Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Aunque se trata de días con distinto significado, en el 18 y
el 19 de septiembre se realizan las Fiestas Patrias de Chile. Quizás su coincidencia radique en que ninguno
de estas fechas hace referencia a la verdad histórica de nuestro país, cuando
se sabe que la auténtica independencia nacional se obtuvo solo ocho años después
de 1810, y las llamadas “glorias del Ejército” realmente no son tales porque
los que se merecen reconocimiento, en justicia, son los miles de compatriotas
en armas, sobre todo civiles, que lograron nuestra Emancipación de España el 12
de febrero de 1818. Efeméride que aparece casi inadvertida en nuestro
calendario cuando fue entonces que Bernardo O´Higgins firmó en acta de la
Independencia, acto que ni siquiera tuvo lugar en la Capital. Todos sabemos,
además, que las FFAA chilenas tienen un enorme prontuario de horrendos crímenes
cometidos contra nuestra propia población; esto es, suman muchos más muertos y
víctimas entre los chilenos que en los conflictos bélicos con los países
vecinos.
En general, los historiadores coinciden que en 1810 lo que
hubo fue una asamblea de personas de la alta sociedad santiaguina que, sin
proponerse nuestra soberanía, en realidad se auto convocó para manifestar su
adhesión a Fernando Vll (denominado el rey Felón) mientras durase el cautiverio
impuesto por la invasión napoleónica que instaló en el trono español al hermano
de Napoleón (Pepe Botella). No más de unos cuatrocientos notables que se
propusieron administrar el país solo a la espera del retorno del Monarca Borbón
al poder.
Es lamentable, pero son pocos los chilenos que saben
realmente lo ocurrido en 1810 y 1818, como a lo largo de nuestra trayectoria
republicana. Sin embargo, se asume que durante estos días de septiembre el país
goza de todas las dispensas para celebrar, organizar fondas, paradas militares
y un rutinario conjunto de festividades que concluyen siempre en una gran
borrachera nacional, una desenfrenada comilona y excesos que se prodigan todos
los años en crímenes, riñas, accidentes
del tránsito y, como lo destacan algunos nutricionistas, en un enorme consumo
de alcohol, grasas y otras vituallas que
provocan el aumento de dos o tres kilos de promedio en el peso físico de
la población. No está de más recordar que, en materia de salud, es la obesidad
la más grave de nuestras pandemias, si consideramos el número de enfermos y
decesos que se le derivan o asocian.
A pesar del estado de emergencia impuesto por las
autoridades para encarar la pandemia, como la gran cantidad de cuarentenas y
confinamientos decretados en todo Chile, el gobierno de Piñera no quiere que
las Fiestas Patrias de este año sufran demasiadas privaciones, por lo que ha
decidido restablecer una serie de derechos sociales por varios meses
suspendidos, a fin de que durante los días dieciocheros el país pueda
resarcirse de tanto tiempo de restricciones. Favoreciendo sin ambages el consumo
de toda suerte de comidas y bebidas por lo general nocivos para la salud y el
orden público. En la esperanza, también,
de que el consumismo mejore las amilanadas cifras de nuestra economía.
Los hospitales y los servicios médicos deberán aprontarse
para atender las más diversas emergencias sanitarias más allá de la infección
por el virus “chino”, como algunos siguen llamándolo, y que ha demostrado que
Chile es uno de los países de la Tierra menos solventes para combatirlo, sin
consideramos nuestra discreta población. Los epidemiólogos advierten el riesgo
de que en estos días se produzcan muchos rebrotes del contagio a causa de las
fiestas, aglomeraciones y excesos, aunque las tradicionales fondas se han
prohibido y los desfiles militares ya no se realizarán en estas mismas fechas.
Muy a pesar de la alta oficialidad que ve en estas marciales presentaciones
casi su única razón de seguir existiendo y poder gastar los millonarios
recursos asignados por un Estado que dice representar a todos sus habitantes. A
no dudarlo, el distanciamiento social y las mascarillas van a relajarse con
mucho en estas celebraciones…
Posiblemente, Piñera y sus ministros ven oportunidad en que
el jolgorio patriotero les haga recuperar algunos puntos de aprobación en las
encuestas, donde su exiguo crédito social luce prácticamente irremontable. Sin
embargo, es notorio que los sectores más recalcitrantes del oficialismo abrigan
el deseo que la infección por el COVIB se intensifique, y ello pueda darle
pretexto al gobierno y a las cúpulas políticas para postergar el Plebiscito
Constitucional. Un proceso que en octubre próximo augura el triunfo de quienes
quieren una nueva Constitución y cuyo contenido sea definido únicamente por
ciudadanos democráticamente electos y mandatados para discutir y redactar la
nueva Carta Magna.
Por lo mismo que el Ejecutivo se opone a legislar sobre la
posibilidad de que sufraguen los infectados por el virus tanto de forma
presencial o remota como ocurre en otros países. De manera que en caso que la
consulta electoral no pueda impedirse o posponerse, solo asistan a votar los
más atrevidos y una alta abstención ciudadana deslegitime el proceso
constituyente.
Debemos estar atentos.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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