Por Homar Garcés:
A diferencia de lo que representa la empatía a nivel
general, el sistema capitalista globalizado prioriza la satisfacción compulsiva
del individuo a costa del interés y de las necesidades colectivas. De ahí que
poco les importa a sus principales beneficiarios y auspiciadores que exista una
asimetría social y económica que pone en entredicho las supuestas bondades que
se generarán para todos de implementarse y acatarse sin ninguna oposición sus
postulados fundamentales. Por ello, cualquier referencia a la justicia social,
a la emancipación de los pueblos, a la democracia participativa y a la
transformación estructural del Estado (esto último, orientado a asegurar de
manera efectiva el ejercicio de la soberanía de las mayorías populares) es
percibido como un atentado a la estabilidad, a la libertad y a la paz que
defienden las clases dominantes de la sociedad, enlazadas éstas en un extenso
conglomerado empresarial, cuyo objetivo primordial es la obtención de
cuantiosas ganancias cada día.
Para el neoliberalismo económico globalizado es vital que la
humanidad se envuelva en un proceso creciente de hiper consumismo, incluso a
riesgo de agotar por completo los recursos naturales y poner al borde de la
extinción total a cualquier forma de vida existente sobre la Tierra. También
estimula la auto explotación entre las personas, independientemente de cuál sea
su profesión u oficio, lo que le garantiza al capitalismo globalizado un nuevo
ciclo de existencia, dando la impresión que evoluciona; permitiéndose al mismo
tiempo deshacerse de los derechos laborales que fueran conquistados a sangre y
fuego por las masas trabajadoras desde hace más de un siglo.
A ambas realidades se suma (ahora con mejor justificación,
gracias a la pandemia del Covid 19) el miedo al otro, expresado en el rechazo
(empapado de innegable racismo) de europeos y norteamericanos al ingreso de
inmigrantes a sus respectivas naciones, al margen de cualquier noción y respeto
del derecho internacional y de los derechos humanos; cosa que se ha extendido y
manifestado con inusual virulencia en contra de la diáspora de venezolanos y
venezolanas que buscaron mejores horizontes al sur de nuestra América, víctimas
de un endorracismo inculcado por políticos y medios de información interesados
en desviar la atención de sus conciudadanos hacia problemas locales acuciantes
y explosivos.
En un sentido amplio, de acuerdo con lo determinado por el
filósofo surcoreano Byung-Chul Han en sus estudios respecto al tipo de sociedad
en que vivimos, en la actualidad se está instaurando una estrategia de dominio
global que se basa en la separación de lo público de lo privado, lo que ha
logrado que mucha gente esté más motivada a elevar su desempeño y
potencialidades particulares a fin de disfrutar al máximo el éxito y el reconocimiento
que le augura el capitalismo globalizado, pero sin llegar a involucrarse en las
luchas reivindicativas de nuestros pueblos, excusándose de obedecer a cualquier
moralidad opuesta que lo impida. Esto explicaría el por qué muchas personas le
presten escasa atención a los problemas sociales, por muy simples que sean,
adoptando posiciones que contradicen en un gran porcentaje la ideología que
defienden (aunque éstas no sepan definirla como tal ni les importe hacerlo).
Así, situaciones trágicas como las padecidas cotidianamente por las poblaciones
de Yemen, Haití o Palestina no merecerán la misma atención que el atuendo o la
extravagancia pública de algún cantante o estrella de cine de moda. Igual
sucede con las afirmaciones y las negaciones extremas que se filtran por medio
de las diferentes aplicaciones de internet, lo que conspira contra toda
posibilidad de crear espacios y actitudes de sociabilidad, es decir, la
posibilidad de emprender una mejor comprensión del mundo que nos rodea, de modo
que éste sea transformado colectivamente.
Queda concluir entonces que, frente a esta estrategia de
dominio global (para muchos, todavía imperceptible) se debe erigir y defender
la empatía popular. Ésta es parte de la historia común de las luchas y las
resistencias protagonizada por nuestros pueblos, cuya trascendencia es
minimizada por quienes pretenden sojuzgarlos en provecho propio, haciéndoles
creer -gracias a su influyente industria ideológica- que sus acciones
benefician a todos y fortalecen la estabilidad democrática en cada uno de
nuestros países.
mandingarebelde@gmail.com
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