Por Daniela Saidman:
[Desde la otra orilla]
He visto los jacarandás.
Crecí con ellos en Rosario. En septiembre estallan de índigo las calles. Llevo el color prendido en la memoria, en una larga nostalgia de novios, versos y risas. Volví a encontrarlos en Puebla, de la mano de mi madre. Y en Ciudad de México pude disfrutar de los árboles floreados en el abrazo de un hombre que me arrepiento no haber querido para siempre, porque supo reírse cuando le dije que los jacarandás de mis recuerdos no son las jacarandas mexicanas ni los correctos jarandáes argentinos.
Los míos, los jacarandás memoriosos, son los del color de la
vida que se marchita con el paso de los meses, pero que saben estar siempre en
flor cuando cierro los ojos y después se convierten en una larga alfombra que
me lleva al lugar que habitan los amores correspondidos y los que he gastado de
tanto olvidar.
dsaidman@gmail.com
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