jueves, 4 de julio de 2019

Le bajaron un dron muy caro en vez de avión espía tripulado

Por Sergio Ortiz:

El presidente norteamericano está obsesionado con hacerle la guerra a Irán. Además de retirar su firma del tratado nuclear con los persas, sigue agrediéndolos. Viene perdiendo.

Uno de los últimos episodios de agresión estadounidense contra la República Islámica de Irán fue el 20 de junio. Enviaron un dron RQ-4 Global Hawk de la Armada y un avión espía P.8 tripulado por 35 marines, a violar la soberanía iraní. Era una maniobra de provocación de la administración Trump: si las defensas islámicas derribaran el avión tripulado, el Global Hawk recogería todas las imágenes y Washington justificaría una guerra o un ataque sin precedentes contra la nación persa.

Como casi siempre ocurre, los imperios subestiman a las naciones del Tercer mundo. ¿Qué hicieron los iraníes? En primer lugar, cumplieron con el derecho y obligación de defender sus fronteras ante un enemigo declarado que los viene agrediendo desde la victoria de la revolución islámica, febrero de 1979.
«Cuando un avión cruza nuestras fronteras, ha cruzado nuestra línea roja y tenemos derecho a defendernos», destacó Hasan Rohani, el presidente iraní.

En segundo lugar, lo hicieron en modo militar, porque así estaba planteada la agresión, pero en forma sabia: derribaron el dron espía y no el avión tripulado. Así mostraron su respeto por la vida, aún de sus enemigos. Y lo explicaron internacionalmente, con lo que dejaron al desnudo lo torpe, inhumano y vulnerable que es Donald Trump.

 El Pentágono creía que, como el dron volaba a gran altura (puede hacerlo hasta 18.000 metros), no corría riesgo. El otro avión, tripulado, ofrecía un blanco mucho más fácil como perfil de radar, pero los defensores le apuntaron al dron. Esta cuesta según agencias internacionales 120 millones de dólares y según los iraníes casi el doble. Un misil 3-Khordad, variedad propia que enriqueció modelos vendidos por Rusia desde 2016, abatió al dron y sus restos fueron recogidos por la marina iraní.

«El enemigo ha enviado su avión de reconocimiento y de vigilancia más avanzado a la zona prohibida, y todo el mundo ha visto cómo este dron fue abatido», dijo el contraalmirante Hossein Khanzadi, comandante de la marina. Agregó: «lo digo con total confianza: esta demoledora respuesta puede repetirse, y el enemigo lo sabe».
El derribo provocó alegría y seguridad en la población iraní. Se demostró que las agresiones aéreas como las cometidas por EE. UU. contra Irak, Afganistán y Siria, no pasarán impunes. El país tiene con qué defenderse.
El problema es si entenderán ese mensaje el agresor principal y sus socios regionales, Israel y Arabia Saudita. Es improbable, porque están lanzados, como Trump desde que asumió en enero de 2017, a una campaña de sanciones y guerra contra Irán. Benjamín Netanyahu está desde muchos años antes en ese objetivo de agresión y más luego de haber ganado las elecciones hace meses, aún cuando no pudo formar gobierno. Agitar el peligro «atómico» de Irán les sirve a ambos, así como al rey Salmán bin Abdulaziz, de la corrupta monarquía saudita.

Eje del Mal.
El dron fue abatido y los agresores tuvieron derrotas políticas. Quisieron desmentir que aquél hubiera invadido las fronteras de Irán, pero este país presentó al mundo las pruebas: los restos del Global Hawk y sus coordenadas. Los yanquis tuvieron que callarse la boca.
La otra derrota, más importante, la sufrieron cuando Trump ordenó bombardear objetivos iraníes como represalia por aquella humillación y faltando unos minutos para llevarla a cabo ordenó levantarla. Adujo que un general le había informado que esos bombardeos iban a causar 150 muertos.
El neonazi tuvo la intención de bombardear y matar. ¿Y luego dio marcha atrás por el número de víctimas? ¿Acaso no se informa antes de tomar determinaciones que pueden provocar una guerra tan costosa en sangre y dólares? En buena hora que haya dado marcha atrás, pero esa ida y vuelta muestra el tipo imbécil y criminal que mora en el Salón Oval.

Trump no quería dar esa imagen de debilidad. Entonces redobló sus sanciones, que ya eran muy graves, alcanzando el 24 de junio al líder máximo iraní, el ayatola Ali Khamenei, el canciller Mohamad Javad Zarif y ocho comandantes, entre ellos Ali Reza Tangsirí, de la Fuerza Naval de los Guardianes de la Revolución.
El presidente Rohani desenmascaró: «¿los estadounidenses quieren negociar? Si son honestos, ¿por qué sancionan al ministro de Exteriores de Irán al mismo tiempo que pretenden querer negociar? Es evidente que mienten».

A todo esto, deben sumarse otras agresiones. En mayo de 2018 Trump se retiró del pacto nuclear firmado en 2015 con Irán por los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania. El país ponía límites de calidad y cantidad a su uranio enriquecido y las potencias dejaban sin efecto las sanciones en su contra.

Esa ruptura del tratado no tuvo ningún fundamento real ni legal, pues según la Agencia Internacional de Energía Atómica aquél era perfectamente cumplido por Teherán.
Las agresiones recrudecieron a partir de noviembre de 2018. En abril pasado sancionaron como «organización terrorista» a los Guardianes de la Revolución, un cuerpo de élite de las Fuerzas Armadas. En mayo Trump quitó la exención que había dispensado a cinco países europeos, Japón y China para que provisoriamente pudieran adquirir petróleo persa sin ser sancionados.

El bloqueo norteamericano en Irán es similar al objetivo que persiguen en Cuba y Venezuela: provocar privaciones y hambre en las poblaciones, para inducir a revueltas y golpes de Estado que liquiden la revolución islámica, el socialismo cubano y el chavismo bolivariano.

Hacen mucho daño en esas economías y esos hogares, pero, dialécticamente, también provocan mucha bronca en esos pueblos, que no culpan a sus gobernantes sino a los que mandan en Washington. Saben que allí está el verdadero eje del Mal.
ortizserg@gmail.com

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