Por Rafael A. Ugalde Quirós.
El culpable de todo esto es el académico norteamericano
Peter Singer (La Nación 15/1/17). El experimentado profesor se quejó de las
noticias falsas en el periodismo actual y el peligro que ello lleva para la
humanidad. Solo pensemos que en el nuevo “gobierno corporativo” de Trump
alguien invente que los rusos impulsaron el botón rojo para el lanzamiento de
cabezas nucleares contra la OTAN. O que Venezuela tiene ojivas nucleares. ¡Dios
mío!
Pero Singer se queda corto en este asunto. Centra muy
inteligentemente su atención en los mensajes contra la candidata presidencial
Hilary Clinton y sus efectos en las elecciones pasadas en que resultó elegido
el millonario Trump. Y advierte sobre lo nefasto que son para la democracia las
noticias falsas, lo cual comparto, claro está, eso sí, desde la perspectiva
latinoamericana y no anglosajona. ¿Por qué suceden estas cosas en el “nuevo
periodismo”?
La filosofía nos ayuda a desentrañar el problema: la
bioética, como rama filosófica, nos da a todos los comunicadores (debería
dárnoslos) los principios para comportarnos en un sistema democrático como
verdaderos seres humanos, a donde nos lleve nuestra labor y con quien estemos;
pero me temo que eso no sucede así porque el periodista no se lo propone. Le
enseñaron a cuidar su zona de confort. Siempre fue así. Cuando el emperador
romano Nerón fue destituido por el Senado, pasaron años sin que las colonias de
la Roma Imperial supieran, porque los rudimentarios medios y comunicadores
doblaron la cerviz al poderoso Senado. Pasaron siglos -hasta nuestros días-
para conocerse dos versiones: por un lado, que Nerón había sido acuchillado, y,
por el otro, que su Guardia Pretoriana había sido sobornada por su protegido,
Ninfidio Sabino, quien ambicionaba convertirse en emperador.
En todo caso, la verdad fue fríamente alterada para ocultar
a las masas la caída a pedacitos de un Imperio, desde cuyo interior ensayaban
las más locas alternativas como soluciones. Me parece que hoy como ayer la
tarea de la bioética periodística ha de ser separar la realidad de la ficción
que crean siempre los distintos intereses para “globalizar” una idea, un
pensamiento. Recuerdo en el 2003, cuando George W. Bush invadió Irak porque “el
dictador Sadam Husein tiene armas de exterminio masivo”, que no hubo un solo
periódico costarricense considerado serio que se preguntara: ¿Y si no las
tiene?. Ni siquiera pasó por la mente de los avezados analistas nacionales la
posibilidad de que la invasión a este enorme país buscara, en caso que las
tuviera, recomponer el mapa militar mundial dividiendo, de hecho como está hoy,
en tres porciones su territorio para facilitar el control de la OTAN.
La realidad y la
ficción siempre existieron; sin embargo, pareciera que en el siglo XXI la
segunda gana peligrosamente a la primera en forma escalofriante. Y digo que la
ficción siempre existió porque quien escribe fue víctima de ella en la entonces
Escuela Mixta de Miramar. Allí me enseñaron, mientras gracias al programa de la
Alianza para el Progreso me daba un bollo de pan con queso amarillo, que “en la
Cuba comunista del dictador Fidel Castro este mataba todos los días un niño
para desayunar, mientras usted tiene un rico pedazo de pan”. –
¿Cierto?, nos preguntaba la niña, y como niños que éramos
contestábamos en coro: -¡Síiiiiiiiiii! Ahora resulta que Hilary Clinton -me
parece que Singer comparte la idea de los hackers rusos contra los demócratas-
perdió las elecciones porque fue infiltrada por los rusos y no por incendiar el
Medio Oriente y África, hacer yunta con los financistas del Estado Islámico y
desatender, entre otros motivos, los pedidos de su rival Bernard “Bernie”
Sanders para que los demócratas detuvieran ya esa carnicería y concentraran su
atención en la enorme clase media estadounidense que la pasa mal, porque el
mundo unipolar, partiendo de un libre comercio no muy libre, “propagan izado”
por consorcios como el New York Times y la CNN, resultó un verdadero chasco
para el Partido Demócrata, porque hoy el mundo globalizado tiene otros
protagonistas “ pesos pesados”.
Además, atendiendo a mi conciencia, digo que Clinton era la
peor candidata, si la comparamos con la inteligencia de Sanders. Nos dejó, eso
sí, un desesperado intento por salvar un imperio con un “gobierno corporativo”,
de muros, de imposición de alianzas, de racismo, religiosidad exacerbada…; en
fin, heredamos un mundo con torturas sociales y en el cual cada 70 minutos cayó
una bomba gracias a una década de Obama, Premio Nobel de la Paz. Y mis colegas
no han dicho -esta boquita es mía.
rafaelangelu@yahoo.com
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