Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Hace unos días fui invitado a impartir una conferencia en un
diplomado sobre planificación y cooperación internacional. Me pidieron que
expusiera sobre las dinámicas principales de las relaciones internacionales y
las variables que se deben manejar para comprender tales escenarios.
Comencé diciendo que respecto de la guerra fría cuando la
bipolaridad hacía que el análisis fuera mucho más simple y acotado, en el mundo
de hoy era sumamente complejo esbozar una opinión seria, comedida e informada.
Aludía a la superposición y multiplicidad de variables que participan de los
procesos, en los que a diferencia del pasado, la simplificación propia del mundo
bipolar cuando se caracterizaba a los actores como “buenos o malos”, no ofrece
perspectivas de estudio atinadas en el presente.
Y afirmaba que el mejor ejemplo de esta aseveración es lo
que ocurre en el Asia occidental, (llamada Medio Oriente desde la perspectiva
eurocéntrica) el Asia central y el norte de África donde están ocurriendo tal
cantidad de eventos simultáneos que registrar correctamente la dirección hacia
donde apuntan ha devenido -desde mi perspectiva- en el problema más complejo
desde fines de la guerra fría, hace alrededor de 30 años.
Sin embargo, vale decir que la situación de esta región del
mundo está fuertemente interrelacionada con la política exterior de Estados
Unidos. En este sentido, la potencia norteamericana debe moverse desde hace 70
años a partir de la necesidad de mantener el equilibrio complejo entre
intereses de diversas índole, los que a
pesar de actuar en una perspectiva única de sostenimiento del modelo, generan
tirantez y producen contradicciones que impiden un desarrollo lineal a su
favor.
Estos intereses son, en primer lugar los de las compañías
transnacionales especialmente las de armamento y energía, así como el sector
financiero. En segunda instancia se mueve el lobby sionista que no
necesariamente coindice con los objetivos de los primeros y en último lugar los
intereses reales de los ciudadanos que son los que “ponen los muertos” en todas
las guerras libradas por Estados Unidos y pagan con sus impuestos la
permanencia de grandes ejércitos en la región, lo cual no siempre es
comprendido, sobre todo por los jóvenes.
En la coyuntura, el gobierno de Trump está trabajando en
primer lugar a favor de los intereses sionistas habida cuenta que su política
hacia el Asia Occidental es manejada por su yerno Jared Kushner, un conocido
militante sionista, cuya esposa, la hija del presidente estadounidense se
convirtió al judaísmo cuando contrajo matrimonio.
Kushner ha llevado a Trump a tres sonados fracasos de la
política exterior de Estados Unidos: el “Acuerdo del siglo”, supuesto plan de
paz para el Asia occidental; el reconocimiento de Jerusalén como capital del
Estado sionista trasladando su embajada a esa ciudad, y el apoyo a la
apropiación israelí ilegal de las mesetas del Golán sirias. Salvo muy contadas
excepciones, ni la ONU, ni la aplastante mayoría de países secundaron tales
decisiones lo que representó contundentes derrotas para la diplomacia imperial.
El fiasco de estas decisiones apuntaban a darle apoyo a su
cuestionado socio Benjamín Netanyahu en su afán de mantenerse en el poder, toda
vez que el aún primer ministro israelí sostiene a su gobierno, apenas con
alfileres. La Lista Conjunta, alianza de partidos árabes anunció su decisión de
construir una coalición con el principal opositor a Netanyahu, el ex general
Benny Gantz, con lo cual éste cosecharía 59 votos en la Knéset (parlamento
israelí), superiores a los 58 del primer ministro, quedando 3 diputados por
definir su posición.
La no aceptación de esta decisión por parte de la extrema
derecha política y religiosa ha conducido a que incluso algunos analistas
israelíes comiencen a manifestar su preocupación por el incremento de las
amenazas a Gantz estableciendo un paralelo con lo ocurrido al asesinado ex
primer ministro Isaac Rabin, promotor junto a Yasser Arafat de los Acuerdos de
Oslo entre israelíes y palestinos.
La ultra derecha religiosa en nombre de los rabinos Chaim
Druckman, Shmuel Eliyahu, Yehoshua Shapira y David Fendel han culpado a Gantz
de intentar formar un gobierno apoyado por “terroristas”. La situación se
complica por las fuertes acusaciones de corrupción que pesan sobre Netanyahu,
quien se aferra al poder a fin de eludir su presencia ante la justicia.
