Por Homar Garcés:
En el primer escenario (sin el Estado), los sectores
populares logran su autonomía y autogestión; esta última generando una fuerza
productiva autosuficiente y enmarcada en el respeto y la preservación de la
naturaleza, que le permitirá satisfacer sus necesidades, pero sin que
prevalezcan los intereses y la lógica capitalistas.
Algo que, sin duda,
suena ilusorio, mas no imposible de alcanzar. En el segundo (contra el Estado),
los ciudadanos confrontan la represión y las razones del Estado que coartan sus
derechos y reivindicaciones; especialmente cuando tales razones responden a los
intereses supuestamente superiores del capitalismo, local y global. Mientras en
el último de estos escenarios (desde el Estado), el Estado es objeto del
control popular, lo cual podrá concretarse mediante la conquista de los
espacios institucionales, nacionales o locales (haciendo uso, inclusive, de las
reglas de juego que han servido para legitimar la hegemonía de las élites
dominantes), instaurando, en consecuencia, unas nuevas relaciones sociales de
poder, alcanzadas a través del ejercicio de una democracia directa.
Puede ocurrir que los tres escenarios tengan lugar
simultáneamente, solo que con niveles de intensidad distintos y de maneras que
pocos logran determinar con claros detalles, lo que -al carecer de objetivos
precisos y concebidos a mediano o largo plazo- hace que en la mayoría de las
circunstancias suscitadas se vuelva al punto de partida, sin mucha
trascendencia, haciendo que los sectores populares se convenzan amargamente de
una fatalidad aparentemente insuperable que, a pesar de todo, se yergue siempre
sobre sus luchas.
No obstante, en medio de todo esto, hay que considerar que
el sistema económico imperante, en su variante de capitalismo neoliberal, se ha
apropiado abiertamente de espacios políticos importantes que dificultan la
influencia, el protagonismo y la participación de los sectores populares. Al
respecto, Roberto Regalado nos ilustra que «el neoliberalismo es una doctrina
concebida para imponer y legitimar la desigualdad social extrema. En los años
setenta, ochenta y noventa del siglo XX, los ideólogos neoliberales decían
públicamente lo que pensaban, entre otras cosas, que la desigualdad social,
llevada a sus extremos más atroces, era buena y necesaria y, por tanto, debía
ser fomentada por el Estado. Así repetían lo que habían aprendido de su
maestro: en el pequeño libro considerado como obra fundacional del
neoliberalismo, Camino de Servidumbre, impreso en 1944, el padre de esa
doctrina, Friedrich Hayek, afirmaba: «toda política directamente dirigida a un
ideal sustantivo de justicia distributiva tiene que conducir a la destrucción
del Estado de Derecho». Repárese en que Hayek planteaba que la justa
distribución de la riqueza conduce a la destrucción del Estado de Derecho, es
decir, que la justicia social es incompatible con la democracia liberal
burguesa o, dicho a la inversa, que la democracia liberal burguesa es
incompatible con la justicia social»
No está demás aseverar, por tanto, que el patrón de producción
y reproducción social presente en la mayoría de los países existe y subsiste
gracias al modelo de Estado moderno. Por ello mismo, el Estado no puede ser un
elemento ajeno al debate teórico y a las luchas populares relacionadas con la
construcción de un nuevo modelo civilizatorio que erradique la tradicional
división de clases y sea alternativo al impuesto por la lógica del capitalismo.
Algo en lo que, durante el largo transcurso de la historia, se enfrascara una
diversidad de luchadores y de teóricos revolucionarios del socialismo/comunismo
sin obtener resultados concretos que hicieran de ello una realidad posible.
Como colofón, habría que decir que sólo a través de un
continuo y radical proceso de descolonización política y cultural podrá
iniciarse y asegurarse, a su vez, un proceso de descolonización económica y
material de la ciudadanía; lo que, a largo plazo, tendrá que plasmarse en la
construcción colectiva de un nuevo modelo civilizatorio. Esto, de uno u otro
modo, afectará la concepción, las estructuras y el funcionamiento del Estado
tal como se conoce actualmente.
mandingarebelde@gmail.com
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