Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
En 1991 durante una visita a China, la primera ministra
británica Margaret Thatcher le dijo al
presidente Jiang Zemin que era imposible establecer un sistema con las
características que se proponía China, es decir que combinara la sociedad
socialista con algunas reglas del mercado. Según Thatcher, el socialismo era
incompatible con la economía de mercado. Los dirigentes chinos, por el
contrario, preconizaban que tal propósito si era posible en los marcos de la
teoría marxista del materialismo histórico y dialéctico y la idea de “buscar la
verdad en los hechos” que propugnaba Mao Zedong.
En este sentido, Deng Xiaoping expuso que un país como China
que había vivido tantas adversidades a través de su historia, solo había podido
levantarse tras hacer suyo el marxismo como instrumento de liberación, que le
permitió construir un nuevo país de orientación socialista, lo cual habría sido
imposible si hubiera elegido el camino capitalista, según él, la prueba fueron
los más de treinta años de gobierno del Kuomintang tras proclamar la república.
Deng pensaba que la integración del marxismo con la realidad
china para crear un camino propio, permitió la liberación del país en 1949,
esto no sólo proporcionó la independencia, también la unidad del país que es el
bien más preciado tras milenios de separación, conflicto y guerras intestinas.
El marxismo contribuyó no sólo como teoría necesaria para vencer en la guerra
de liberación, también después de la victoria aportó elementos valiosos para
terminar con el caos, controlar la inflación, comenzar a combatir la miseria y
el atraso secular y empezar la transformación de la industria y la base
material necesaria para la evolución del país, todo esto obligaba a persistir
en el marxismo y el socialismo de forma creadora.
Para ello, se hacía imprescindible desarrollar las fuerzas
productivas a fin de forjar una abundancia de bienes materiales, lo que hizo
deducir que ésta sería la tarea fundamental que debía emprender el sistema
político socialista a fin de lograr una superioridad sin la cual era imposible
construir la nueva sociedad. El no haber entendido esto desde el principio fue
el mayor error de la dirección del país tras el año 1949. Sin el desarrollo
superior de las fuerzas productivas, no hay mejoramiento de las condiciones
materiales y culturales de vida del pueblo, y sin esto, no hay socialismo.
¿Cómo hacerlo?, fue la pregunta más importante que tuvieron que formularse los
dirigentes chinos tras superar la Revolución Cultural y las desviaciones
propugnadas por la “Banda de los Cuatro”. Nuevamente, la respuesta estaba en
permanecer en la ruta del socialismo, como única manera de resolver el problema
del desarrollo en un país tan extenso, tan poblado y tan complejo culturalmente
como China. La aplicación del principio socialista de distribución “a cada cual
según su trabajo”, permitiría superar las diferencias en un período de entre 20
y 30 años. Tales aseveraciones obligaban a un gran debate contra aquellos que
defendían ideas liberalizadoras, por un lado, y la copia del modelo soviético,
cuando éste comenzaba a “hacer aguas”, por el otro.
La liberalización que proponía tomar un camino capitalista
después de la derrota de la “Banda de los Cuatro” en 1980, llevó a la dirección
del Partido Comunista de China (PCCh) a luchar contra tal corriente, incluso en
el seno de la Asamblea Nacional a fin de combatir tal propuesta considerada una
idea burguesa. A ello, el PCCh opuso las “cuatro modernizaciones socialistas”
en la agricultura, la industria, la defensa y la ciencia y teconología.. Así
mismo, los dirigentes chinos dejabron claro que a pesar que la estructura
política del país después de 1949, se había edificado a partir del modelo soviético,
éste no pudo ajustarse a las condiciones de China porque su realidad era
distinta, además en ese momento estaba en una crisis, que posteriormente la
llevó a su colpaso
En estas condiciones, en el XIII Congreso Nacional del
PCCh, celebrado en octubre de 1987, se
propuso que la economía china sería planificada y establecida como pública para
los productos básicos, mientras se definía que el Estado debería guiar al
mercado y el mercado a las empresas, combinando de esa manera las funciones de
planificación y de mercado en la sociedad. Ante las crecientes críticas
internas e internacionales sobre tal supuesto, Deng volvió a insisitir en la
necesidad de “buscar la verdad en los hechos” como forma de comprobar la
factibilidad de llevar adelante la política de reforma y apertura, y a ello se abocaron.
