Por Emilio Marín:
Venezuela tuvo elecciones limpias pero EEUU no las reconoce
Lo que está a la vista es la victoria bolivariana, en las
presidenciales del domingo 20. Lo que está por verse es si Maduro ahora
profundiza esa revolución en el plano económico.
A diferencia de otros países donde hay que esperar varios
días por los resultados, en Venezuela el domingo 20 a la noche el Consejo
Nacional Electoral (CNE) había emitido un informe oficial escrutado el 92 por
ciento de los sufragios. Y el lunes emitió un segundo, con el 98,78 por ciento.
El ganador fue Nicolás Maduro, del Frente Amplio de la Patria, con 6.711.110
votos (68 por ciento), quedándose con la titularidad del Palacio de Miraflores
para 2019-2015.
Muy atrás quedó el opositor Henry Falcón, de Avanzada Progresista,
con el MAS y COPEI: 1.989.412 votos (20,2%), 48 puntos menos que el ganador.
Decorando el resultado, el pastor evangélico Javier
Bertucci, del Movimiento Esperanza para el Cambio, tuvo 1.025.000 sufragios
(10,4%), y Reinaldo Quijada, de Unidad Política Popular (UPP) tuvo 35.000.
La cantidad de votantes es un dato clave, ya que el grueso
de los partidos de derecha llamaba al boicot y abstención, sintonizando la onda
del Departamento de Estado y el Cartel de Lima (Argentina, Brasil y Colombia a
la cabeza de una docena de miembros de la OEA).
El boletín oficial del CNE presidido por Tibisay Lucena
comunicó que habían votado 9,2 millones de venezolanos, el 48 por ciento del
padrón. Es un porcentaje importante, que implica una derrota de aquel boicot y
abstención organizada por la Mesa de Unidad Democrática y sus agrupaciones más
beligerantes (Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular).
Fue una victoria bolivariana, porque el 46,02 por ciento del
padrón, si bien no es un porcentaje ideal sí es una masa crítica más que
suficiente para validar un comicio. Habría sido ideal que votara el 60 o 70 por
ciento o más, pero no fue por culpa del gobierno sino de la oposición,
obediente del plan de Donald Trump y sus amigos Mauricio Macri, Michel Temer y
Juan M. Santos, de sitiar, bloquear y derribar al gobierno venezolano.
El boicot era parte del libreto de guerra económica contra
Caracas, con desabastecimiento y especulación, devaluaciones e inflación,
sanciones financieras y comerciales de EE UU. Todo ello sin olvidar la
violencia callejera vivida en los 23 estados, sobre todo la capital, entre
abril y julio del año pasado. Y la espada de Donald-Damocles, pendiente sobre
la cabeza venezolana, de una intervención militar del Comando Sur. Como el país
no tiene “armas de exterminio masivo” sino las más grandes reservas mundiales
de petróleo, la excusa intervencionista sería una intervención “humanitaria”
para salvar a la población del hambre y el dictador Maduro. Un raro dictador,
que viene de ganar en 2017 cuatro elecciones: a constituyentes en julio, a
gobernadores en octubre y las municipales de diciembre. Y este domingo la
cuarta, las presidenciales.
Las mentiras de esa oposición y los gobiernos alineados con
la Casa Blanca sobre la supuesta dictadura chavista no tienen pies ni cabeza.
Desde 1999 a la fecha se realizaron 25 elecciones, con el mejor sistema
electoral del mundo (James Carter dixit) y sólo en dos ganó la oposición:
referendo constitucional en 2007, por un punto y medio, y las legislativas de
diciembre de 2015, por un margen mayor. Este domingo lo certificaron 150
observadores internacionales que no reportaron ninguna denuncia consistente.
La derecha miente compulsivamente. Sebastián Piñera ganó en
Chile con menos votos que Maduro, con una participación del 49 por ciento del
padrón, pero sería “democrático”. Emmanuel Macron obtuvo en Francia 32 por
ciento de los sufragios, habiendo votado el 42 por ciento del registro, pero
sería un mandatario de limpios títulos. ¿Maduro es un dictador, tras cuatro
victorias y el 68 por ciento de los votos?
¿Qué hacer?
Habiendo fracasado en su intento de vaciar de pueblo las
urnas, la derecha y su jefe norteamericano dicen que votó menos del 30 por
ciento y hubo fraude, sin presentar una prueba. Pintan a Maduro como un
dictador y responsable de todos los males económicos. Y tratarán de acentuar la
inflación y desabastecimiento para crear caos y levantamiento de un sector de
la población. Su fracaso electoral acelerará planes intervencionistas, desde
afuera, porque la Fuerza Armada Nacional Bolivariana apoya al gobierno
democrático.
Lo que no está definido es qué va a hacer Maduro en su
segundo mandato presidencial. En la noche de la victoria dijo cosas que podrían
ser contradictorias o no, según como se implementen. Esos matices pueden querer
armonizar líneas dentro de su PSUV y aliados como PCV, PPT, etc.
Es que por un lado anunció que llamaría otra vez al diálogo
a la oposición: “yo creo en un nuevo comienzo, creo en la paz y en la
convivencia para poder avanzar juntos”.
Y por el otro lado, puso como prioridad la cuestión
económica, acuciante por una inflación anual del 2000 por ciento. Planteó:
“ustedes me verán por todo el país para activar los motores de la economía”.
Podrían ser políticas contradictorias porque para avanzar en
lo económico habría que tomar medidas contra el empresariado privado, los
dueños de la tierra y bancos. Son los grandes responsables de esa guerra
económica que viene ganando la oposición. Si se tienen esperanzas de diálogo
con esa oposición que viene de boicotear las elecciones, no se podrían adoptar
nacionalizaciones y hasta cárcel para sus socios, los empresarios responsables.
¿El diálogo con la cúpula de MUD es compatible con
profundización de la revolución? El cronista no lo cree. Es una cosa o la otra,
cuando urgen medidas de fondo. El pueblo ya votó muy bien, pese al hambre y
escasez. Ahora tiene derecho a vivir mejor.
ortizserg@gmail.com
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