Por Juan
Pablo Cárdenas S.:
La pandemia
del coronavirus que ha golpeado severamente al mundo obligó a la suspensión de
la protesta en Chile, a ese estallido social multitudinario que había alcanzado
características de insurrección popular y tenía a muy maltraer al gobierno de
Sebastián Piñera, cuanto al conjunto de la llamada clase política. Las
organizaciones sociales movilizadas en todo el país decretaron responsablemente
una tregua para acometer la emergencia sanitaria y sumarse a los esfuerzos para
frenar la infección masiva.
La
patriótica y solidaria actitud del pueblo le ha permitido a Piñera y a su
gobierno encarar la epidemia y decretar el Estado de Catástrofe, por lo que hoy
se puede apreciar en todo nuestro territorio la presencia de las FFAA en el
control y ejecución de muchas acciones para mitigar la pandemia y, desde luego,
garantizar el orden público. Cuando ya era evidente el fracaso al respecto de
las policías.
A través de
la televisión y los medios más masivos de comunicación, Piñera ahora dicta
clases de epidemiología y de un cuanto hay en materia de salud, además de
permitirse criticar abiertamente a la generalidad de los gobernantes del mundo,
los que a su juicio han sido incapaces de ser tan eficientes como él en el
combate del virus. Su cotidiana y majadera intervención es emulada por una
serie de políticos que buscan recuperar también su credibilidad a propósito de
esta tragedia, con lo cual se omite el enorme y responsable ejemplo de disciplina
del pueblo chileno cuando se lo ha llamado a cumplir con las cuarentenas y
acciones de autocuidado.
De verdad,
el gran mérito en la lucha contra el coronavirus es de esa gran cantidad de
médicos, enfermeras y voluntarios que en todo el país cumplen intensa y
discretamente con las tareas asistenciales. Colaborando con la atención a los
infectados y la distribución de medicamentos y víveres para las poblaciones más
pobres y vulnerables, especialmente si se trata de los niños y de la vejez
desvalida. Meritorio ha sido el aporte también de profesores que han resuelto
jornadas voluntarias para atender a los estudiantes que requieren de sus
diarias viandas o del cuidado necesario para que sus padres puedan seguir
trabajando en aquellas faenas que es indispensable darles continuidad.
Contrasta
con esto la mezquina actitud de los grandes sectores patronales empeñados en
amarrarle las manos a Piñera y sus ministros para que no impongan medidas que
restrinjan el consumo de la población o decreten las condonaciones de deudas y
pagos con la Banca y las empresas suministradoras de servicios básicos. Se ha
denunciado que algunas entidades financieras, después de que el Banco Central
dispuso una rebaja de las tasas de interés, han discurrido o encubierto
operaciones para seguir percibiendo sus usureras comisiones. Por algo es que en
el último año las utilidades de los bancos crecieron considerablemente, pese a
la franca desaceleración de nuestra economía.
No han
faltado, tampoco, las farmacias y otros agentes comerciales que se han valido
del Coronavirus para especular con los precios de los medicamentos y otros
productos esenciales para combatir la propagación del virus, incluso con
aquellos que les son otorgados por el fisco para su oportuna y barata
distribución. En este sentido, hemos podido comprobar la escandalosa reventa
callejera de mascarillas, desinfectantes y analgésicos a vista y paciencia de
aquellos policías que nunca les ha temblado la mano para perseguir el comercio
ambulante, ejercido por quienes realmente requieren encarar la cesantía, los
sueldos o las pensiones más que miserables.
Lamentablemente,
la crisis sanitaria llevó a la postergación del Plebiscito y el itinerario
constitucional forzado por el Estallido Social de octubre pasado y aceptado a
regañadientes por el Gobierno y el Parlamento. Ello le ha permitido volver a
respirar tanto a Piñera como a una clase política los que pasaban por los
peores niveles de credibilidad y liderazgo. El mismo Jefe de Estado que se
precipitó al seis por ciento de adhesión popular, ahora ha recuperado su
particular engreimiento, declarando estar muy seguro de continuar sin nuevos
contratiempos su gestión presidencial, luego de hallarse completamente
arrinconado por el repudio nacional y el desprestigio a nivel mundial.
