Por Homar Garcés:
Venezuela ha sido víctima de diversas formas de agresión por
parte de Estados Unidos, indistintamente de quién se halle ocupando la Casa
Blanca, en una estrategia combinada de acciones que incluye la puesta en marcha
de una diplomacia siempre amenazante y el respaldo abierto a bandas armadas
(con captación de delincuentes comunes, ligados al narcotráfico colombiano)
que, de una u otra forma, contribuyan a la sustitución del gobierno de Nicolás
Maduro por uno más acorde a sus intereses. Ahora, en medio de la pandemia del
Covid 19, Venezuela se ve acosada por grupos de mercenarios, entrenados,
equipados y financiados por el régimen imperialista estadounidense y sus
gobiernos satélites de este continente, creando una situación similar a la
experimentada década atrás por Cuba y Nicaragua, sólo por el hecho de no
compartir la ideología que profesan sus líderes.
Asimismo, la utilización de mercenarios recuerda lo acaecido
en Libia. Sin embargo, a diferencia de aquel escenario, las tácticas de los
cipayos de este país se han caracterizado por un reiterado fracaso, teniendo a
su favor que sus principales representantes se mantienen en libertad, en una
inexplicable impunidad que es acremente cuestionada desde hace tiempo por la
mayoría de la población venezolana. Todo ello en el marco de los planes
estadounidenses para derrocar, primero al gobierno de Hugo Chávez y,
actualmente, a Maduro, teniendo como clímax el golpe de Estado propiciado el 11
de abril de 2002, gracias a la acción concertada de los medios televisivos al
servicio del antichavismo que le hicieron ver al país y al resto del mundo una
realidad distorsionada, pero ajustada a su objetivo de tomar el poder.
Como ingrediente adicional, el régimen de Donald Trump ha
endurecido y extendido las sanciones económicas que iniciara Barack Obama al
calificar a Venezuela como una amenaza contra la seguridad de Estados Unidos,
lo que se ha manifestado en dificultades para acceder a diferentes rubros e
insumos necesarios para la actividad económica venezolana, pretendiendo de esta
forma ahogar la economía nacional y estimular el descontento popular, de manera
que este sea el caldo de cultivo para un alzamiento general que permita a
Estados Unidos y a sus gobiernos satélites intervenir sin pudor alguno en los
asuntos internos de Venezuela, tal como ya lo hacen ver cada vez a través de
todos los medios de información. Esto último hizo que mucha gente migrara,
atraída por las ofertas de bienestar y de apoyo de los gobiernos del
continente, en una jugada que buscaba estimular un éxodo masivo de familias
venezolanas que sirviera de excusa para condenar internacionalmente a Maduro y,
finalmente, desalojarlo de la presidencia.
Con lo que no han contado (ni medianamente entendido) la
cúpula política imperialista y los cipayos dentro y fuera del país es que la
mayoría del pueblo venezolano tiene tras de sí una larga historia de luchas por
su emancipación integral, lo que terminó de confirmarse al producirse la
rebelión popular del 27 de febrero de 1989 cuando se le quiso imponer el
paquete de medidas económicas neoliberales del Fondo Monetario Internacional
como también al votar masivamente por Chávez en cada elección presidencial.
Aun arrastrando todas las penalidades creadas por el
resentimiento y la ambición de poder de la oposición derechista, esta mayoría
sabe que bajo un gobierno dirigido desde Washington no serán respetadas las
diferentes conquistas sociales, políticas, culturales y económicas alcanzadas
al amparo de la Constitución bolivariana y la democracia participativa. Y no
porque exista un adoctrinamiento efectivo de parte del chavismo sino porque ha
sido la misma derecha cipayo quien lo expresa con su discurso y su violencia
racista, adosados a un repudio pertinaz de la Constitución vigente. Ante un
panorama donde se deroguen todos los logros (aún limitados) de la democracia
participativa, los sectores populares optan por mantener su amplio respaldo a
Maduro y al chavismo.
Quienes ignoran, a propósito, e inconscientemente, la
historia de luchas del pueblo venezolano no sabrá explicarse a sí mismos y a
los inquilinos de la Casa Blanca el porqué de su continuo fracaso. Incluso,
habría que advertir que otro tanto ocurre con un porcentaje de
"líderes" chavistas que se mantienen aferrados a las viejas
estructuras del Estado burgués liberal, pero esto ya sería otro tema pendiente
por abordar. Mientras tanto, la realidad que confrontan mercenarios, cipayos y
afines, bajo la tutela directa del régimen imperialista gringo, no es otra que
la de un pueblo consciente de los pasos necesarios para alcanzar sus ideales de
democracia participativa y protagónica, de autodeterminación y de soberanía; al
contrario de aquellos que anhelan su total sumisión y exclusión del escenario
público. Materia que les cuesta mucho asimilar a sus contrarios.
mandingarebelde@gmail.com
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