Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Aunque usted no lo crea, en pleno siglo XXI, más de 25 años
después de la desaparición de la Unión Soviética y cuando en todas partes se ha
anunciado que la entronización de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en
Brasil, significaban algo parecido al “fin de la historia” al concretarse la
hipótesis formulada por Francis Fukuyama en la penúltima década del siglo
pasado, el debate entre socialismo y capitalismo se ha vuelto a poner de
relieve y lo ha hecho en escenarios inusitados: con epicentros en el Gran
Palacio del Pueblo, en Beijing, capital de China, el 18 de octubre de 2017 y
respuesta en la Casa Blanca de Washington a comienzos de este mes de noviembre
de 2018.
Por supuesto el contexto viene dado por la necesidad que
tiene hoy Estados Unidos de darle marco ideológico a la guerra comercial que ha
emprendido contra China y que algunos catalogan como un retorno a la guerra
fría. En el fondo, lo que trasluce es la decadencia de Estados Unidos como
primera potencia económica mundial y la emergencia de China que pronto se
ubicará en ese pináculo. Así mismo, se pondrá en el tapete de la discusión la
posibilidad de ejercer un liderazgo mundial distinto del que se ha aplicado a
través de la historia, es decir uno que no esté basado en la hegemonía militar,
ni en la imposición, tampoco en la amenaza, el chantaje o el fantasma de la
invasión.
El año pasado, en el marco de su informe al XIX Congreso del
Partido Comunista de China, el Secretario General de ese partido y presidente
de la República Popular China, Xi Jinping, hizo –en su discurso- una acendrada
defensa del socialismo. De hecho confirmó la propuesta china de construcción
integral de una sociedad modestamente acomodada en un periodo en que el
socialismo con peculiaridades chinas está entrando en una nueva época.
El Congreso del Partido Comunista Chino se planteó -entre
otros aspectos- enarbolar la gran bandera del socialismo con peculiaridades
chinas, lograr el triunfo definitivo en la culminación de la construcción
integral de una sociedad modestamente acomodada y conquistar la gran victoria
de dicho socialismo en la nueva época.
Xi ha impulsado un importante progreso en la construcción
ideológica y cultural, fortaleciendo la dirección del Partido sobre el trabajo
ideológico, impulsando la innovación teórica en todos los aspectos y dando
mayor relevancia a la posición rectora del marxismo en el terreno ideológico
para hacer que el socialismo con peculiaridades chinas y el sueño chino
penetren hondamente en la conciencia del pueblo, inculcándole a éste los
valores socialistas esenciales y la cultura tradicional.
En esta encomienda, una de las principales batallas ha sido
la del enfrentamiento a la pobreza que ha permitido que en los últimos cinco
años se liberen a más de 60 millones de personas, descendiendo el índice de ese
flagelo del 10,2% a menos del 4%, lo cual ha sido reconocido por el propio
Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres
quien en su última visita a China entregó un reconocimiento al gobierno por el
logro obtenido. Vale decir que al cerrar 2017, según cifras oficiales del
gobierno de Estados Unidos en ese país había a la fecha 41 millones de
ciudadanos viviendo en condiciones de pobreza, lo que representa un 12,6% de
los habitantes del país. Es decir, en términos absolutos y en términos
relativos hoy, en China hay menos pobres que en Estados Unidos.
Sin embargo, según refería Xi, “tras un largo tiempo de
esfuerzos, el socialismo con peculiaridades chinas ha entrado en otra época, lo
que comporta una nueva posición histórica del desarrollo de nuestro país”. Esto
significa que después de largos años de calamidades, la nación china ha logrado
dar un paso gigantesco en la conquista de un futuro mejor, construyendo una
“modesta prosperidad”, y una “naciente fortaleza” que permite visualizar su
revitalización. Ello parte de la potente vitalidad del socialismo científico
como tao, es decir como camino, pero también como teoría, sistema y cultura que
sostendrá el socialismo con peculiaridades chinas, mostrando al mundo que es
posible salir del subdesarrollo y avanzar hacia la modernización por vía
socialista.
Hoy, la meta del pueblo chino -dando continuidad a la lucha
de los predecesores- es perseverar en el camino decidido a fin de obtener
nuevas victorias para la causa del socialismo hasta lograr “el triunfo
definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad
modestamente acomodada” y en la que se dará paso a la edificación de un
“poderoso país socialista moderno”.
Pero el presidente chino no se llama a engaños, alertó que
se debe comprender que el cambio de la contradicción principal de la sociedad
no ha modificado la apreciación acerca de la etapa histórica en la que se
encuentra el socialismo en China, pues no se ha modificado la situación básica
del país, por lo que éste “aún se halla y permanecerá largo tiempo en la etapa
primaria del socialismo”, siendo aún un país en vías de desarrollo, lo cual
obliga a entender esa realidad y no “echar a volar las campanas”, sino, seguir
luchando para hacer de China “un país poderoso socialista moderno, próspero,
democrático, civilizado, armonioso y bello”.
Para lograr este objetivo se debe perseverar en muchos
aspectos, entre ellos en el fortalecimiento del sistema de valores socialistas
esenciales, estar convencidos que la cultura del pueblo chino constituye la
fuerza fundamental, profunda y duradera para el desarrollo del país y la
nación. Ella se manifiesta en el terreno ideológico como impulsora de la
creatividad y la innovación, como forjadora de un espíritu nuevo y como guía
del pueblo. Así mismo, se debe persistir en el estudio del marxismo y “tener
sólidamente arraigados el sublime ideal del comunismo y el ideal común del
socialismo con peculiaridades chinas”.
Xi finalizaba diciendo que el gran territorio de China, su
cultura de 5.000 años y la fuerza de casi 1.400 millones de ciudadanos unidos
en torno al Partido Comunista permitirá
avanzar por el camino del socialismo con peculiaridades chinas, luchando por
cumplir las tres tareas históricas: el impulso de la modernización, la
culminación de la reunificación de la patria y la salvaguardia de la paz
mundial y la promoción del desarrollo conjunto- hasta lograr “el triunfo
definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad
modestamente acomodada, conquistar la gran victoria del socialismo con
peculiaridades chinas de la nueva época, materializar el sueño chino de la gran
revitalización de la nación y hacer realidad la aspiración del pueblo a una
vida mejor”.
Es evidente que no hay regreso al capitalismo en China como
se anuncia desde los centros de poder de Occidente y también desde el punto de
vista de la izquierda dogmática que no comprende que la transformación de la
sociedad es un proceso de largo aliento en el que se hace imprescindible
desarrollar las fuerzas productivas y establecer las relaciones de producción
del socialismo, lo cual es una tarea titánica cuando la economía mundial
todavía está bajo control del gran capital, mucho más, en tiempos de neoliberalismo
y de un proceso de extrema concentración
de la riqueza.
La respuesta al discurso de Xi –aunque tardío- vino como se
dijo antes, desde la Casa Blanca. Indudablemente influido por la incapacidad de
hacer retroceder a China, mucho menos rendirla, tras la severa imposición de
altos aranceles a sus exportaciones hacia Estados Unidos y ante la irreversible
facultad de su economía de resistir los furiosos embates de Trump, que intenta
solventar los daños estructurales causados a Estados Unidos por el proceso
globalizador que ellos mismos inventaron, viene este ataque ideológico que
pretende minar las bases ideológicas de la sociedad y el Estado chino.
Intranquilo por las repercusiones que esta situación pueda
tener internamente en Estados Unidos, perturbado por las evidencias que la
influencia de las ideas socialistas están teniendo en su país, y sabedor que
las medidas económicas y el aumento de aranceles contra China, más temprano que
tarde se devolverán para afectar a la propia economía estadounidense, la cual
comenzará a mostrar una gradual elevación de los índices inflacionarios a
finales del próximo año, muy probablemente acompañada de una recesión que
podría estallar en 2020, amenazando los empeños reeleccionistas de Trump, éste
ordenó a su Consejo de Asesores Económicos que elaborara un extraño informe
denominado “Costos de oportunidad del socialismo” en el que llama la atención
sobre la posibilidad de su regreso..
Aunque las elecciones del 6 de noviembre le vinieron a dar
la razón, dados los avances de los sectores liberales y de la izquierda del
partido demócrata, en realidad el verdadero temor de Trump y el poder imperial
es que estas conquistas puedan tener repercusiones en las elecciones
presidenciales y se transformen en apoyo creciente hacia Bernie Sanders quien
acaba de ser reelegido de manera aplastante como senador en su distrito
electoral del estado de Vermont.
