Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Los integrantes de la clase política chilena muy
habitualmente apelan a “los problemas que le preocupan a la gente”, pero lo
cierto es que los partidos y sus principales voceros parecen mucho más
concentrados de sus propias perspectivas electorales, querellas internas y
hasta en temas foráneos que, aunque importantes, muy poco involucran a nuestro
“pueblo”. Hermosa expresión, esta última, pero que hiere los tímpanos y las
retinas de los que prefieren en el presente usar un término más blando y con
menos connotación ideológica.
En efecto, en las últimas semanas, los políticos, la
televisión, las radios e, incluso, los diarios le han dedicado abundante
atención a los sucesos de Venezuela, lo que les ha servido para soslayar un
sinnúmero de demandas sociales que, contra viento y marea, siguen concitando la
preocupación de la inmensa mayoría de los chilenos. De allí que hasta un
periodista de derecha haya protestado por las redes sociales contra la
intensidad con que la prensa a abordado el tema de Maduro y Guaido, en
comparación, por ejemplo, al relevante dictamen de un ministro de la Corte de
Apelaciones en que se asegura que el ex presidente Eduardo Frei Montalva habría
sido asesinado por agentes de la dictadura pinochetista y cómplices que
pertenecían al círculo familiar y político del que fuera un Mandatario de
nuestra Republica y líder de la Democracia Cristiana.
No es que le asignemos poca importancia a lo que sucede en
Venezuela, pero a todas luces el enfoque que le dan nuestros más poderosos
medios a la crisis política de ese país, carece de la más mínima ecuanimidad y
solvencia, al tiempo que pasa por alto la conspiración del Gobierno de Estados
Unidos y de sus adláteres para derrocar al régimen chavista bajo las mismas
premisas y acusaciones ya conocidas para derrocar a Salvador Allende y a otra
cantidad de gobernantes no alineados con los intereses imperiales.
Es más, ni siquiera estos medios reaccionan ante la denuncia
de dos connotados periodistas del canal de la CNN, Fernando Paulsen y Raúl
Sohr, cuando difundieron un apoyo escrito y firmado a favor del autoproclamado
Guaidó por un gran número de ex jefes de estado del mundo (entre ellos Ricardo
Lagos y Eduardo Frei Ruiz Tagle), pero nueve días antes de proclamarse de facto
como presidente “encargado” sin que haya sido elegido por los ciudadanos y sin
que se supiera de su existencia en el mundo. Lo cual, indudablemente, comprueba
que la conspiración contra Maduro ha estado en plena ejecución desde hace años;
además de contar con el concurso de esta nómina de expresidentes y políticos
latinoamericanos enrolados del todo por la Casa Blanca. Y por cierto, además,
con la anuencia del Parlamento Europeo donde Trump consigue más aliados que en
su propio Poder Legislativo.
Venezuela, esta vez, le ha servido a la política criolla
para evadir toda suerte de pronunciamientos ante hechos verdaderamente
acuciantes para nuestra población, como que el precio del pasaje del Metro haya
alcanzado los 800 pesos, superando con creces el valor de un litro de leche y
convirtiéndose en la tarifa el más cara de América Latina, incluso la del tren
subterráneo de Nueva York. O que la electricidad en Chile, con sus pésimos
servicios, le esté costando a nuestros hogares más dinero que en toda la
región. Al tiempo que los estipendios de nuestros presidentes superan los 30
mil dólares mensuales; esto es unas 40 o 50 veces más que el salario mínimo que
reciben en nuestro país millones de trabajadores.
Así como, para colmo, los políticos y los medios de
comunicación han dejado de lado la asfixiante realidad de los pensionados del
país, cuando se trata de civiles y no de ex uniformados. En un país en que la
salud le cuesta a los usuarios chilenos 3 o 4 veces más que a los mismos
alemanes. Tal como la educación sigue discriminando entre niños ricos y pobres
y los grados de delincuencia sigan completamente disparados a causa, por
cierto, de la pavorosa inequidad social, la extendida corrupción de las
policías y de muchos jueces. Curiosas lacras de nuestra pretendida democracia.
Sería largo de enumerar los problemas que golpean a las
redes sociales pero no obtienen pronunciamiento de nuestra política, envilecida
por las ambiciones de poder de nuestros supuestos representantes. Todo lo cual
ha servido a que las farmacias y laboratorios continúen coludiéndose al fijar
los precios de los medicamentos. Así como para dejar casi inadvertido para la
población la forma en que se acaban de vender al extranjero nuestras reservas
de litio, estratégico recurso que, como el cobre, ya ha sido desgajado de nuestra
soberanía. Como tampoco son chilenos el común de nuestras materias primas,
puertos, carreteras y hasta nuestros ricos manantiales de agua.
Tampoco se depara el fenómeno de las municipalidades del
país, en los hechos convertidas en empresas con fines de lucro, si se considera
la forma en que los vecinos son obligados a pagar por toda suerte de derechos
que ahora llevan el nombre de servicios, al grado que se teme que hasta el
respirar pueda exigir próximamente un tributo, así como el que se le carga por trasladarse
por el territorio con peajes y aquellos altos impuestos al consumo de
combustibles.
Aunque es lamentable que dos periodistas chilenos hayan sido
repatriados desde Caracas, más debiera sorprendernos el despido masivo de
profesionales de la prensa de los distintos canales de TV, periódicos y otros
medios, sin que ello concite la solidaridad de sus colegas y la protesta
ciudadana que ve a diario cómo se acotan sus fuentes de información. Porque es
más fácil rezongar en contra de las restricciones a la libertad de prensa en
otros países que hacerlo en Chile, donde la diversidad informativa vuelve a
estar igual o peor que durante la Dictadura. Tal como resulta más imputable la
conducta de los partidos y agrupaciones sociales de Bolivia y otros países que
el bochornoso hecho de que una de las más nuevas e impetuosas colectividades
políticas –Revolución Democrática- concitara menos de un 10 por ciento del voto
de sus militantes en sus recientes elecciones para renovar su directiva. Donde
sus militantes hasta pudieron sufragar por internet.
Nuestros servidores públicos entran en receso ahora en este
período estival en la tranquilidad que le permiten sus groseras dietas
parlamentarias y otras granjerías, mientras los gremios de la administración
pública reclaman el constante despido de funcionarios, especialmente
desvinculados en la víspera de sus vacaciones, como suele ocurrir con los
profesores. Acaso el estival silencio de las dirigencias enriquezca el debate
público y le dé a “los temas que le interesan a la gente” algún espacio mayor
en nuestra prensa. Y vaya incubándose durante este tórrido verano la protesta y
la rebelión popular tan necesarias para el cambio y en favor de la democracia
que escasea mucho más que en otros países en la mira criminal de Estados
Unidos, cómplices y abyectos.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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