Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
En un reciente programa de radio, el conductor del programa
me preguntó si según mi opinión se estaba produciendo un reajuste del sistema
internacional o si lo que estaba ocurriendo eran tan solo turbulencias
coyunturales propias del capitalismo. Toda vez que tal interrogante fue hecha
al comenzar el programa, me tomó de sorpresa porque suponía que el mismo
transcurriría por otra ruta, sin embargo logré esbozar una respuesta que aunque
satisfizo al periodista, me llevó a una reflexión posterior a fin de bosquejar
una interpretación correcta de la dinámica tan caótica que se vive a lo largo y
ancho del planeta.
Creo que lo que se está produciendo es un reacomodo múltiple
que se ejecuta en varios planos simultáneamente, como cada uno tiene orígenes
distintos en el tiempo, en sus características y desarrollo, genera complejos y
heterogéneos procesos y superpone variables que al expresarse en paralelo y al
mismo tiempo, forja un sinnúmero de acciones, difíciles de entender y mucho más
espinosas para analizar y explicar -por lo menos para mí- sobre todo porque el desenvolvimiento
de estos procesos, produce contradicciones y crisis que están influyendo en la
cotidianidad de los países, las sociedades y los ciudadanos.
Un primer plano es el de las incompatibilidades que se
generan en un mundo eurocéntrico, construido a partir de una visión abarcadora
y totalizante de Occidente, que ha dominado el planeta desde hace más de tres
milenios, creando una civilización que ha tenido enorme influencia en el
idioma, la política, la educación, la filosofía, la ciencia y las artes. Sin
embargo, la modernidad vive un empuje en primera instancia de China e India,
pero también del mundo musulmán, que pugnan por ocupar un lugar más prominente
en el escenario global. No hay que olvidar que en estos países y territorios
germinaron algunas de las principales civilizaciones de la antigüedad, como la
china, la india, la persa, la mesopotámica y la egipcia. Ninguna de ellas está
en Europa o en el territorio del actual Estados Unidos, lo cual da una idea de
que estos se impusieron finalmente por vía bélica y la de la usurpación, por el
saqueo y el vandalismo continuado sobre todo en África y la América meridional
y, por haber puesto el desarrollo de la ciencia y la tecnología al servicio de
la guerra. Es evidente que ya en el siglo XX esto comenzó a cambiar y en el XXI
la realidad es otra, lo cual genera tensiones no resueltas.
En segundo lugar habría que decir que tal civilización
occidental, de forma particular en el ámbito de la política, creó un modelo
denominado democracia que –como se dijo antes- por vía de la fuerza ha querido
imponerse como razón universal, forjando parámetros de comportamiento únicos,
que marginan y excluyen otras ideas de la política establecidas a partir de
experiencias y vivencias propias de otros pueblos. La democracia representativa
de corte occidental, ha sufrido por cierto muchos cambios en el transcurrir de
más de dos mil años, pero desde fines del siglo XVIII se ha impuesto como
realidad incontrovertible y como instrumento de dominación de los poderosos que
recurren a ella para sostener su poder y la violentan impunemente cuando no les
resulta posible hacerlo. El mundo de hoy es testigo de la emergencia de otros
sistemas políticos resultantes de procesos que consideran especificidades,
culturas e historias particulares de determinados países. Esas naciones logran
sostener sus modelos propios cuando consiguen acumular la fuerza suficiente
para defenderlos del avasallamiento y la imposición, caso contrario son
violentados, suprimidos y exterminados, en muchos casos incluso, en nombre de
esa democracia que se dice sostener. Esto comienza a resultar insoportable por
algunos pueblos y empieza a ser también foco de conflicto y tirantez
internacional.
El tercer plano de contradicciones es la mantención de una
estructura obsoleta en el sistema internacional, que no responde a la
correlación de fuerzas del mundo moderno ni a la realidad del mismo. Hay que
recordar que esta estructura fue diseñada por los vencedores en la segunda
guerra mundial para legitimar el poder propio sobre el planeta. La Organización
de Naciones Unidas (ONU) fue fundada en 1945 por 51 Estados, entre ellos solo 4
de África, 8 de Asia y ninguno del Caribe, hoy existen 193 países
independientes, lo cual es la primera y más palpable diferencia con el pasado.
Pero, la contradicción más trascendente es la que existe entre un ente
democrático como la Asamblea General donde todos los países tienen derecho a
voz y voto y la dictadura del Consejo de Seguridad, en la que solo cinco
Estados tienen el poder de decidir acerca de los problemas más acuciantes,
complicados y difíciles relativos a la guerra y a la paz que son temas
transversales, que preocupan a todos, y ante los cuales, las potencias
“resuelven” casi siempre a favor de sus intereses políticos, en muchos casos
violentando la opinión de la mayoría aplastante de los pueblos del planeta.
Además de eso, cuando se produce un fallo contrario a la opinión de Estados
Unidos, este país se siente con la autoridad para sobrepasar la
institucionalidad de la ONU y actuar al margen de ella o, en otras situaciones,
abandonar la estructura y no respetar los acuerdos que se han tomado, todo lo
cual ha ido torpedeando la posibilidad de sostener una convivencia pacífica
entre las naciones, objetivo fundamental para el cual fuera creada la ONU.
Finalmente, enfrentamos un tema de coyuntura que tiene que
ver con la agresividad imperial progresiva de Estados Unidos y Europa ante la
perspectiva de perder la supremacía política y económica en el mundo. La
expansión sin control del capitalismo, el afán desenfrenado de lucro y la
concentración cada vez mayor de la riqueza en pocas manos, suscita desasosiego
creciente en todas partes, toda vez que este modelo, si se quiere sostener en
el estado de la situación actual, se tiene que imponer de cualquier forma. Ello
conlleva en el plano internacional a la confrontación, los conflictos, la
guerra económica, las sanciones económicas, la invasión y el avasallamiento en
algunos casos de otros países y pueblos y en el plano interno, a la represión
indiscriminada, el exterminio selectivo de líderes y dirigentes populares y
sociales, el retroceso en el sostenimiento de logros en materia social
obtenidos después de decenas de años de lucha, además de la violación del
propio sistema creado, utilizando sus instrumentos para el logro de oscuros
fines políticos de grupos minoritarios de la sociedad y, lo más novedoso, la
justificación de todas estas tropelías a través de los medios transnacionales
de la comunicación y sus adláteres locales, cuya perversa misión es buscar que
los ciudadanos acepten que estas acciones son expresión de lo natural y normal
de la vida, y la manera habitual como debe funcionar la democracia . Por
supuesto, las resistencias de pueblos dignos y dirigentes preclaros a estas
expresiones totalitarias van configurando parte del incremento de las
complicaciones actuales, en la que la derecha conservadora se ha puesto a la
ofensiva en nuestra región.
Tal vez mirar este “mapa” del origen de la conflictividad,
ayude a diseñar las tácticas más adecuadas para la lucha cotidiana, pero
también para trazar una estrategia de liberación que permita establecer
alianzas y compromisos, aislar al enemigo principal y construir una correlación
de fuerzas que en cada país y de acuerdo a las condiciones propias, abra camino
a una verdadera democracia de carácter participativo -hoy inexistente en buena
parte del planeta- y a una sociedad mejor.
sergioro07@hotmail.com
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