Utilizando fuentes provenientes de centros de investigación
del establishment del país, el informe de 72 páginas plantea que: “Coincidiendo
con el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, el socialismo está viviendo un
regreso al discurso político del país.
Propuestas políticas autodenominadas socialistas están ganando apoyo en
el Congreso y buena parte del electorado”. No obstante el economista británico
Michael Roberts señala que “…no hay que ser demasiado duro con los
investigadores de la Casa Blanca: no tienen cómo saber lo que es el socialismo;
y su definición (la que consiguieron del diccionario, al parecer) es probablemente
la opinión de la mayoría de la gente”.
Sin embargo, más allá de la dinámica interna el informe
señala al socialismo con una definición bastante indeterminada que incorpora a
la China de la época de Mao Zedong, pero no a la actual; también a la Unión
Soviética, Cuba, Venezuela y los estados
'social demócratas`” escandinavos.
En realidad, en Washington tratan de comparar la economía
nacional planificada con la economía nacional de mercado dominada por el
capitalismo y establecen una dicotomía en su aplicación, desconociendo que ya
en diciembre de 1990, Deng Xiaoping había afirmado que:” En lo teórico debemos
llegar a comprender que la diferencia entre capitalismo y socialismo no reside
en problemas como la disyuntiva planificación o mercado. En el socialismo
también hay economía de mercado, igual que existe control planificado en el
capitalismo. ¿Acaso en las condiciones del capitalismo ya no hay control alguno
y uno puede portarse a su libre voluntad? ¡El trato de nación más favorecida no
es otra cosa que control! No se crea que practicar cierta economía de mercado
es seguir el camino capitalista. ¡Nada de eso! Tanto la planificación como el
mercado son necesarios. Sin desarrollar el mercado, uno no tiene acceso ni
siquiera a la información mundial, lo que significa resignarse a quedarse a la
zaga”.
Empero, para tratar de convencer, la Casa Blanca afirma que
tanto en China como en la Unión Soviética de mediados del siglo XX “sus
gobiernos no democráticos tomaron el control de la agricultura, con la promesa
de hacer la comida más abundante. El resultado fue sustancialmente una menor
producción de alimentos y decenas de millones de muertes por hambre”. Con lo cual concluyen que el socialismo es
una catástrofe para los pueblos. El informe concluye afirmando que: “La
evidencia histórica sugiere que un programa socialista aplicado a Estados
Unidos provocaría la escasez, o de otro modo degradaría la calidad, de
cualquier producto o servicio sometido a un monopolio público. El ritmo de
innovación sería lento, y el nivel de vida, en general, sería menor. Estos son
los costos de oportunidad del socialismo desde una perspectiva moderna
estadounidense”.
Sin embargo, no es eso lo que muestra el socialismo en
China. Aquí, habría que aplicar aquella reflexión del Quijote cuando le dijera
a su fiel escudero: “Ladran Sancho, señal de que estamos vivos”.
sergioro07@hotmail.com
Muy interesante artículo de Sergio Por estás cuestiones va a pasar la lucha ideológica internacional en los tiempos que vienen Hay que estudiar y revisitas el marxismo para interpretar correctamente a su luz el gran proceso de transformación mundial que estamos vovivien
ResponderEliminarEs un articulo muy interesante.
ResponderEliminar«¡Categórico y bien argumentado! este agudo análisis político-ideológico, a los efectos de interpretar, con verdadero acierto científico-social, las cuestiones que en el contexto de la globalización y el desarrollo económico-social de los #Pueblos que, [hoy] están incidiendo para darle nuevos impulsos y bríos al debate de las ideas; sobrevenidas de las recientes opiniones del ca. XI JIMPING y del magnate [¿666?] D.Trump ("socialismo y sus peculiaridades China" VS el "capitalismo monopolista del desastre neoliberal"[neoFascista]. De ahí que, hay que volver a [leer] C.Marx, entre otros/as. Pues todavía estamos a tiempo de "actualizar" sus propuestas anticapitalistas, para ir a la practica de sus visionarias ideas revolucionarias; para continuar dando la batalla por la conquista de un mejor y nuevo mundo posible, para el bienestar y progreso de la humanidad, en este recién iniciado siglo XXI.» ¡VIVIREMOS y VENCEREMOS!
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