En otro ámbito, en fechas más recientes, Estados Unidos ha
querido mostrar como un éxito (que toda la humanidad decente aplaudiría) el
acuerdo firmado con el talibán en Afganistán. Lo cierto es que después de una
larga guerra de 18 años (la más prolongada de su historia) y tras anunciar
innumerables victorias que no impidieron la ampliación de la influencia del
talibán en ese país, la potencia norteamericana se ha visto obligado a sentarse en la mesa de
negociaciones con una organización que aún hoy es catalogada como terrorista.
Sin embargo, el acuerdo logrado que es expuesto como si
Estados Unidos fuera la autoridad del país y no una potencia invasora, fue
firmado además a espaldas del gobierno de Afganistán y sólo fue respetado
durante dos días. Las hostilidades se rompieron antes de comenzar las
negociaciones entre el gobierno y los insurgentes que ahora no atacan a las
tropas de Estados Unidos ni de la OTAN, reconociendo como enemigo único a la
administración política del país en cabeza del presidente Ashraf Ghani.
Estados Unidos rechazó la juramentación de Ghani y de Abdulá
Abdulá como primer ministro caracterizándolos como líderes de un “gobierno
paralelo” y conminándolos a que construyan “un gobierno inclusivo” en clara
alusión al talibán. Así, Estados Unidos expone una política en la que designan
como terrorista a quien estiman necesario de acuerdo a sus intereses y negocian
con ellos cuando lo desean, mientras
tanto, apoyan y financian organizaciones terroristas y rechazan cualquier
camino de paz que no sea de su agrado.
La única decisión que Estados Unidos puede tomar en
Afganistán es la de retirarse, poniendo fin a la invasión iniciada en octubre
de 2001 y que ha significado un desastre militar y un despilfarro superlativo
del dinero de los contribuyentes.
En un espacio distinto, tampoco le ha ido bien a Estados
Unidos en Siria: las contradicciones con Turquía, su socio de la OTAN y las
diferencias entre el gobierno del presidente Erdogan con la Unión Europea por
el manejo de la crisis en Siria, generan una madeja de discordancias e
incompatibilidades que auguran un futuro incierto.
El Acuerdo de Sochi, firmado por Rusia y Turquía instauró
una zona de cese al fuego al noroeste de Siria, estableciendo puntos de
vigilancia de ambos países en esa área. Simultáneamente el formato de Astaná,
en la que a los dos anteriores se suma Irán, señala rutas para el
restablecimiento pleno de la institucionalidad siria con la participación de
las fuerzas políticas en conflicto.
Esto no incluía a las organizaciones terroristas vinculadas
al Estado Islámico, Al Qaeda y otras que reciben el apoyo de Turquía, país que pretende
aprovechar el conflicto sirio para legitimar su presencia en el noroeste de ese
país pretendiendo incorporar a su soberanía una franja del territorio sirio, el
cual tiene carácter estratégico por ser una de las zonas más fértiles del país
árabe. El argumento turco para justificar su invasión a Siria es su
confrontación con las fuerzas políticas kurdas, principal minoría del país, con
presencia también en Irán, Irak y Siria. Turquía estima que el Kurdistán sirio
sirve de refugio para organizaciones kurdas que considera terroristas.
Así, esta región se ha venido a transformar en un territorio
en el que se confrontan proyectos internacionales diversos, no solo los de
Turquía y Estados Unidos, se suman además los de Arabia Saudí y Pakistán entre
otros, a fin de colocarlos indistintamente contra Rusia, Irán, Siria o incluso
China donde existe una minoría musulmana en la provincia de Xinjiang que ha
dado acogida a la organización terrorista Movimiento Islámico del Turquestán
Oriental (MITO).
