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sábado, 16 de noviembre de 2019

La hora oscura de Bolivia



Por Homar Garcés:
El odio de clases, la colinealidad del pensamiento, el racismo y la violencia extrema son los rasgos principales que marcan la acción golpista de la derecha en Bolivia. Rasgos que tienden a repetirse y ser comunes en Venezuela y otras naciones de nuestra América, según un patrón fijado por Estados Unidos, en correspondencia plena con su doctrina de dominación imperialista. Para la clase gobernante estadounidense, la hora oscura de Bolivia es la oportunidad buscada de recuperar el papel preponderante perdido al sur de sus fronteras, en momentos que el gobierno de Donald Trump mantiene su asedio contra el gobierno de Venezuela, Luiz Inácio Lula Da Silva inicia el camino de su liberación total, Mauricio Macri pierde la presidencia en Argentina y la protesta social sigue sacudiendo las calles de Chile.


No causa extrañeza, por consiguiente, que sea derrocado y se le endilgue a Evo Morales Ayma la responsabilidad de todo lo sucedido en su país. De esta forma, los diversos atropellos y violaciones de los derechos humanos perpetrados por grupos vandálicos contra una población mayoritariamente indígena cumplen la finalidad de atemorizar y segregar a quienes defienden al gobierno derrocado; imponiendo una visión sesgada de la realidad y, de este modo, lograr revertir todo aquello logrado durante el mandato presidencial de Morales.

Vistos en conjunto, semejantes rasgos dan cuenta de un perfil de la derecha boliviana abiertamente antidemocrático, en lo que coincide con sus pares de otras naciones, independientemente de cuáles sean la época, sus representantes y su ubicación geográfica. De ahí que, más que preservar derechos democráticos, la derecha protege privilegios, al estilo de los acostumbrados bajo el antiguo régimen colonial. Por eso, la inclusión social, el Estado de derecho y la democracia participativa y protagónica no tienen cabida alguna en su reducido ideario político. Su concepción del Estado conforma un sistema de creencias y actitudes explícitamente excluyente e, indudablemente, racista donde la democracia es concebida como una democracia de espectadores pasivos, carentes de conciencia social y de iniciativas autogestionarias, sólo convocados al realizarse elecciones cada cierto tiempo, ajustadas a sus propias reglas, propicias siempre a la preservación de su hegemonía.

Esto les induce a ver en el resto de la población a una masa ignorante e incapaz de asumir una conducta ciudadana y democrática, lo que les obliga a tratarla con un desprecio poco disimulado, justificando su miseria, marginación y explotación como algo intrínseco a su idiosincrasia; lo que les hace compartir, sin pudor, iguales criterios con quienes dirigen la maquinaria imperialista gringa.        
           
Aunque se niegue, distorsione o invisibilice, en Bolivia existe desde hace largo tiempo una confrontación de clases (de forma similar al resto del continente), puesta de relieve dramáticamente una vez fuera electo Evo Morales presidente, y azuzada desde Washington, contando para ello con un ingente arsenal mediático que cubrió todos los frentes posibles, promoviendo un clima de intolerancia política, con su saldo de destrucción, asesinatos y agresiones físicas contra dirigentes políticos y sociales indígenas; sin merecer una condena categórica de gobiernos y organismos internacionales.    

La reiterada cita de Simón Bolívar respecto a que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de hambre y miseria a los pueblos de América en nombre de la libertad” tiene en la actualidad una evocación de profecía cumplida. Lo ocurrido en Bolivia, al igual que en Honduras, Paraguay y Venezuela, en el pasado reciente, confirma cuánta razón tuvo El Libertador en advertirlo, ya que -a pesar de su negación- el principal beneficiario de este golpe de Estado (lo mismo que cualquiera de los propiciados en toda la historia común de nuestra América) es el imperialismo gringo.

Sus grandes compañías transnacionales estarán prestas, como lo aspiraban, a participar en la rebatiña de los recursos naturales, las empresas y los servicios públicos de la nación andina, subordinando la soberanía boliviana a los intereses geopolíticos y capitalistas estadounidenses. Sin embargo, continuará latente la utopía del pueblo boliviano por hacer realidad su completo reconocimiento, su concepción comunitaria de democracia, la redistribución equitativa de la riqueza y su derecho a la paz; en condiciones de verdadera igualdad y soberanía, como le corresponde a todo pueblo realmente libre. -   
mandingarebelde@gmail.com        

sábado, 6 de octubre de 2018

Venezuela y la relección de Trump


Por Ángel Guerra Cabrera:
Hablar de agredir militarmente a la República Bolivariana de Venezuela se ha convertido en lo más natural en los medios hegemónicos de comunicación. Nada vale para ellos el derecho de los pueblos a su soberanía, a la no intervención, la solución pacífica de las controversias y la no amenaza y no uso de la fuerza, principios que aún forman parte de la Carta de la ONU y de muchas  constituciones, incluida la de México. Principios que no pueden ser condicionados por ningún otro, como los derechos humanos, invocados hipócrita y descaradamente por los neoliberales.