Sin
embargo, las propias organizaciones sociales, gremios, federaciones estudiantiles
y los chilenos en general predicen el retorno de las movilizaciones apenas la
emergencia sanitaria sea controlada. Se estima que superada de esta crisis
volverá a cobrar plena vigencia la Agenda Social, así como el deseo de derribar
el sistema previsional, ponerles fin a las administradoras privadas de salud y
castigar la corrupción transversal de la política, entre tantas otras
aspiraciones frustradas por los treinta años de postdictadura.
Por más que
un bochornoso ministro de Hacienda de la ex Concertación haya advertido que con
el Coronavirus habría que hacerse a la idea de seguir posponiendo las demandas
de justicia social, nueva Constitución y democracia. Augurando una segura
recesión, a pesar de que él sabe muy bien de las inmensas reservas que el
estado chileno tiene a resguardo en la banca foránea. Multimillonarios fondos
que todos nuestros últimos gobiernos han preferido acrecentar antes que
invertir en seguridad y paz social. Tanto como en reconstrucción, después de
las habituales calamidades de nuestra telúrica geografía.
Muy
posiblemente nuestra población civil y la del mundo entero sumen a sus demandas
el imperativo moral de redireccionar los recursos del dispendioso y criminal
gasto militar. Asumiendo que la guerra, el hambre y los pésimos sistemas de
salud (como el de nuestro país) son los que siegan a diario más vidas humanas.
Porque al mismo tiempo que lamentar la muerte de miles de seres humanos
atacados en todos los continentes por el coronavirus, los medios de
comunicación debieran consignar con tanta o más fuerza que centenares de miles
de hombres, mujeres y niños han seguido falleciendo en los incesantes
conflictos bélicos, a la espera de atención quirúrgica, por el hambre, otras
enfermedades más letales que ésta o la acción del crimen organizado y el
narcotráfico. Acontecimientos que casi
no rozan las noticias del presente.
De todas
maneras, creemos que el Chile que Despertó va a mantener firmemente sus
convicciones durante todos los meses de tregua social que se nos avecinan.
Fehacientemente, creemos que el pueblo no ha bajado la guardia y que la
exagerada postergación del Plebiscito y de una convención constituyente
negociada entre el Ejecutivo y los partidos políticos no le va a dar tiempo los
enemigos de la democracia para sacudirse de su fracaso.
Por el
contrario, ya el país puede comprobar los desaciertos de las autoridades ante
la crisis sanitaria, cuanto comprobar la mezquindad de los recursos dispuestos
para mitigar la pandemia. Haciéndose evidente que lo que más busca salvaguardar
la Moneda es la continuidad del régimen político y económico que vivimos. Más
que proteger vidas y servir a los derechos humanos. De otra manera no se
entendería que el Gobierno haya en entrado en abierta y pública contradicción
con los esfuerzos de los alcaldes del país, ciertamente más cercanos y
sensibles a la real situación del pueblo.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Siempre son los pobres y los postergados los que sufren las consecuencias de los males de Chile. Más aún, cuando la clase política y los que gobiernan, teniendo Chile un fondo económico más que necesario, no lo entregan en beneficio de los que sufren. Los gobiernos posteriores a la dictadura han acumulado y no comparten según la necesidad de cada chileno. La economía neo liberal más la institucionalidad ilegítima de Chile, después de la pandemia, hará movilizarse nuevamente y con más fuerza al pueblo. El pueblo es el soberano. Lo digo porque los que gobiernan, el Parlamento, la clase política no responden a una soberanía. No han sido mandatados por el pueblo soberano. Por tanto, hoy, Piñera y clase política con sus egoístas acompañantes: una minoría, no pueden seguir en el poder.
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