Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Es difícil responder algunas preguntas en la Venezuela de
hoy. Creo que ni el gobierno de Venezuela ni el de Estados Unidos (los únicos
actores verdaderos en este conflicto tienen todas las respuestas), sobre todo
porque lo ocurrido es una situación inédita, en Venezuela, en América Latina y
posiblemente en el mundo, es decir un golpe de Estado que se planifica, organiza
y dirige desde el exterior, lo cual es normal desde que Estados Unidos existe
como potencia, pero en este caso también se ejecuta en el exterior, lo cual es
una novedad. El resto de participantes de este drama, incluyendo la oposición
venezolana y los 10 países del Grupo de Lima más Ecuador -que se plegó a éste
para ajustar el comportamiento fascista del traidor que ostenta la presidencia,
al de sus colegas de la región- son meras fichas de relleno para la consumación
de los planes imperiales.
En Venezuela, el golpe de Estado se inició con las
declaraciones del vicepresidente Pence y se consumó con el reconocimiento de
Guaidó por parte de Trump. De hecho, la manifestación convocada por la
oposición amenazaba con ser un nuevo fracaso y fue solo tras el reconocimiento
de Trump que las fuerzas opositoras se movilizaron masivamente al sentir el
respaldo de Estados Unidos, esto se corrobora con las declaraciones de Diosdado
Cabello respecto de su reunión el día anterior con Juan Guaidó ( que no
desmintió en una entrevista con una periodista colombiana de Miami) en la que
éste hizo ciertos compromisos que fueron incumplidos al día siguiente después
de recibir una llamada desde Washington. En este sentido, se repite la
actuación en República Dominicana, en años anteriores, cuando tras llegar a un
acuerdo negociado con el gobierno para solucionar pacíficamente las
controversias, dos llamadas telefónicas, una desde la capital imperial y otra
desde Bogotá, hicieron que sus delegados no suscribieran el acuerdo. Esto reitera
que la oposición venezolana no tiene criterio propio y actúa como marioneta de
la presidencia de Estados Unidos.
Pero, volviendo a los acontecimientos recientes, hay que
decir que fue Trump el que movilizó a la oposición el día 23 al anunciar el reconocimiento
de Guaidó como “presidente interino”, con lo que trataba de dar respaldo de
masas a una decisión que violenta los aspectos más elementales del
funcionamiento del sistema internacional.
No sé si seré muy grandilocuente, pero en el futuro se podrá
decir que el 23 de enero de 2019 se le descerrajó el golpe más artero que jamás
haya recibido el derecho internacional, así como los principios que regulan los
vínculos entre Estados después de la segunda guerra mundial y los fundamentos
jurídicos, políticos y éticos que rigen
estos vínculos.
Los que creían haber visto todo en materia de transgresión
jurídica en el mundo, los que vimos el golpe de estado contra Allende
organizado y financiado por Kissinger los que estructuraron el Plan Condor para
asesinar luchadores sociales y políticos en América Latina, los que
destituyeron y secuestraron impunemente a los presidentes Aristide en Haití y
Zelaya en Honduras, los que propiciaron la destitución sin pruebas de la
presidenta Rousseff en Brasil y la prisión injusta de Lula para nombrar a su
responsable como ministro de justicia del gobierno neofascista que se instaló
en el poder en Brasil, los que auparon a las dictaduras de seguridad nacional
en los años 70 y 80 del siglo pasado, los que protegen a los delincuentes que
gobiernan en la mayor parte de los países del Grupo de Lima, los que apoyan
ilimitadamente el genocidio en Colombia, ahora intentaron una nueva modalidad:
sustitución del derecho por la fuerza, nombramiento de presidentes desde
Washington y utilización de la embajada de Estados Unidos como “palacio de
gobierno” de los usurpadores del poder. Ni siquiera en el siglo XIX, en tiempos
del “Gran Garrote” o de la “Diplomacia del Dólar”. Pasó al olvido aquella frase
de que la democracia solo vale cuando emerge de elecciones: se les olvidó en
Honduras al nombrar a Micheletti, se les olvidó en Brasil al nombrar a Temer y
ahora su putrefacta democracia lo olvida en Venezuela. Ni los gobiernos más
intervencionistas de Estados Unidos: el de Nixon, el de Reagan, el de Bush y el
de Obama habían llegado tan lejos.
