Por Ilka Oliva Corado:
Por el gen natural de autodestrucción que tenemos como
humanidad. Ese ego propio, el “yoísmo,” como le llaman en psicología; abarcar
todo lo posible sin importar que el otro se quede sin nada. Partiendo de
ese gen podemos desglosar las distintas vertientes que nos llevan a
tratar de analizar el comportamiento colectivo de nuestras sociedades ante la
política neoliberal que nos arrastra.
Neoliberalismo que siempre ha estado presente porque es
patriarcal y somos sociedades patriarcales por ende los resultados son de
dominio, odio, despojo y manipulación. El patriarcado no solamente es misógino,
también es racista y clasista, terriblemente homofóbico. El patriarcado ha sido
la imposición de la mente colonizada generacionalmente; desde hace más de 500
años, un mal que se ha convertido en genética de nuestra América mancillada y
que gracias a esa idiotización en masa, los resultados son desgarradores para
los pueblos y avaros para los pícaros.
Un neoliberalismo que en nombre de la fe y las religiones
nos divide entre santos y demonios. Todo el que es distinto y se atreve a
pensar por sí mismo, es malaventurado y debe ser castigado por su insolencia;
el castigo es quitarle los derechos, excluirlo y llegar a desparecerlo si su
existencia llega a causar escozor en los planes de saqueo que tienen las mafias
oligárquicas. Resultado de ello, las
dictaduras en el continente y los miles de muertos y desaparecidos.
Los santos vienen siendo quienes van con la corriente,
quienes por haraganería o comodidad no se atreven a pensar ni a cuestionar en voz alta a un
sistema que los jode a ellos también,
porque los robotiza, los coacciona de mil formas, en un tipo de violencia
naturalizada porque es sistemática. Un
tipo de violencia que es renovada constantemente porque es estratégica y busca
mantener a las masas adormecidas, por eso la existencia del consumismo, de las
religiones, de la poralización de los medios corporativos, del sistema de
educación.
El neoliberalismo avanza en el continente porque somos
sociedades insensibles, deshumanizadas, hipócritas, desleales. Sociedades que
prefieren dormir el eterno sueño del vivir de apariencias antes que despertar y
verse en la obligación de actuar; porque actuar exige responsabilidad, ¿y quién quiere ser responsable en una era de
aprovechamiento colectivo?
La responsabilidad de esto es de quienes sabiendo, de
quienes con la capacidad de analizar, de cuestionar, de organizar, prefieren
dormir la mona, porque los beneficia que el sistema excluya a unos y premie a
otros por solapadores. No cabe escudarse
en la ignorancia cuando son beneficiados
por guardar silencio. Alzar la voz es una responsabilidad humana, individual y colectiva.
Debemos ser ríos despiertos, hogueras, mares en
tempestad. Debemos ser semilla, eco de
montañas, caseríos de pueblo honrado, debemos ser la lluvia que hace crecer la
milpa, el abono. El repique constante de la Memoria Histórica, dejar de ser repello para ser cimiento y
adobe. Debemos ser lava de volcán cuando el enemigo ataque y tener la lozanía
de la flor silvestre cuando se trate de
abrazar la causa de la restauración de América Latina originaria.
¿Quién está dispuesto a vivir esa metamorfosis?
ilka@cronicasdeunainquilina.com
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