Por Sergio Ortiz :
Los presidentes de EE.UU. y Argentina han atacado al
gobierno de Venezuela como si fuera una dictadura. Falso. Además, si el mundo
anda mal no es por Nicolás Maduro.
La 73ª Asamblea General de la ONU se abrió con discursos de
presidentes de los 193 países miembros (continúa el oprobio de negarle a
Palestina el derecho a miembro pleno número 194, por bloqueo
estadounidense-israelí).
Cada representante
plantea su visión del mundo, desde su óptica de clase y nacional, marcando los
riesgos y tareas que considera fundamentales.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sin ser
ningún estadista, dio campanazos de alerta sobre aquellos peligros pues señaló
que los esfuerzos de paz están fracasando y que las normas humanitarias
internacionales están colapsando.
También admitió que “hay indignación frente a nuestra
inhabilidad para poner fin a las guerras en Siria, Yemen y otros lugares”, que
“la solución para el conflicto israelí-palestino está cada vez más distante” y
que “la amenaza nuclear no se ha alejado”.
En relación al cambio climático, alertó que era una
prioridad urgente y que si no se adoptan medidas en los próximos dos años para
reducir los gases de efecto invernadero, “el mundo corre el riesgo de un
calentamiento acelerado”.
Si bien omitió el núcleo de esos dramas, esto es el dominio
de las grandes potencias y las corporaciones financieras, y la expoliación de
los pueblos, sobre todo los del Tercer Mundo, lo dicho por el secretario de la
ONU tiene su miga.
Obviamente el gran responsable de esos males no es Venezuela
ni Nicolás Maduro, su gobernante reelegido en elecciones democráticas.
Aunque el portugués no lo nombró, muchos deben haber pensado
en Donald Trump cuando se aludían esos gravísimos riesgos para la humanidad.
Trump dio continuidad a la guerra terrorista contra Siria. Trump agrede a
Venezuela, mantiene el bloqueo a Cuba y quiere levantar un muro en la frontera
con México. Trump rompió el acuerdo internacional de 2015 con Irán. Trump
sancionó a los palestinos y llevó su embajada a Jerusalén.
Trump fomenta la carrera armamentista nuclear. Trump
abandonó los acuerdos del Cambio Climático de París diciendo que el
calentamiento global era un cuento chino.
Está bien que Guterres diga aquellas cosas. Y mejor aún que
los países del Tercer Mundo puedan utilizar la tribuna de Nueva York para decir
sus verdades. De todos modos Naciones Unidas, sin llegar a ser el ministerio de
Colonias que fue y es la OEA, se le parece muchísimo. Así se explica que el
miércoles 26 el magnate neonazi haya presidido la reunión del Consejo de
Seguridad dedicada a la no proliferación de armas de destrucción masiva. Fue
como si Adolfo Hitler presidiera una convención de la ONU sobre la igualdad de
razas…
“Disparen contra Maduro”.
El martes 25 el presidente norteamericano dio un discurso
por segunda vez en la ONU, siempre en formato brutal en toda la expresión del
término: animal en sus conceptos y por la forma ídem de expresarlos.
Dedicó toda su artillería a atacar a Venezuela e Irán, que
no son culpables de la preocupante situación regional y mundial. Ambos están
sancionados con duras medidas comerciales y financieras, e incluso amenazados
con agresiones militares como una carta de última instancia contemplada por
Trump y el Pentágono, según propias admisiones y de funcionarios como John
Bolton, asesor de Seguridad Nacional.
En su mensaje en la Asamblea General, más declaraciones
previas y posteriores a la prensa, tras reunirse con Iván Duque, su aliado
colombiano contra Venezuela, el presidente norteamericano embistió repetidamente
contra Maduro. Dijo que era un “régimen represivo” que guiado por el socialismo
llevó a la bancarrota su nación y a la pobreza de su pueblo, afectado “por el
régimen socialista y su sponsor cubano”. Así trataba de matar dos pájaros de un
mismo tiro.
Trump apostó a un golpe militar en Caracas, algo que George
W. Bush ya hizo en abril de 2002 contra Hugo Chávez. Y si los militares
venezolanos no dan ese paso antidemocrático, EE.UU. jugará la carta de la
intervención militar disfrazada de “misión humanitaria”. “Todas las opciones
están sobre la mesa, las fuertes y las no tan fuertes”, declaró el miércoles,
en un alto en las reuniones de Naciones Unidas.
Opiniones no tan crudamente agresivas, pero de similar nivel
belicista tuvo para con el gobierno iraní de Hassan Rohani, al que calificó de
régimen terrorista que busca dotarse de armas atómicas.
Los gobiernos de Caracas y Teherán tienen sus defectos y
errores, que sus mismos presidentes ponen sobre el tapete; por ejemplo Maduro
ha aludido públicamente a la corrupción y el burocratismo. Pero si son blancos
del imperio no es precisamente por esos problemas sino por sus virtudes
tercermundistas, pacifistas e integracionistas, además de sus riquezas
petroleras ambicionadas por Washington. Las venezolanas, certificadas
internacionalmente, alcanzan los 300.000 millones de barriles de crudo, cuyo
precio está subiendo hace tiempo.
Para justificar una invasión la Casa Blanca necesita la
excusa de una “intervención humanitaria”, como la llamó la OTAN cuando agredió
y desmembró a Yugoslavia.
Y esa es la tarea sucia de Mauricio Macri, quien confirmó en
la ONU que con Colombia y Perú preparan una presentación ante la Corte Penal
Internacional para que investigue los supuestos crímenes de lesa humanidad que
habría cometido Maduro.
Macri paga miles de millones de dólares por los usurarios
préstamos del FMI y “fondos buitres”. ¿Pretenderá premios y que le condonen una
parte, considerando su colaboración de socio menor del Pentágono en agredir a
naciones hermanas?
Maduro ya llegó a Nueva York y les va a enseñar cuántos
pares son tres botas.
ortizserg@gmail.com
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