Mohammed Bin Salman, el príncipe con mayor poder en Arabia
Saudí, arribó a Argentina para participar en la Cumbre del G20. La ONG Human
Right Watch (HRW) presentó una dura denuncia en su contra por los crímenes
cometidos por las fuerzas armadas saudíes en Yemen.
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman
(MBS), ya se encuentra transitando plácidamente las calles de Buenos Aires, en
espera de que comience la Cumbre del G20 que se realizará el viernes y el
sábado próximos.
Recibido en el aeropuerto de Ezeiza por el canciller Jorge
Faurie, el joven MBS arribó a Argentina –que tiene a Arabia Saudí como
principal socio comercial entre los países del mundo árabe- con una dura
denuncia en su contra, presentada por Human Right Watch (HRW). La ONG lo acusó
ante la justicia del país por los crímenes cometidos por las fuerzas armadas
saudíes en Yemen, país invadido en marzo de 2015 y que ya cuenta con un saldo
de más de diez mil civiles asesinados por los bombardeos ordenados por la Casa
de Saud. HRW, además, lo acusó por su complicidad en el asesinato del
periodista Jamal Khashoggi, ocurrido en el consulado saudí de la ciudad turca
de Estambul.
Acompañado por una comitiva de 400 personas, MBS se trasladó
desde Ezeiza hacia la sede diplomática saudí en Buenos Aires. Unas horas atrás,
el príncipe había visitado Túnez, donde fue recibido con una masiva
movilización en su contra. En la fachada del edificio del sindicato de
periodistas tunecinos, se pudo ver un cartel de varios metros con la figura del
príncipe sosteniendo una motosierra. Una imagen que retrata la faceta que más
preocupa e intenta esconder el príncipe heredero. MBS también estuvo en
Emiratos Árabes Unidos, Barhein y Egipto, en una renovada cruzada por limpiar
su imagen y la de su reino.
MBS llegó al poder saudí tejiendo oscuras alianzas, arropado
por su padre, el rey Salman Bin Abdulaziz, y desplazando al, por entonces,
príncipe heredero, su primo, Muhammad Bin Naif Bin Abdulaziz Al Saud. Detrás de
este juego de tronos que estremeció a Medio Oriente, MSB se consagró ganador,
acaparando la toma de decisiones económicas y militares de la principal
monarquía del Golfo Pérsico.
La llegada de MBS a la cúspide del poder saudí se convirtió
en un hecho mediático que resonó en todos los rincones del mundo. El príncipe
heredero, nacido en 1985, estructuró un discurso modernizador, al mismo tiempo
que, en pocos meses, inició una persecución encarnizada contra miembros de la
familia real, muchos de los cuales fueron apresados y encerrados en el lujoso
hotel Ritz-Carlton de Riad. La purga de MSB se presentó como una “nueva” lucha
anticorrupción, pero el objetivo fue ralear a opositores potenciales y acaparar
los hilos que mueven las finanzas saudíes, sostenida por la producción de
crudo, que ubica a la nación como la primera potencia petrolera mundial.
Los últimos meses de MBS se convirtieron en un cúmulo de
críticas en su contra. A las múltiples denuncias por la invasión a Yemen
–ordenada por el príncipe, que todavía se desempeña como ministro de Defensa
del reino-, se suman las del asesinato de Khashoggi, un hombre del riñón de la
monarquía, pero con posturas “díscolas” frente a MBS. El periodista saudí fue
descuartizado y desaparecido por órdenes directas del príncipe heredero, según
lo difundido por los medios internacionales. A esto, se suma el creciente
rechazo por el bloqueo que impuso Arabia Saudí a Qatar -otra monarquía del
Golfo enfrentada con la Casa de Saud- y las cada vez más aceitadas relaciones del
régimen saudí con Estados Unidos e Israel.
