Por Eduardo Contreras:
El descaro de todos quienes hoy atacan al gobierno de
Nicolás Maduro, empezando por el gobierno de Piñera, recibe el apoyo de un buen
grupo de “demócratas y progresistas”.
Es correcto que respetemos los puntos de vista de todos los
demás, pero por muy tolerantes que seamos hay un límite para todo.
En efecto, se comprende perfectamente que hoy los ataques al
gobierno y al pueblo venezolano provengan de los mismos sectores políticos que
acá en Chile apoyaron el proceso sedicioso en contra del gobierno del presidente
Allende en 1973. Son sectores manejados por elementos de la alta burguesía
financiera del país, estrechamente vinculados al capital extranjero y en
particular a los aparatos de los EEUU de Norteamérica. Es su papel en la
historia. Apoyaron el golpe y todos los crímenes perpetrados por la dictadura.
Es más, hoy apoyan a los criminales encarcelados procurando su liberación.
En ello no hay sorpresa alguna. Son los que desde siempre
han combatido a la Revolución Cubana. Son quienes se oponen a todo cambio
político y social que amenace poner en riesgo su dominación histórica. Cuentan
además con el concurso de los grandes medios de comunicación que controlan,
prensa, radio, televisión y confían que, como siempre, los institutos armados
estarán de su lado.
Lo indignante es que ataquen grotescamente al Presidente
Maduro aquellos que se autodefinen como “demócratas y progresistas” ¡Y con
métodos y argumentos carentes de la más mínima seriedad! Por ejemplo ¿de dónde sacan que tengan
potestad jurídica para reconocer o no reconocer a un mandatario extranjero y
además, exigir que el gobierno se le entregue a otro organismo?
¿Pero qué se creen? ¿Qué entienden estos verdaderos
golpistas por comunidad internacional y Estado de Derecho? ¿Qué diablos es ese
oscuro “grupo de Lima”, que esconde realmente? ¿Piensan que los pueblos y
sociedades del mundo tienen que actuar y conformarse del modo que estos
neofascistas desean?
¿Habrán escuchado hablar de la libre determinación de los
pueblos?
El descaro de todos quienes hoy atacan al gobierno de
Nicolás Maduro, empezando por el gobierno de Piñera, recibe el apoyo de un buen
grupo de “demócratas y progresistas”. Para muestra un botón: las actuales
declaraciones contra Venezuela del ex presidente Ricardo Lagos. Tiene todo el derecho
a hablar.
Pero sucede que es el mismo personaje que durante su mandato
presidencial, el 11 de abril de 2002 se apresuró a reconocer al golpista
venezolano Pedro Carmona que durante unas pocas horas intentó terminar con el
legítimo gobierno del presidente Chávez.
Carmona, obviamente, era un poderoso empresario que presidía
la organización Fedecámaras, que había organizado huelgas, y que se auto
juramentó como nuevo presidente de la República. Ni a los neofascistas ni a
ciertos progresistas esto les molestó en absoluto y se solidarizaron con el
golpe de Estado de 2002.
Y no olvidemos que, aunque su gestión duró sólo 47 horas, el
golpista disolvió el Parlamento, el Tribunal Supremo de Justicio, el Consejo
Nacional Electoral, y removió de sus cargos a todos los gobernadores, alcaldes,
concejales, al Fiscal General, al contralor y mandó a llamar a todos los
embajadores. Y entonces ni la derecha
chilena ni algunos “progres” dijeron nada. Al contrario, los que hoy chillan y
hablan de legalidad en ese entonces aplaudían el llamado Carmonazo.
En ese momento, es decir hace sólo 17 años, el gobierno del
presidente Ricardo Lagos y su Canciller, doña Soledad Alvear, fue el primero en
reconocer al golpista.
Luego vendrían Estados Unidos, El Salvador, Colombia. El embajador
en Caracas era entonces Marcos Álvarez, al que el gobierno chileno, tras el
ridículo internacional y el bochorno político, intentó culpar de lo ocurrido.
A la luz de las declaraciones de hoy y cuando los
detractores de la República Bolivariana de Venezuela continúan siguiendo a la
letra el dictado de los EE. UU de Norteamérica, sólo cabe una conclusión: el
descaro de los fariseos no tiene medida.
eduardocontreras2@gmail.com
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