Todo esto no dejó
otra opción al presidente Maduro que romper relaciones diplomáticas con Estados
Unidos, un gobierno soberano no puede aceptar que otro país, por muy potencia
que sea, asuma derechos constitucionales que solo les competen a los
venezolanos, mucho más cuando se trata de designar a un presidente y no lo
puede aceptar porque dejaría de ser soberano y por tanto no tendría razón de
existir. Ahora, Estados Unidos anunció que no consideraba válida esa decisión
por lo cual acogió a Guaidó en su embajada, transformándola en “palacio de
gobierno” del autonombrado, es decir Guaidó “dirige” desde el exterior, está en
otro país, mientras que su otro cargo: el de presidente de la Asamblea Nacional
en desacato si lo ejerce desde Venezuela. Habla de dictadura, pero un mismo
personaje ostenta la máxima responsabilidad de dos poderes públicos, hablan de
respeto a la Constitución, pero la violentan al crear la figura de “presidente
interino” que no existe en la Carta Magna, ¡una total incongruencia!
Está claro que Guaidó recibe órdenes directas de Washington
y es Estados Unidos el que toma las decisiones.
Quedó de manifiesto cuando se produjo su autonombramiento y se puedo
observar la cara de sorpresa de los vicepresidentes de la Asamblea en desacato
quienes se enteraron en ese momento de la “movida”. En su desesperación Guaidó
se olvidó de comentarle la última instrucción recibida desde la Casa Blanca. El
próximo paso fue el dado por el Secretario de Estado Pompeo, el que, cual
típico matón que recuerda a sus antepasados italianos de la provincia de
Pescara en la Región de Abruzzo al este de Roma, amenazó con una invasión
militar si el gobierno de Venezuela tomaba acciones contra Guaidó o contra la sede
de la Embajada de Estados Unidos en Caracas.
Esto ha creado una situación inédita en el marco del derecho
internacional. Hasta el momento, Guaidó ha sido reconocido por 12 países
incluyendo a Estados Unidos, por el secretario general de la OEA y por el secretario
del Consejo Europeo, Donald Tusk. En otro claro ejemplo de timo político han
creado una ficción, para autodenominarse comunidad internacional, asumiendo su
representación apoyados en que uno de esos 12 países tiene la mitad del arsenal
nuclear del planeta, y actuando como si el resto de los más de 180 naciones
independientes del planeta no existieran.
Al ser una situación inédita, es difícil predecir el
desenlace, se podría prever que Guaidó pueda tomar disparatadas medidas
encumbrado por Estados Unidos y sus casi 7000 ojivas nucleares además de las
800 bases militares que tiene dispersas por el mundo. Por ejemplo podría
solicitar ayuda militar a Estados Unidos, lo cual en los hechos sería la
justificación “legal” de una intervención armada, o apoderarse de las
instalaciones de Citgo, la filial de PDVSA en Estados Unidos, intentar ocupar
las embajadas e instalaciones diplomáticas de Venezuela en los países que han
reconocido a Guaidó y por supuesto, Estados Unidos podría firmar con Guaidó un
“acuerdo de cooperación” que permitiría la aprobación legal por parte del
Congreso de Estados Unidos de una partida financiera para que haga política e
intente realizar acciones de mejoramiento de la situación económica del país
esperando ganarse el apoyo de la población que vive agobiada por la crisis
económica.
Habrá que esperar en los próximos días el desarrollo de los
acontecimientos, considerando que Guaidó no ha logrado ningún apoyo de las
fuerzas armadas y que las instituciones del país siguen respondiendo al
gobierno de Venezuela, a la Constitución y a las leyes del país.
