Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
En 2006 el presidente AUV lanzó un grito de guerra a favor
de lo que se hace por debajo en contra del interés común. En tono desafiante
dijo: “Les voy a pedir a todos los congresistas que mientras no estén en la
cárcel, voten” (AUV,12/02/2006, semana.com), así lo hicieron y después unos
fueron a la cárcel y otros fueron eximidos justamente cuando el jefe
paramilitar Mancuso había anunciado que el 35% del congreso era de ellos.
Esta manera de actuar, de atraer y atar para garantizar el
favor en beneficio propio se ha extendido de empresarios a políticos, de
políticos a políticos y de estos a empresarios, creando una telaraña solida e
indescifrable, que va de lo local a lo regional, cruza lo nacional y atraviesa
transversalmente al planeta del capital, debilitando al estado, asaltando los
bienes públicos y por supuesto afectando negativamente la realización de los
derechos de los más débiles, condenados a ser simples espectadores del inmoral
espectáculo de corrupción, en el que nada o muy poco puede hacer la ley ante el
reinado del dinero. Es preciso advertir que no hay sobornos sueltos, todos
están amarrados a despropósitos planeados, orientados a quebrantar la fortaleza
del estado, a desfalcarlo y a poner en ridículo las capacidades del imperio de
la ley y la justicia.
No es nuevo el uso del soborno para mantener las mayorías de
poder en el estado, las elites hace tiempo optaron por recurrir a esta práctica
siguiendo las enseñanzas del imperio romano, donde las clientelas eran bien
vistas y como describía cicerón de sus políticos: “el primer año en la
provincia servía para robar lo suficiente como para pagar tus deudas, el
segundo año en robar lo suficiente como para hacerte rico, y el tercer año en
robar lo suficiente como para poder sobornar a los jueces y tribunales a los
que te llevaran los ciudadanos por corrupción”.
De Grecia aprendieron a comprar como hicieron con demóstenes
para que callara fingiendo estar enfermo de su garganta y de la naciente
modernidad sacaron la técnica de repartir los “poderosos motivos del capital”,
referidos a la entrega de recursos del estado a cambio de recibir el favor de
los electores y acercar lejanos pueblos, para mantener la supremacía en la
corte. Estos modos de hacer la política fraudulenta, crean fidelidades y gratitudes
por favores logrados a costa de hacer mal uso de los poderes públicos.
Dar y recibir a cambio de favorecer decisiones de estado es
soborno, no hace parte de ninguna libertad económica y es una ofensa a la
humanidad. Afecta la integridad de los bienes con que se realizan los derechos,
además de poner en riesgo la política basada en la verdad que orienta la tarea
del gobernante o funcionario.
El soborno es “la perdida de la virtud del gobernante que
embriagado por el poder pospone la utilidad común al interés propio”,
corrompiendo los cimientos del estado y creando inestabilidad social. Sobornar es usar el poder público para
beneficio privado, es impedir que la sociedad forme ciudadanos éticos,
responsables y comprometidos con el bienestar de la sociedad y lleva a la ruina
al estado, que cada vez se ve más endeudado, menos confiable, más corroído. El
soborno, contraría la dignidad, compra personas para usar de ellas su opinión,
expresión, voz o silencio, tratando al sobornado como una cosa manipulable a la
que se degrada moralmente.
El que soborna busca fijar el imaginario de que el estado es
para aprovisionarse, para robárselo y aparte de delincuente personal, es un
violador de derechos humanos, que prepara minuciosamente las condiciones de su
crimen, en connivencia o con visto bueno del partido político que representa.
El que soborna abusa de la inocencia, ingenuidad y propensión del ser humano a
tener confianza y creer en sus autoridades. El crimen de soborno impide la vida
con dignidad y mantiene al país suspendido en la barbarie y el oscurantismo,
auspiciado por gobernantes que permanecen aferrados a los cargos del estado, en
el que disponen de puestos, contratos y privilegios para enajenar a su antojo
los bienes del estado y de la nación hasta tener al país al borde de la ruina,
sin bienes públicos, sin soberanía, sin aparato productivo, sin respeto por la
vida. Lo paradójico es que los criminales del soborno aún despiertan
credibilidad y hasta admiración, para ser otra vez absueltos, elegidos y
reelegidos.
Los que sobornan tienen obsesión de poder y los que tienen
obsesión de poder terminan sobornando, aprenden a moverse en red, se integran
al sistema de corrupción y actúan al mejor estilo mafioso del que todo lo
compra y todo lo puede, lo que tocan queda contaminado y su sostenibilidad
depende de mantener vigente la mentira y el engaño por encima de la verdad, si
fallan serán un triste y despreciable accidente del que todos los de su clase
querrán tomar distancia. Para el que soborna la única fórmula conocida para
erradicar el mal es sacarlo del poder y eso pueden hacerlo los pueblos.
El sistema capitalista, que ciegamente se aplica Colombia,
es el más peligroso modelo de delincuencia organizada que inspira e incita al
soborno, para controlar los bienes públicos mezclando corrupción y violencia
que les retribuyen a alta velocidad nuevo capital y más poder. La decena de
presidentes comprometidos con corrupción en américa latina, los cientos de
ministros, consejeros, empresarios y respetables señores, hoy cuestionados,
prófugos o encarcelados por abuso del poder, enriquecimiento ilícito, blanqueo
de capitales, papeles de panamá y odebrecht, entre otros casos, tienen en común
el espíritu del delincuente y la coherencia del fascista para creerse infalibles.
En ellos se reafirma la existencia de una clase política y
económica metida hasta el fondo en negocios criminales incubados en el estado
incapacitado para responder por sus obligaciones a la sociedad, pero útil para
mantener los flujos de la economía de mercado global. El gobierno de Colombia
parece haberse especializado en hacer la fina tarea de fragmentar y minimizar
el impacto de los hechos de soborno, de
tal manera que aparezcan como casos simples, aislados y controlables y para
impedir que se tenga el conocimiento propio de la realidad, al país se le ha
conducido a mirar hacia el lado vecino, mientras entre amenazas, represión y
crimen, la corrupción propina nuevas derrotas a la salud, la educación, los
alimentos, en síntesis a las garantías a derechos, que son las primeras
impactadas.
P.D. Ojalá el “sector camionero” no se sume esta vez a la
movilización del 25, ya que no representa a ningún sector social especifico y a
cambio de sumar divide, distrae por su difusa y confusa incidencia (¿es gremio?
)…..
mrestrepo33@hotmail.com
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