Por Sergio Ortiz:
Franceses pudieron frenar los tarifazos y los argentinos no
El presidente Emmanuel Macron tuvo que retroceder en sus
tarifazos. Lo obligaron miles de ciudadanos movilizados en calles y plazas. Una
lección para Argentina.
Fueron tres sábados de movilizaciones masivas en ciudades
galas, incluida la Ciudad Luz. La primera ocurrió el 17 de noviembre, con
300.000 personas que clamaban contra el previsto aumento del gasoil. La segunda
fue el sábado 24, con 110.000 manifestantes. Y la tercera, y a la postre la
decisiva, el 1 de diciembre, con menos masividad, pero con ánimos encendidos y
combativos, que se manifestaron incluso en lugares íconos de París, como el
Arco del Triunfo. Allí los manifestantes pintaron que la protesta triunfaría,
reclamando la dimisión de Macron. Eso ofendió al gobierno. La ofensa, claro
está, era por el pedido de renuncia, aunque argumentaba la “falta de respeto a
lo símbolos de la República”.
Los choques de los manifestantes con la policía fueron
fuertes. Gases, golpes y palos fueron repartidos generosamente por los
efectivos, que por suerte no contaban con reglamentos para el “gatillo fácil”,
estilo Macri-Bullrich. El saldo en muertos habría sido mayor. De la otra parte,
además de consignas contra el que califican como el “presidente de los ricos”
(otra llamativa coincidencia con su colega argentino), se arrojaron muchas
piedras y bombas incendiarias.
En la última protesta hubo 412 detenidos y 133 heridos. Los
dos muertos se produjeron en las semanas anteriores, por accidentes con autos,
en medio de los cortes.
Si bien la peor parte de los heridos la llevó la gente que
protestaba, también los policías recibieron lo suyo. En parte por estos golpes
recibidos, y en parte por restos de conciencia social, algunos destacamentos se
negaron a reprimir, ganando el aplauso de sus posibles víctimas.
Eso dejó en ridículo al senador Miguel Pichetto, socio de
Bullrich en eso de reprimir sin miramientos. Disconforme con la falta de
represión policial el sábado 24 cuando se suspendió la final de la Libertadores
en Ríver, el senador dijo: “La policía francesa, frente a un evento como este,
¿sabés cómo pega? Pega en serio”.
Es verdad que pega fuerte, como la Policía Federal, pero esa
vez los galos se sacaron el casco y no reprimieron.
Lección francesa
Las movilizaciones de los “chalecos amarillos” se mantenía
en el país y concitaban el apoyo de más del 70 de la población, según las
encuestas. Ese aval era aún mayor en el interior, zonas rurales y ciudades
pequeñas, donde su gente necesita usar más el auto para ir a trabajar,
comerciar, estudiar, etc. La protesta encarnaba la bronca de esos sectores de
la Francia profunda, considerados “ciudadanos de segunda” por esos aumentos de
combustibles, sumados a otras medidas perjudiciales para los franceses de
amplias franjas sociales, de las pequeñas, medianas y grandes ciudades.
Como suele ocurrir con muchos movimientos sociales, a sus
reivindicaciones de origen, en este caso contra el aumento del gasoil y las
subas de tarifas de gas y energía, al calor de la confrontación con Macron y
sus uniformados, se fueron sumando temáticas más políticas. El corresponsal de
Página/12, Eduardo Febbro, escribió que París parecía un revival de Buenos
Aires de diciembre de 2001, por la consigna “que se vayan todos”.
La cosa ya no era simplemente por el precio de los
combustibles, sino que se incluía un reclamo de aumento de salarios y
pensiones, de reponer impuestos a los ricos (tasas diluidas por Macron) y otros
asuntos políticos.
Las centrales obreras y sindicatos, golpeados por la reforma
laboral macronista, empezaron a apoyar a los “chalecos amarillos” y convocaron
a una movilización nacional para el 14 de diciembre por salarios y
jubilaciones.
El 3 de diciembre estudiantes en Francia interrumpieron las
clases y bloquearon cerca de 100 escuelas secundarias para condenar la reforma
educativa y apoyar a los “chalecos amarillos” contra el elevado costo de la
vida.
Llegado a ese punto de peligro para su gobierno, endeble ya
que las encuestas lo ubicaban con apenas 26 por ciento de imagen positiva, el
presidente dio un paso atrás. Ya venía retrocediendo en chancletas desde meses
atrás, cuando dos choferes prendieron la mecha del movimiento de “chalecos
amarillos”. Macron dio el brazo a torcer, pero, en un gesto que no lo honra, no
dio la cara pues mandó a su primer ministro Edouard Philippe a dar un mensaje
por televisión.
Así se suspendió por seis meses el aumento de los
combustibles y se congeló durante el invierno las tarifas de gas y luz que
también iban a aumentar a partir del 1 de enero.
Philippe dijo “ninguna tasa merece que se ponga en peligro
la unidad de la nación”. Y admitió: “habría que ser sordo para no escuchar la
cólera de los franceses”.
El costo fiscal de esta marcha atrás es de 2.000 millones de
euros. Vista la bronca, pero también el sentimiento de victoria que campea en
una mayoría de distintas coloraciones políticas, se le hará muy cuesta arriba a
Macron aplicar otro ajuste por esa cantidad. Lo estarán esperando con la
guardia alta los trabajadores, clases medias, intelectuales, comerciantes, la
Francia profunda, etc.
Que no se le ocurra pedir consejo a su amigo Macri, con
quien estuvo reunido en el G-20, porque a lo sumo le dirá que pida ayuda a
Christine Lagarde y reprima sin miramientos. Lagarde es francesa y ya fue
ministra. Y la represión ya se vio que tampoco resulta. Los dos “presidentes de
los ricos” se creen altos dioses como Júpiter, pero no dan pie con bola entre
los mortales, quienes ponen nubes de distancia con ellos.
Gran lección francesa: la calle puede contra los tarifazos.
Acá no se llegó a ese resultado. Para que repasen los políticos argentinos
dizque opositores absorbidos por maquinaciones electorales.
ortizserg@gmail.com
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