Ya en la noche del 23 de enero se desataron acciones
violentas por parte sectores de la oposición, lo cual se inserta en el plan de
Estados Unidos. La supuesta transición no puede producirse sin violencia,
porque mientras las fuerzas armadas se mantengan leales a Maduro no hay
transición posible, por eso necesitan una guerra civil o una intervención
armada. En el primer caso -para desatarla- se requiere que haya un quiebre en
las fuerzas armadas, lo cual teóricamente se podría producir si una situación
de violencia generalizada obliga a la institución castrense a actuar para
restablecer el orden interno. En ese caso, Estados Unidos apuesta a que las
fuerzas armadas no tengan una opinión única de cómo operar, se produzca un
quiebre que se exprese como enfrentamiento entre dos sectores militares que
sirva para justificar una “intervención humanitaria” a fin de “restablecer el
orden”. Hasta este momento, ese plan ha fracasado porque las fuerzas armadas se
mantienen unidas y leales al gobierno, por lo cual se puede prever que intenten
incrementar las acciones violentas, esperando llegar a una situación similar a
los fracasados experimentos terroristas de 2014 y 2017.
Ante esto, el presidente Maduro en su discurso del día 23 de
enero, con mucha serenidad planteó las directrices más generales del accionar
del gobierno: mantener movilizado al
pueblo, garantizar la unidad cívico militar, hacer una administración más
eficiente y actuar con paciencia y tino político para evitar las provocaciones
que Estados Unidos implementará, sobre todo en lo relacionado a la creación de
este gobierno paralelo sin sustento en la Constitución. El espacio de maniobra
es reducido cuando hay que enfrentarse a la mayor potencia del mundo controlada
además por un gobierno en el que prima la irracionalidad tanto en su política
interna como internacional.
Finalmente, este aspecto: el internacional es muy relevante
en este contexto, China y Rusia deberían jugar un papel activo denunciando la
violación del derecho internacional, la Carta de la ONU e impidiendo cualquier
resolución que intente Estados Unidos en el Consejo de Seguridad para legalizar
la intervención , tal como lo logró en el caso de Libia, e incluso promover una
resolución del Consejo de Seguridad llamando a la búsqueda de un desenlace
pacífico y por vía de negociaciones del conflicto interno de Venezuela sin
intervenciones extranjeras de ningún tipo y rechazando de plano la acción
militar. Muy posiblemente Estados Unidos lo vetaría, pero obligaría a los
timoratos a tomar una posición respecto de la paz o la guerra, de la democracia
o la dictadura, a favor de solucionar el conflicto en el marco de la Carta de
la ONU o en favor de una intervención armada ilegal, toda vez que no ha sido
aprobada en el Consejo de Seguridad.
México, tras retomar el apego a su tradición constitucional
de o inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, está señalando el
camino del respeto a la Carta de la ONU en la solución de conflictos, estoy
seguro que cada vez mayor cantidad de países de la región seguirán su ejemplo.
Almagro ha logrado que la OEA sea superada por el Grupo de Lima: Estados Unidos
se vio obligado a crearlo para conseguir con rapidez y seguridad lo que la OEA
no ha sido capaz de proporcionarle: el soporte político para una invasión. Los
países del Grupo de Lima al avalar la intervención militar de Trump, se hacen
cómplices de éste, y en caso que el pueblo de Venezuela no logre evitar una
invasión, serán juzgados como criminales de guerra por la gran cantidad de
muertos, desaparecidos, mutilados y desplazados que tal acción producirá. El
incremento de la migración que toda guerra produce vendrá a señalarles en la
cotidianidad de sus calles, el impacto de su subordinación a la potencia
imperial. Si quieren saber cómo es esto, solo deben mirarse en la realidad de
la Europa de hoy impactada por la llegada de millones de migrantes provenientes
de los países en los que se han desatado guerras imperiales y coloniales.
sergioro07@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario