Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Una vez más los acontecimientos recientes en Estados Unidos
han sido expresión de una diversidad extrema de comentarios en los medios de
comunicación y en las redes, una vez más las opiniones van desde las más
apocalípticas hasta las que suponen que todo ha sido una táctica de Trump para
salir de la catástrofe en la que ha sumido a su país tras el desastroso manejo
de la pandemia del Covid 19.
Se menciona que Estados Unidos ha entrado en una etapa “de
revolución indetenible” y que el “pueblo” se cansó del sistema y ha salido a
las calles a manifestarlo. De la misma manera, se asume que la violencia es
expresión del hartazgo de los ciudadanos por un “sistema que los oprime”. Me
parece que esos puntos de vista exponen excesos en el análisis o incluso
expresión del deseo de que el imperio sufra un remezón en sus entrañas.
Pero hay que ser objetivo, las rebeliones de los negros de
Estados Unidos o afroamericanos como se denominan ellos a si mismos son
recurrentes a través de la historia. La independencia obtenida en 1776 no
cambió la institución de la esclavitud presente desde los inicios de la colonia
a comienzos del siglo XVII, aunque ya los españoles habían traído negros de
África para ser esclavizados en sus territorios coloniales que después pasaron
a formar parte de Estados Unidos. Tampoco la constitución de 1787 trajo
modificaciones en la “corporación esclavista”. Al contrario legalizó y legitimó
la opresión contra los negros.
Las primeras y más importantes rebeliones de negros esclavos
vinieron a tener lugar apenas a comienzos del siglo XIX. Fueron las dirigidas
por Gabriel Prosser en Richmond, Virginia en agosto de 1800, Denmark Vessey en
Charleston, Carolina del Sur en junio de 1822
y la de Nat Turner, en
Southampton, Virginia en agosto de 1831.
La esclavitud vinculada al feudalismo se transformó en un
freno para el desarrollo capitalista de un país que ambicionaba ser una gran
potencia imperialista mundial. Fue necesaria una guerra, llamada de “secesión”
porque los once estados que defendían el esclavismo quisieron crear un nuevo
país. El triunfo de los estados de la Unión y del capitalismo que propugnaban
legitimaron el racismo, la exclusión, la represión y el menosprecio de los
negros como atributo del modelo económico y político que había vencido, aunque
se otorgaron algunos derechos civiles a los negros que por obra de la guerra
habían sido liberados de la esclavitud.
Como recuerda el historiador estadounidense Morris Berman en
su obra ”Las raíces del fracaso americano”, incluso Abraham Lincoln,
considerado el apóstol de la lucha contra la esclavitud en Estados Unidos dijo
en su discurso de la sesión especial del Congreso el 4 de julio de 1861, que no
tenía “la intención directa e indirecta de interferir con la esclavitud en
Estados Unidos donde quiera que exista”. De manera que es falso que la guerra
se haya librado para liberar a los esclavos como lo señala la historia oficial,
sino que respondía a la clara intención de evitar el plausible objetivo de
evitar la secesión. Berman señala que Lincoln ya había dejado claro que no era
favorable a la igualdad social y política de los negros “de ninguna forma”. Si
esa fue la opinión del presidente que “abolió” la esclavitud, podríamos
preguntarnos entonces ¿qué se puede esperar de otros?
Desde ahí hasta la muerte de George Floyd el pasado el 25 de
mayo de 2020, en Powderhorn, Minneapolis han pasado más de un siglo y medio de
continuos levantamientos de los negros americanos en su lucha contra la
exclusión y la discriminación.
Pero salvo en casos muy específicos, la lucha racial no ha
pasado de ser eso: movimientos espontáneos de rechazo desesperado cuando el
abuso pierde incluso la cordura que la formalidad de la sociedad blanca les
impone.
Ayer, en una entrevista para “la iguana.tv” el periodista
venezolano Clodovaldo Hernández expresaba que: “Hay quienes dicen que esta ola
de disturbios y protestas hunde definitivamente a Donald Trump, quien se
encamina a perder las elecciones. Otros aseguran que lo fortalece porque
radicaliza las posiciones y él vive del radicalismo” y me preguntó cual era mi
criterio respecto de si Trump ganaba o perdía con este giro inesperado de la
campaña.
He aquí mi respuesta:
“Lo primero que hay que considerar es que los negros en
Estados Unidos representan 13% de la población. Y ese segmento es
abrumadoramente votante del Partido Demócrata. Entonces, en términos
electorales, Trump está agrediendo a un sector opositor, que ya no le favorecía
antes de estos eventos.
Por otro lado, en términos más estructurales hay que decir
que el racismo es un fenómeno permanente en EEUU, es intrínseco a ese país. Yo
era un niño entonces, pero recuerdo que en los años 60 estaba aquel movimiento
de Panteras Negras, que incluso asumió la lucha armada y llegó a adquirir gran
fuerza, sobre todo en las Olimpíadas de México de 1968, cuando los atletas
estadounidenses negros ganadores de medallas alzaban el puño y miraban al piso
mientras sonaba el himno. Eso demostraba la raigambre del movimiento. Pero
siempre estuvo circunscrito a los negros.
