Por Homar Garcés:
Con un liberalismo pragmático individualista, cuya
manifestación mejor acabada es Estados Unidos (superando en muchos aspectos al
originado en Europa siglos atrás), resultaría difícil lograr -a corto plazo-
que las fuerzas productivas y las relaciones de producción sirvan de catapultas
para la emancipación integral de las personas y no continuar siendo, como hasta
ahora, los factores que hacen posible su dominación y enajenación. Esto -a
grandes rasgos- impondría la obligación de poner en práctica una conciencia
social, humanista y nada centrada en un interés egoísta y mercantilista sino
impulsado por una sana aspiración de justicia e igualdad sociales, intrínseca
de toda lucha popular. Esto, a su vez, convertiría al pueblo en arquitecto de
su propio destino, construyendo, en consecuencia, su propia historia, de manera
consciente, sin las ataduras creadas por el capitalismo y el Estado burgués
vigentes.
Dicha conciencia social y humanista, por otra parte, debe
ser producto de una autotransformación humana constante, de modo que ella
revolucione la realidad circundante, pero bajo parámetros novedosos que no
entren en contradicción con el objetivo primordial de erigir un modelo
civilizatorio de nuevo tipo; lo que implica trascender el marco limitado de los
reformismos económicos y/o políticos con que se prolonga la existencia del
viejo orden establecido. Así, las relaciones capitalistas de producción y de
explotación del hombre por el hombre tenderían a eliminarse, en un periodo de
tiempo que no puede fijarse de antemano, si no hay de por medio una acción
revolucionaria coherente por parte de sus víctimas principales: los sectores
populares. En este caso, se debe comprender que no podría proyectarse,
perseguirse y alcanzarse un desarrollo multilateral, integral y emancipatorio, en
beneficio de la sociedad y de cada individuo, manteniendo intactas las
estructuras y valores que le dan vida al sistema capitalista. De ello da cuenta
la historia de la extinta Unión Soviética, lo que debiera ser materia de
estudio de todo aquel que pretenda llevar a cabo una revolución
anticapitalista, democrática y profundamente humanista, a fin de no repetir (de
forma inconsciente) sus mismos errores, omisiones y desviaciones.
Lejos de disminuir, esta resistencia global tiende a
multiplicarse, ahora con más fuerza al corroborarse las consecuencias
apocalípticas de la continua acción depredadora del capitalismo sobre todos los
recursos naturales existentes en nuestro planeta. Pese a la represión, la
intimidación y el asesinato de dirigentes sociales y políticos comprometidos
con dicha resistencia, esto último constituye el fundamento principal que anima
la misma, cuestión que ha sumado a más personas, especialmente jóvenes, en una
cruzada que une, o vincula, la defensa de los derechos humanos con la preservación apremiante de la naturaleza.
Frente a ella, el capitalismo es el máximo responsable. En
consecuencia, aun aquellas personas que en nada quieren identificarse con
alguna tendencia político-ideológica, han terminado por entender que éste debe
ser transformado antes que su voracidad cause un mayor desastre ecológico al
causado durante más de un siglo. Esta toma de conciencia, llevada a una escala
superior, motivaría la puesta en marcha de una cooperación global como jamás se
vio en toda la historia de la humanidad. Con pueblos y gobiernos unidos en una
misma causa. Gracias a ello, quizá, puedan cambiarse de raíz algunos paradigmas
del modelo actual de sociedad, lo que valdría llamar una verdadera revolución,
gestada entre todos, pero principalmente por quienes han sido víctimas
reiteradas de la irracionalidad capitalista. -
mandingarebelde@gmail.com
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