Los procesos de reforma en la Unión Soviética y en China se
produjeron casi al mismo tiempo, con menos de diez años de distancia, pero la
diferencia fundamental para el fracaso de uno y el éxito del otro, es que
mientras los soviéticos desarrollaron simultáneamente los aspectos económicos y
políticos del proceso, en China comenzaron con la transformación de la economía, desatando una fase de mejoramiento
de la situación social, mientras que la agenda política se desarrollaba
paulatinamente pero a un ritmo mucho más pausado a fin de ir midiendo los
impactos que iban causando las medidas tomadas y prestando especial atención a
que se mantuviera una dialéctica adecuada entre reforma, desarrollo y
estabilidad. El PCCh y el gobierno la llamaron una estrategia de “avance paso a
paso de manera ordenada”. Es decir, la
estabilidad política interna era condición sine qua non y una granatía para la
reforma y la apertura, por ello, los dirigentes chinos plantearon que los dos
puntos más importantes eran, desarrollar la democracia en lo político y la
reforma en lo económico.
La historia china y la experiencia del último siglo
mostraban con creces cuán dolorosa era la pérdida de la estabilidad política y
la unidad, las cuales son las dos condiciones de mayor interés para el
desarrollo de los procesos vividos en el país en los últimos 2200 años. En esas
condiciones, la aplicación de la política de reforma y apertura, no tuvo el
correlato en la situación política que mostró en la Unión Soviética como
Occidente esperaba. Las consideraciones acerca de la necesidad de la
estabilidad política como soporte de la metamorfosis de la sociedad y el Estado
en China, pronto tuvieron su prueba de fuego cuando en 1989 estallaron
disturbios políticos que tuvieron su epicentro en la Plaza Tiananmen en Beijing
y otras ciudades, buscando una inserción en el país de reformas de corte
occidental, las que pusieron en juego la posibilidad de desarrollo y avance de
las medidas tomadas a partir de 1978.
La respuesta contundente del gobierno chino hizo alusión a
la necesidad de mantener la estabilidad interna so riesgo de quiebre de la
unidad política del país. Así lo hizo saber Deng Xiaoping en dos ocasiones,
tanto al presidente de Estados Unidos George H.W. Bush en febrero de 1989 y en
octubre del mismo año, cuando conversó con el ex presidente Richard Nixon, a
ambos le dijo lo mismo “La estabilidad es más importante que cualquier otra
cosa”. De esta manera, se desestimaba de forma definitiva la posibilidad de
mutaciones políticas similares a las que estaban ocurriendo en la Unión
Soviética y Europa Oriental que fueron consideradas el preludio del fin de la
guerra fría.
Este contexto fue el que permitió el avance económico de
China. Al llegar al XVIII Congreso del PCCh en 2012, las mayores aspiraciones
eran conservar los fundamentos que dieron origen a ese partido y no olvidar su
misión principal que era la construcción del socialismo con peculiaridades
chinas, luchando “incansablemente por materializar el sueño chino de la gran
revitalización de la nación”, que culminaría con la creación integral de una
sociedad modestamente acomodada.
Desde que el marxismo fue introducido en China, los primeros
militantes y fundadores del PCCh se propusieron utilizar su teoría científica
para buscar soluciones a los problemas del país. A partir de entonces y a
través de los casi 100 últimos años, han hecho denodados esfuerzos para
encontrar respuestas a cada reto que se ha planteado.
Hoy, el PCCh entiende que la construcción socialista pasa
por lo que han denominado el “gran sueño chino”. En esa medida, todo el Partido
se ha volcado a fortalecer más conscientemente su convicción en el camino, la
teoría, el sistema y la cultura lo que han llamado las cuatro convicciones y no
seguir ni el viejo camino del enclaustramiento y el anquilosamiento, ni el mal
camino de cambiar su bandera por otra, sino mantener su firmeza en lo político,
perseverar en un trabajo sólido para vigorizar el país, persistir y desarrollar
el socialismo con peculiaridades chinas.
En torno a este importante tema, empeñándose en la guía del
marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping,
el importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción
científica del desarrollo, manteniendo la idea de buscar la verdad en los
hechos, adoptando una actitud realista y práctica, y perseverando en el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico, el PCCh con una visión
completamente nueva en estrecha combinación con las condiciones del tiempo
actual y las nuevas exigencias de la práctica, ha profundizado en la
comprensión de la ley del ejercicio del gobierno por parte de los partidos
comunistas, la ley de la construcción socialista y la ley del desarrollo de la
sociedad humana, y ha llevado adelante una ardua exploración teórica al
respecto, obteniendo importantes logros en la innovación teórica, creando así
el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época
que es la forma como entienden su sociedad y la manera de transformarla a
corto, mediano y largo plazo.
El pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas
da continuidad y hace un aporte en el desarrolla del marxismo-leninismo a
través de las contribuciones que se han ido haciendo a lo largo de la historia,
no sin cometer errores, algunos de ellos, generadores de graves consecuencias.