Pues, qué otro patrón de acumulación que no sea el neoliberal, pisotea y viola con más ferocidad y alevosía todos los derechos humanos. Para esos medios tampoco existe la sistemática guerra a que ha sido sometida Venezuela desde hace 16 años.

Estados Unidos es el autor principal en la imposición de este estereotipo a las audiencias de su gigantesca maquinaria mediática, pero también ha contribuido mucho a ello el ahora alicaído Grupo de Lima, cuyos gobiernos fundadores gozan de los más altos grados de impopularidad y repudio en nuestra región. Aunque ahora digan lo contrario, también, por acción u omisión, han llevado mucha agua al molino de la acción militar contra la patria de Bolívar.

Es este contexto, Donald Trump, presidente de la potencia del norte, cargó implacablemente contra Venezuela por enésima vez la semana pasada, ahora en la Asamblea General (AG) de la ONU y luego reiteró a periodistas que todas las opciones están sobre la mesa, todas. Las fuertes y las menos fuertes. En tono amenazante añadió: ya saben lo que quiero decir con fuertes.

Sin embargo, ese mismo día el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, argumentó muy sólidamente ante la AG el mapa de la sistemática agresión de Estados Unidos contra Venezuela en todos los órdenes, particularmente la guerra económica y el daño que ha hecho al pueblo. Venezolano. Maduro denunció el montaje mediático de la supuesta crisis humanitaria y migratoria, así como la actividad para aislar y acosar a Venezuela desarrollada por Washington y sus aliados en el seno de distintas instancias y agencias del organismo internacional.

Puso en evidencia de manera descarnada la activa participación de las autoridades y la oligarquía colombiana en el recientemente frustrado atentado con drones contra su persona y en el entrenamiento durante meses en ese país de los ejecutores.

El mandatario también subrayó que el mismo había sido preparado, planeado y financiado desde Estados Unidos y puntualizó que por vía diplomática Caracas envió a Washington las pruebas y nombre de los detenidos durante la  investigación sobre el intento magnicida. Más aún, solicitó al secretario general de la ONU la designación de un delegado especial del organismo internacional que se ocupe de encabezar una investigación independiente sobre los hechos y  expresó su esperanza de que la FBI acceda a participar junto a las autoridades venezolanas en su esclarecimiento.

Maduro también reiteró su apertura a conversar con Trump. Yo estaría dispuesto –dijo– a estrechar la mano del presidente de Estados Unidos a sentarme a dialogar sobre las diferencias bilaterales y los asuntos de la región, que así sean considerados. A nadie enterado escapa que, por ahora, el más probable curso de acción militar contra Venezuela no es la intervención estadunidense directa.
Caracas es un hueso militarmente duro de roer con su unidad cívico-militar y su armamento, por lo que no debe descartarse una aventura de varios ejércitos de
Sudamérica.

En todo caso, Trump acusó recibo positivamente al ofrecimiento del líder venezolano y se llegó a especular por algunos medios sobre un encuentro bilateral pero nada ocurrió y después el tema ha decaído informativamente. Existen fuertes rumores que achacan la frustración de la eventual reunión a acciones del ex presidente de Colombia Álvaro Uribe y su amigo y aliado el senador Marco Rubio, que habrían animado a la jauría mediática a rasgarse las vestiduras ante la mera posibilidad de la cita. De lo que no cabe duda es que son los legisladores cubano estadunidenses, mejor conocidos como mafia de Miami, y Uribe, los más interesados en promover el ataque a Venezuela en la modalidad que sea posible.

El ex jefe de personal de Obama en la Casa Blanca y alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, declaró hace unos días que Trump podría estar pensando en un ataque a Venezuela antes de las elecciones de noviembre para desviar la atención de los innumerables escándalos y acusaciones que lo acosan. Y es que el inquilino de la Casa Blanca necesita la victoria del Partido Republicano en noviembre para evitar el impeachment y satisfacer su obsesión de ser relecto en 2020.