Por Rolando Prudencio Briancon:
No me canso de decir que el planeta no sólo que está
viviendo como nunca antes esta pandemia, sino está también viviendo otra
paradoja que la asola, como es el hecho de que; el hasta ahora hombre más
poderoso del planeta, ha llegado a esconderse como una rata, en el último
agujero de la Casa Blanca.
Así es como después de que el pasado sábado Trump no se cambiaba
por nadie manifestando su complacencia por el lanzamiento del Space X al
espacio desde el Centro Espacial Kennedy diciendo:
"Nadie lo hace mejor que nosotros. Esta genialidad se
ha dado bajo nuestra administración que ha puesto a los EE.UU., a liderar el
espacio"; en menos de 48 no solo que ha cambiado su actitud arrogante,
sino hasta el lugar desde donde gobernaba como es el salón oval desde donde
gobierna, al bunker donde se ha recluido.
Y es que son las actitudes, los comportamientos de las personas
las que dan crédito al liderazgo que tiene una autoridad, y que en el caso de
Trump, no se trata de una autoridad más, sino la más poderosa -en términos de
su liderazgo- del mundo, pero cuyo comportamiento no es más que el del vulgar
vanidoso; y que ha perdido además toda iniciativa como líder sobre las
problemáticas y crisis que vive la humanidad; como también las que en su propio
país se viven las oleadas de indignación social por la muerte de George Floyd.
Esa es la razón por la que Trump no ha dado talla para una
actuación que esté a la altura para afrontar y apaciguar los ánimos -que es lo
que le toca a un verdadero líder- de los estadounidenses tras el estallido
social que se ha producido por la muerte de George Floyd en la mayoría de los
Estados de la Unión, limitándose a echar gasolina al fuego, cuando haciendo un
autoritario alarde, ha dado la orden ejecutiva al Ejército estadounidense de
que sean: "duros y fuertes" cuando repriman a los vándalos
"antifa" de la izquierda ultra radical. Es más, ha recriminado a los
agentes de seguridad estadounidense, señalando: "La mayoría de ustedes son
débiles, deben ser fuerte".
Así mismo, y en otro histérico impromptu les ha dicho a los
gobernantes de las ciudades donde se desatado las manifestaciones: "Ustedes
están quedando como tontos al no llamar a la guardia nacional. Deben meter a la
cárcel por lo menos 10 años a los manifestantes". Y por si le faltara
modestia a sus delirios de grandeza, al estilo de Luis XIV ha sentenciado
señalando: "Soy el presidente, la ley y el orden"
Pero estas altisonantes y absolutistas declaraciones no
guardan correspondencia con el comportamiento cobarde que ha tenido el domingo,
después de ocultarse en el bunker de la Casa Blanca, conocido técnicamente como
Centro Presidencial de Emergencia (PEOC), construido bajo el
ala Este de la Casa Blanca.
Es una incógnita saber; cómo concluirá esta eclosión social,
pero deja varias lecciones. Una de ellas que el racismo debe ser una lucha sin
cuartel. Pero además que el poder es efímero y a la vez sarcástico, pues puedes
estar hoy tocando hoy en el cielo, y mañana ocultándote en el último agujero
ante el verdadero poder del pueblo.
prudenprusiano@gmail.com
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