Por Diego Olivera Evia:
Un Mundo en Crisis con la inmoralidad del capitalismo
La realidad de la ONU ha mostrado la careta de las
falsedades políticas, el ataque al gobierno de Venezuela e imputar de crímenes,
apoyando a la derecha del fascista Guaidó, acusando a los chavistas de
criminales, pero la realidad ha mostrado que Guaidó se ha vinculado a los
narcos de Colombia, además robar los ingresos de Venezuela robados por Donald Trump, para la campaña de
desprestigio contra el presidentes Nicolás Maduro, acusado de terrorista y
violación de los derechos humanos, siendo una visión armada para crear una
intervención de EEUU, con varios ataques.
De la misma manera los ataques a Cuba y Nicaragua sufren la violencia, de los ataques de las medidas de Trump, para crear una crisis social y humana, es la realidad de un modelo imperialista, que apuesta a la destrucción para controlar a todos los países de Sudamérica, imponiendo el poder militar de las armas de EEUU, creando crisis de humanidad, y de falsas hipótesis para llevar a la ONU, una visión de hambre y muerte de los tres países de Latinoamérica, que han podido enfrentar los ataques militares de grupos armados, con la violencias de las derechas, que en el marco del apoyo de las mentiras.
La verdad de los crímenes de las derechas
Esta convención tiene como propósito hacer frente a la cuestión
del crimen organizado, que es un tipo de organización que tiene como finalidad
la comisión de delitos en forma sistemática, y, cuyo símbolo paradigmático en
Colombia es, en este momento, Salvatore Mancusso, hombre ligado, según la
justicia italiana, a la organización criminal 'Ndrangheta, que es hoy por hoy
la mayor organización criminal europea y, posiblemente, la segunda a nivel
internacional detrás de la poderosa y poco conocida mafia china.
Hacer frente al crimen organizado es una necesidad básica de
un estado de derecho y en América Latina este problema ha ido en aumento desde
mediados de los años sesenta, cuando fue posible documentar el accionar de la
mafia en Argentina, Paraguay y Perú
Desde entonces el crimen organizado no ha hecho más que crecer en tamaño e influencia y hoy es un problema estructural en México, Guatemala, Perú, Bolivia y, por supuesto, en Colombia.
El crimen organizado en términos de la Convención de Palermo
afecta a los sistemas políticos y militares y produce efectos muy amplios en
los mercados financieros y en la estructura de precios de las materias primas.
Excede en mucho a la sola cuestión del narcotráfico. Este tipo de
organizaciones tienen entre sus negocios más importantes, y por este orden: el
tráfico de mujeres, de esclavos, de niños, de armas y el narcotráfico, entre
una gran cantidad de delitos que son consecuencia de su propio accionar y que
tienen que ver con la administración de sus inmensos beneficios.
El modelo colombiano de impunidad incluye por primera vez en
América Latina la inmunidad expresa de los integrantes del crimen organizado en
forma pública. Los modelos anteriores afectaban directamente a militares,
paramilitares y ejecutores civiles, pero nunca se había planteado en forma tan
pública y desvergonzada que personas como Salvatore Mancuso puedan ser
consideradas dignos de protección por parte del Estado, lo que estaría
convirtiendo al Estado en cómplice del crimen organizado.
Desde esta perspectiva, el modelo colombiano estaría
comprendido en la frase de Jeremy Bentham (1748 - 1832) que tanto hemos usado
en nuestras campaña en contra de la impunidad: "Del poder de perdonar sin
límites, surge la impunidad de la delincuencia en todas sus formas; de la
impunidad de la delincuencia en todas sus formas, la impunidad de todas la
formas de maldad; de la impunidad de todas las formas de maldad, la
descomposición de los gobiernos; de la descomposición de los gobiernos, la
descomposición política de la sociedad".
Esta frase es, desde nuestro punto de vista, el paradigma
jurídico y social al que tiene que hacer frente la sociedad colombiana en su
conjunto y muy especialmente el sistema de justicia y los activistas de
derechos humanos y libertades civiles, con el apoyo de las organizaciones del
resto de América Latina, Europa y los Estados Unidos que están aún dispuestas a
defender los principios de paz con justicia y libertad.