Ante la denuncia presentada por HRW, el juez Ariel Lijo dio
curso ayer al pedido del fiscal federal Ramiro González de librar exhortos a
Arabia Saudí y Yemen para saber si existen procesos en trámite por los hechos
denunciados contra MBS por violaciones a los derechos humanos. Según medios
locales, en el dictamen presentado ante el magistrado, se evalúa que podría ser
competencia originaria de la Corte Suprema la denuncia presentada por HRW. Por
su parte, Lijo emitió pedidos de información para Turquía y la Corte Penal
Internacional sobre las denuncias presentadas.
“Las autoridades judiciales deberían evaluar el papel de
Mohammed Bin Salman en posibles crímenes de guerra cometidos por la coalición
liderada por Arabia Saudita en Yemen desde 2015”, afirmó Kenneth Roth, director
ejecutivo de HRW. “La participación del príncipe heredero en la Cumbre G-20 en
Buenos Aires podría permitir que las víctimas de abusos que no lograron que se
haga justicia en Yemen o Arabia Saudita puedan obtenerla en los tribunales
argentinos”, apuntó.
HRW recordó que la Constitución de Argentina reconoce la
jurisdicción universal por crímenes de guerra y torturas, lo que implica que
las autoridades judiciales están facultadas a investigar y juzgar estos
delitos, con independencia de dónde se cometan y de la nacionalidad de sus
autores o las víctimas. Reed Brody, abogado de HRW, declaró a medios nacionales
que no pueden denunciar a MBS en su país porque “tiene todo bajo control” y que
Argentina, al ser una nación que incorporó los tratados de derechos humanos,
está obligada “a abrir una investigación”.
Por su parte, la Federación de Entidades Islámicas de la
República Argentina (FEIRA) expresó “su más enérgico repudio” ante la presencia
de MBS. En un comunicado, firmado por el titular de la institución, Daniel
Hosain, se remarcó que MBS “es el principal responsable de la invasión a la
República del Yemen, ocasionando una crisis humanitaria de inmensa proporción,
dejando en riesgo de muerte por hambruna a más de 80.000 niños y jóvenes
yemeníes, de los que han fallecido ya un importante porcentaje, que se suman a
la destrucción y muerte perpetradas con armamento estadounidense”.
La FEIRA también apuntó contra el príncipe por ser el
responsable de invadir Bahrein (pequeño emirato del Golfo) para reprimir las
protestas de 2011, asesinar a ciudadanos de ese emirato y financiar a las
organizaciones terroristas que intervienen en Siria, “proveyendo de armas
químicas y otras letales, que ayudaron a devastar el país del Creciente Fértil
desde hace siete años”.
Para la Federación de Entidades Islámicas, MBS es un
“criminal” y una “ofensa” para Argentina, “como lo fue, en su momento, la
presencia de (Benjamín) Netanyahu. Ambos son, sin duda alguna, criminales de
lesa humanidad”. Al final del comunicado, la FEIRA expresó que es “penoso saber
que hoy la humanidad se cuenta en billetes o barriles de petróleo, y no por la
vida misma”.
Sobre la participación de MBS en la Cumbre del G-20, se
conoce poco. Se especula que pueda mantener una reunión bilateral con el
presidente Recep Tayyip Erdogan, su nuevo contrincante por el poder en Medio
Oriente. En las últimas semanas, el mandatario turco, también acusado por
diferentes organismos internacionales por violaciones a los derechos humanos,
se transformó en un fuerte crítico del príncipe y es el encargado de difundir,
de forma casi diaria, nuevas informaciones sobre el asesinato de Khashoggi.
Durante la Cumbre, es probable que MBS se abrace con Donald
Trump, su socio predilecto y el encargado de sellar contratos millonarios para
la venta de armamentos al reino. Si este abrazo se concreta, seguramente será
acompañado por la sonrisa insulsa y complaciente a la que nos tiene
acostumbrados el presidente argentino Mauricio Macri. No es para menos, después
de que el vicecanciller Daniel Raimondi afirmara que MBS goza de “inmunidad por
el rol que está ejerciendo”.
leandroalbani@gmail.com
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