El terrorismo pretendió aprovechar el cese de fuego para
desatar acciones ofensivas contra el ejército sirio, lo que obligó a éste a
contraatacar. En el noreste del país. Estados Unidos y Turquía tienen profundas
contradicciones por el afán estadounidense de aliarse con los kurdos a fin de
tenerlos como carne de cañón para proteger sus intereses, de manera destacada
se señala la apropiación ilegal de pozos petroleros que ha usurpado en la
región. Mientras que en el noroeste
existe una zona de mayoría kurda ocupada por Turquía desde hace dos años y en
la que las organizaciones terroristas tiene su principal bastión en la
actualidad
A pesar que el gobierno de Bashar el Asad ha intentado un
acercamiento con los kurdos que habitan Siria y son ciudadanos de ese país,
Estados Unidos se ha encargado de abortar e impedir un probable encuentro.
La ofensiva del ejército sirio en la provincia de Idlib
-donde permanecen los últimos remanentes del terrorismo en ese país- se
desarrolló de manera acelerada liberando 3.500 km², esquivando los puntos de
vigilancia turcos (que quedaron rodeados) y avanzando en profundidad. En este
momento se comenzó a manifestar desesperación y una retórica de guerra por
parte del presidente Erdogan y las autoridades turcas, informado de falsas
victorias y supuestas bajas del ejército sirio que solo existen en su
imaginación como se han encargado de afirmar los voceros de las fuerzas armadas
rusas y sirias en el área.
Agazapados en medio de los terroristas, los militares turcos
han sufrido grandes bajas, ante lo cual Erdogan clamó por la intervención rusa
para detener el avance sirio. El presidente Putin demoró en recibir a Erdogan y
cuando lo hizo ya el ejército sirio había consolidado el territorio
reconquistado, a partir de lo cual Turquía se vio obligada a acordar con Rusia
un cese al fuego, teniendo que aceptar una situación de hecho para evitar una
derrota mayor, que se saldó con amenazas de Erdogan que no pueden ser
ejecutadas en la zona de operaciones.
En otro escenario, el de Yemen, se ha producido un cambio
estratégico en la correlación de fuerzas a favor del movimiento Ansarolá
después que las provincias de Ma´rib y Al Jawf fueran tomadas en su totalidad
por los insurgentes. Las tribus que habitan estas provincias le habían dado su
apoyo a Arabia Saudí, pero decidieron romper el acuerdo y establecer una
alianza con Ansarolá lo cual permite crear un gran colchón de defensa para
Saná, la capital yemení. De esta manera, se impidió además la intención
anexionista saudí que ambicionaba Ma´rib por ser el comienzo del oleoducto que
une a esta provincia con Ra Isa con una longitud de 438 Km. y una capacidad de
paso de 200.000 barriles por día que el reino wahabí pensaba utilizar para
transportar crudo hasta el mar Arábigo evitando el paso por el estrecho de Ormuz
bajo control iraní.
Por su parte, en Irak se ha consolidado la unidad de las
fuerzas políticas en torno al nuevo primer ministro Mohamed Allawi. De forma
unánime sectores políticos que estuvieron en pugna en el pasado están exigiendo
la salida de las fuerzas de ocupación estadounidenses. El mando de este país se
resiste a tal decisión, pero la permanente acometida por parte de las fuerzas
de la resistencia contra las bases militares extranjeras, ha obligado a un
repliegue continuo de estas desde el 8 de enero cuando se produjo el ataque con
misiles de Irán como represalia por el asesinato del general Qassim Soleimani.
La última acción de este tipo se realizó hoy 11 de marzo dando seguimiento al
objetivo estratégico de expulsar a Estados Unidos que se ha visto obligado a
concentrar sus tropas en la base de Al Asad, abandonando sus otras
instalaciones.
Así, contrario a lo que se trata de mostrar, en medio de la
extrema complejidad de los hechos, las fuerzas de la resistencia “sin prisa
pero sin pausas” prosiguen en su objetivo de expulsar a las fuerzas
estadounidenses y de la OTAN de la región mientras los principales aliados de
Estados Unidos transitan momentos difíciles. Tanto Israel como Arabia Saudí
atraviesan profundas crisis internas, sosteniéndose en el poder a través de la
guerra, la represión y la fuerza. Las sanciones estadounidenses no han mellado
la voluntad de los patriotas árabes y musulmanes, lo cual mantiene a Occidente
empantanado, al mismo tiempo que China y Rusia siguen ampliando su espacio de
influencia a favor de la paz y el desarrollo.
sergioro07@hotmail.com
Mis saludos y respeto a este serio análisis de la situación en esta región asiática- occidental.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.