado. No hay tiempo que perder. El debate está abierto.
*Sociólogo, Dr. Antropología
Social, Profesor Universidad de Carabobo
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