En la actualidad, ese proceso ha cobrado renovada fuerza y
se expresa como la “chinización” del marxismo, que es expresión de la
cristalización de las experiencias prácticas y de la sabiduría colectiva del
pueblo, constituyéndose en un importante componente del sistema teórico del
socialismo con peculiaridades chinas, por lo que no hay dudas que mantendrán
este pensamiento durante largo tiempo y lo seguirán desarrollando sin cesar, no
obstante las incomprensiones y el menosprecio de Occidente.
La práctica no tiene límites, como tampoco los tiene la
innovación teórica. El mundo está cambiando a cada instante, como también lo
hace China. En este marco, el PCCh se ha propuesto seguir los pasos de este
tiempo en lo referente a las teorías, dominar progresivamente las leyes
objetivas e impulsar constantemente la innovación teórica, práctica,
institucional y cultural.
En este marco, el presidente Xi Jinping ha insistido en la
necesidad de lograr el firme desarrollo de la labor ideológica entendiendo que
ésta determina el rumbo de avance y el camino de desarrollo de la cultura, en
esto le da prioritaria importancia a continuar haciendo una adaptación
coherente y creativa del marxismo a las condiciones de China, construyendo una
ideología socialista dotada de una poderosa fuerza conductora para incorporar y
cohesionar estrechamente al pueblo en torno
a los ideales y las convicciones, a su propia concepción de valores y
conceptos morales.
En la etapa que ha seguido al XIX Congreso del PCCh
realizado en octubre de 2017, Xi ha insistido en la necesidad del
apertrechamiento teórico para hacer que el pensamiento sobre el socialismo con
peculiaridades chinas eche hondas raíces en el pueblo, para lo cual se han
planteado profundizar en la investigación y la construcción teórica del
marxismo, acelerando la creación de unas ciencias sociales y una filosofía con
peculiaridades chinas y fortaleciendo la construcción de laboratorios de ideas
que deben ser dotados de dichos conocimientos.
En su informe a este Congreso, Xi hizo un llamado a:
“Que todo el Partido y el pueblo de todas las etnias del país se unan
estrechamente en torno al Comité Central del Partido, enarbolen la gran bandera
del socialismo con peculiaridades chinas, avancen con un espíritu pujante y se
entreguen completamente a su cometido, continúen luchando por cumplir las tres
tareas históricas: el impulso de la modernización, la culminación de la
reunificación de la patria y la salvaguardia de la paz mundial y la promoción
del desarrollo conjunto, hasta lograr el triunfo definitivo en la culminación
de la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada, conquistar
la gran victoria del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época,
materializar el sueño chino de la gran revitalización de la nación china y
hacer realidad la aspiración del pueblo a una vida mejor”.
He ahí el proyecto chino para la construcción del
socialismo, que como se observa ha tenido continuidad en el tiempo, lo cual
hace prever que China perseverará en la lucha por su consecución. Nuestro
problema es entender esta tarea estratégica en términos de la temporalidad del
mismo. Sus tiempos no son los nuestros, he ahí -desde mi perspectiva- la
principal dificultad para comprenderlo. La finitud del tiempo occidental
–hablando en términos filosóficos- no tiene correspondencia en China donde el
carácter infinito del tiempo permite pensar en la realización de obras
materiales y sociales en muy largos plazos. He ahí la explicación de la
construcción de todos los tramos de la gran muralla china durante 22 siglos de
labor continua.
Si la perspectiva socialista en China no fuera realidad,
sería difícil comprender que Donald Trump dedicara parte de sus últimos dos
discursos en las más recientes asambleas generales de la ONU a desprestigiar su
ejecutoria. El 20 de septiembre de 2017 expuso que: “…el socialismo ha sido
implementado fielmente. Desde la Unión Soviética hasta Cuba y Venezuela, donde
quiera que se haya adoptado el verdadero socialismo o comunismo, se ha generado
angustia, devastación y fracaso. Aquellos que predican los principios de estas
ideologías desacreditadas solo contribuyen al sufrimiento continuo de las
personas que viven bajo estos crueles sistemas”.
Y el 25 de septiembre de 2018: “Prácticamente en todas
partes donde se ha intentado el socialismo o el comunismo, ha producido
sufrimiento, corrupción y decadencia. La sed de poder del socialismo conduce a
la expansión, la incursión y la opresión. Todas las naciones del mundo deberían
resistir el socialismo y la miseria que trae a todos”.
¿Por qué preocuparse tanto por una ideología “desacreditada”
y “fracasada”?. ¿Sigue creyendo usted amigo lector o lectora que la
confrontación que desató Estados Unidos contra China es solo comercial? Saque
sus propias conclusiones.
sergioro07@hotmail.com
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