Cada cierto tiempo, cuando ocurre este tipo de hechos, como
el que acaba de pasar ahora, sucede lo mismo con mayor o menor fuerza. Esta vez
ha sido muy fuerte, mucha gente lo compara con lo que ocurrió después del
asesinato de Martin Luther King. Pero sigue siendo un movimiento racial, no
tiene ninguna otra connotación. Se circunscribe a un sector minoritario de la
población de EEUU.
No hay que confundirse. Hay gente hablando de revolución en
EEUU y de crisis del sistema político. No hay que equivocarse pensando que esto
lleva a las puertas de una rebelión social que vaya a producir cambios
sustanciales. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los negros en EEUU
votan por el Partido Demócrata, pero en las internas se inclinan por la derecha
demócrata. En esta ocasión, le dieron el apoyo a Joe Biden en contra de Bernie
Sanders.
Así que tampoco podemos engañarnos pensando que se trata de
negros libertarios, antisistema. No. Son negros que están luchando, y es bueno
que lo hagan, en función de los intereses de su raza, que es discriminada,
explotada, expoliada, lo cual se manifiesta en la pandemia, cuando, siendo
apenas 13% de la población global [de EE.UU], son entre 24% y 25% de los contagiados, es decir, el doble de la
proporción.
En EEUU han creado una serie de mitos sobre el supuesto fin
del racismo. El tercer lunes de enero celebran el Día de Martin Luther King,
que es feriado a escala nacional; en el béisbol, el 15 de abril todos los
peloteros usan el número 42, por Jackie Robinson, que fue el primer
afroamericano al que le permitieron jugar en las Grandes Ligas. Pero,
finalmente, a esos mismos negros los montan en un barco y vienen a invadir a
Venezuela sin problema. Ninguno de sus líderes tiene la entereza, la estatura
moral, la fuerza de ideas que tuvo Muhammad Alí, que siendo el boxeador más
grande de la historia, renunció al título mundial, fue a la cárcel y fue
sometido a persecuciones porque se negó a participar en una guerra en la que no
creía, la de Vietnam.
Tampoco olvidemos que Obama es negro y fue el que inició la
persecución contra Venezuela en las dimensiones que tenemos ahora. ¿Dónde están
Obama y otros negros, como Condoleezza Rice y el general Colin Powel? Están en
el bando de los poderosos, del sistema, de los opresores. Entonces, creo que la
respuesta de Trump es calculada, en el sentido de que está golpeando a una
población que no le favorece y está incentivando acciones que son bien
recibidas por ese sector de la población, los WASP (blancos, anglosajones y
protestantes, el segmento más conservador [de la sociedad]).
Los negros en EEUU, además, no tienen ningún tipo de
conciencia de clase, están en contra de los latinos, persiguen a los
inmigrantes. No estamos hablando de una revolución social o política, sino, si
acaso, de una rebelión racial. Al único que he escuchado planteando esto en
términos políticos sustanciales, en términos de clase, es al director de cine
Spike Lee. Hizo un planteamiento sólido. Todos los demás lo han hecho en
términos de la marginación de los negros, pero no en términos del sistema y de
la estructura del capital. Entonces, insisto, no va a significar grandes
cambios sociales y políticos porque para ello tendrían que incorporarse los
marginados, las mujeres, los inmigrantes y los desempleados, que son millones,
pero obviamente no han estado en estas protestas”.
Ante otra pregunta del periodista agregué que: “…Ayer [Joe]
Biden se reunió con unos líderes negros y su propuesta fue que si llega a la
presidencia, dará instrucciones para que la policía no les dispare [a los
manifestantes] al pecho, sino a las piernas. Y dijo que buscará el control del
armamento de los ciudadanos. Esa es una jugada electorera de un candidato mudo,
que no ha aparecido en todo el Covid-19.
Yo creo que todo eso es calculado [por Trump] porque sabe
que en EEUU hay un gran fervor por el uso de las armas y es una mayoría tan
aplastante la de los blancos que nadie se atreve a desafiarla. Además, a ese
grupo se sumarán seguramente los latinos y otros, en el caso de que haya un
conflicto violento racial. Por eso, en esa hipótesis, los negros serán
aplastados, a un costo de miles o de cientos de muertos. Si Trump dijo que era
aceptable que por el Covid-19 murieran 200 mil personas, que mueran 100 mil
negros no es una cosa que le pueda preocupar mucho”.
sergioro07@hotmail.com
MUY BUEN ARTICULO Y TOTALMENTE DE ACUERDO CON DICHAS OPINIONES CON RESPECTO A LO QUE OCURRE ACTUALMENTE EN LOS ESTADOS UNIDOS
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