Sin embargo para la ONU los crímenes de lesa humanidad, el terrorismo de estado como EEUU y la Unión Europea usa la violencia e intervenciones en países, creando ataque militares y tratar de controlar al planeta, las continuas sanciones de Trump marcan el concepto de violar los derechos humanos, como en el Medio Oriente, han sido los ataques a Palestina, por los sionistas y asesinos militares, los robos de petróleo en las naciones, ocupando territorios con la venia de la ONU, ahora intentando acusar a Venezuela mientras dejan las manos libres a terroristas como crímenes de Colombia, Chile, Brasil, Bolivia y Paraguay libres del control de la ONU
Un Mundo en Crisis y la inmoralidad del capitalismo
El capitalismo enfrenta al menos tres grandes crisis: una
crisis sanitaria inducida por la pandemia, que rápidamente encendió la mecha de
una crisis económica con consecuencias todavía desconocidas para la estabilidad
financiera, y todo esto en el contexto de una crisis climática que no admite
respuesta dentro del paradigma actual (business as usual). Hasta hace apenas
dos meses, las imágenes inquietantes de trabajadores agotados que colmaban los
medios noticiosos no eran de personal médico, sino de bomberos.
Esta triple crisis ha revelado varios problemas en el modelo
de capitalismo actual, que deben resolverse íntegramente mientras al mismo
tiempo enfrentamos la emergencia sanitaria inmediata. De lo contrario, solo
resolveremos problemas en un lugar y crearemos nuevos problemas en otro. Es lo
que sucedió con la crisis financiera de 2008. Las autoridades inundaron el
mundo de liquidez sin dirigirla hacia buenas oportunidades de inversión; eso
llevó a que el dinero fluyera de nuevo hacia un sector financiero que fue (y
sigue siendo) incapaz de cumplir su función.
La crisis del coronavirus está exponiendo todavía más
defectos en las estructuras económicas, en particular la creciente precariedad
del trabajo, debida al surgimiento de la economía de plataformas y a décadas de
deterioro del poder de negociación de los trabajadores y las trabajadoras. Para
la mayoría de la gente, el teletrabajo sencillamente no es opción; y si bien
los gobiernos están dando alguna ayuda a los trabajadores con contrato formal,
los autoempleados podrían quedar abandonados a su suerte.
Peor aún, los gobiernos están dando préstamos a las empresas
en un momento en que la deuda privada ya se encuentra en un nivel
históricamente alto. En Estados Unidos, la deuda total de los hogares justo antes
de esta crisis era de 14,15 billones de dólares (1,5 billones de dólares más
que en 2008, en términos nominales). Y no olvidemos que un alto nivel de deuda
privada provocó la crisis financiera global.
Por desgracia, durante la última década muchos países
aplicaron medidas de austeridad, como si la deuda pública fuera el problema. El
resultado fue un debilitamiento de las mismas instituciones públicas que
necesitamos para superar crisis como la pandemia de Covid-19. Desde 2015, el
Reino Unido redujo el presupuesto sanitario en 1.000 millones de libras (1.200
millones de dólares), lo que aumenta la presión sobre los médicos en formación
(muchos directamente abandonaron el Servicio Nacional de Salud) y reduce las
inversiones a largo plazo que se necesitan para que los pacientes reciban
tratamiento en establecimientos seguros, modernos y bien provistos de personal.
Y en Estados Unidos (que nunca tuvo un sistema de salud pública bien
financiado) la administración Trump lleva tiempo tratando de recortar fondos y
capacidades a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades
(CDC), además de otras instituciones cruciales.
Como si estos daños autoinfligidos no bastaran, un sector
empresarial excesivamente «financiarizado» ha estado extrayendo valor de la
economía para premiar a los accionistas con planes de recompra de acciones, en
vez de apuntalar el crecimiento a largo plazo invirtiendo en investigación y
desarrollo, salarios y capacitación de los trabajadores. Eso dejó a los hogares
desprovistos de colchones financieros, lo que les dificulta el acceso a bienes
básicos como la vivienda y la educación.
La mala noticia es que la crisis del coronavirus está
exacerbando todos estos problemas. La buena noticia es que podemos usar el
estado de emergencia actual para comenzar a crear una economía más inclusiva y
sostenible. No se trata de postergar o impedir el apoyo estatal, sino de
estructurarlo correctamente. Tenemos que evitar los errores de la era post
2008, cuando los programas de rescate permitieron a las corporaciones aumentar
todavía más sus ganancias al terminar la crisis, pero no sentaron las bases
para una recuperación sólida e inclusiva.
Esta vez, las medidas de rescate sí o sí tienen que ir
acompañadas de condiciones. Ahora que el Estado va a ser otra vez actor
principal, hay que darle el papel del héroe, no el del ingenuo que paga los
platos rotos. Eso implica proveer soluciones inmediatas, pero pensadas de modo
tal que sirvan al interés público en el largo plazo.
Periodista, Historiador y Analista Internacional
*diegojolivera@gmail.com
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