Por Jorge Aniceto Molinari.
Dicen los que saben, que el verano es proclive a hacer
nuevas o a repasar viejas lecturas.
En este caso me encuentro con un texto que tiene plena
validez actual, es de 1932. El capitalismo mostró mayor vitalidad de la que en
ese entonces le asignaba el conferencista, el mundo había salido de la tragedia
de la primera guerra mundial y velaba las armas para la segunda - tal vez por
aquello que escribía Marx de que ningún modo de producción abandona su
predominancia sin agotar todas sus posibilidades, la guerra es utilizada en la
proyección imperialista como una de ellas.
La vida le dio la razón a Lenin cuando siguiendo esas
coordenadas previó que la humanidad iba a vivir una etapa más de desarrollo
capitalista, donde el gobierno de la economía iba a pasar de los Estados a los
conglomerados empresariales multinacionales que sin abandonar su intensas
pugnas por la tasa de ganancia llegaran a todos los confines del planeta. Eso
es lo que está ocurriendo.
Ahora nos toca a nosotros el desafío de preparar la muerte
en paz de la predominancia del modo de producción capitalista –agostadas sus
posibilidades en el desarrollo planetario - para que la humanidad haga la
transición a la predominancia de un modo de producción superior para el cual
están todas las condiciones objetivas, siendo hoy la tarea construir la
herramienta con la voluntad política de realizarla.
Transición buscada intensamente por lo mejor de la sociedad,
para superar los avatares sociales tremendos del desarrollo capitalista (la
denominada etapa de acumulación de la primitiva a la superior), en medio de
tragedias, en las que se han gestado, en aparente contradicción,
acontecimientos formidables que han aportado avances a la humanidad toda, en
conquistas sociales, en derechos, en democracia, que a la vez han sido presa en
su desarrollo de construcciones estatales erigidas a imagen y semejanza del
modo de producción imperante, estableciendo así retrocesos en el plano
estrictamente político y en el plano concreto de los derechos. La vida confirmó
a los maestros que ya habían advertido y escrito sobre esto, aún cuando, en
nuestra humilde opinión, los “interpretes” perseveran en deforman sus conceptos.
El programa para esta etapa es lo que hoy tiene un grave
retraso, que es una necesidad debatir y acordar, para avanzar en todos los
planos, pues de la crisis actual ya no se sale sin ese instrumento programático
y la tragedia de la guerra se extiende poniendo en duda la capacidad humana de
detener esa conducta demencial en que parece entrar la humanidad toda; lo vemos
en todas las expresiones culturales diarias que hacen a nuestra vida, en el aumento
diario de la violencia, de la corrupción, de la búsqueda estimulada de las
drogas, etc. etc. son esas hoy las imágenes informativas que tienen un claro
predominio. En el plano económico ecuménico predomina lo que se ha dado en
llamar el equilibrio inestable, que no es tal en la medida en que todos los
índices en que se puede medir la economía tienden inexorablemente al
desequilibrio, como las deudas de los Estados, el aumento de los paraísos
fiscales, de la fractura social, de las emisiones monetarias con el
envilecimiento de todos los signos, etc. etc.
El programa por otra parte, despejada la humanidad de las
utopías estatistas, tiene inexorablemente que iniciarse en medidas económicas
universales, relativamente simples, que hoy la tecnología pone al alcance de la
mano.
Sirva el epílogo de esta magistral conferencia para entender
de qué se trata:
Conferencia pronunciada el 27 de noviembre de 1932, en el
stadium de Copenhague, Dinamarca
por León Trotsky.- (fragmento
final).-
El capitalismo como sistema mundial se sobrevive
históricamente. Ha terminado de cumplir su misión esencial: la elevación del
nivel del poder y de las riqueza humanas. La Humanidad no puede estancarse en
el peldaño alcanzado. Sólo un poderoso
empuje de las fuerzas productivas y una organización justa, planificada, es
decir, socialista, de producción y distribución, puede asegurar a los hombres
-a todos los hombres- un nivel de vida digno y conferirles al mismo
tiempo el sentimiento inefable de la libertad frente a su propia economía. De
la libertad en dos órdenes de relaciones; primeramente, el hombre no se
verá ya obligado a consagrar su vida
entera al trabajo físico.
En segundo lugar, ya no dependerá de las leyes del mercado,
es decir de las fuerzas ciegas y obscuras que obran fuera de su voluntad. El
hombre edificará libremente su economía, esto es, con arreglo a un plan, compás
en mano. Ahora se trata de radiografiar la anatomía de la sociedad, de
descubrir todos sus secretos y de someter todas sus funciones a la razón y a la
voluntad del hombre colectivo. En este sentido, el socialismo entraña una nueva etapa en el crecimiento
histórico de la Humanidad. A nuestro antepasado, armado por primera vez de un
hacha de piedra, toda la naturaleza se le presenta como una conjuración de un
poder misterioso y hostil.
Más tarde, las ciencias naturales, en estrecha colaboración
con la tecnología práctica, iluminaron la naturaleza hasta en sus más profundas
oscuridades. Por medio de la energía eléctrica, el físico elabora su juicio sobre
el núcleo atómico. No está lejos la hora en que -como en un juego- la ciencia
resolverá la quimera de la alquimia, transformando el estiércol en oro y el oro
en estiércol. Allá donde los demonios y
las furias de la naturaleza se desataban,
reina ahora, cada vez con más energía, la voluntad industriosa del
hombre.
Pero en tanto que el hombre lucha victoriosamente con la
naturaleza, edificará a ciegas sus relaciones con los demás, casi al igual que
las abejas y las hormigas. Con retraso y por demás indeciso, se encara con los
problemas de la sociedad humana. Empezó por la religión, para pasar después a
la política. La Reforma trajo el primer éxito del individualismo y del
racionalismo burgués en un dominio donde
venía imperando una tradición muerta. El
pensamiento crítico pasó de la Iglesia al Estado. Nacida en la lucha contra el
absolutismo y las condiciones medievales, la doctrina de la soberanía
popular y de los derechos del hombre y
del ciudadano se amplía y robustece. Así se formó el sistema del
parlamentarismo. El pensamiento crítico penetró en el dominio de la
administración del Estado. El racionalismo
político de la democracia significó la más alta conquista de la
burguesía revolucionaria.-
Pero entre la naturaleza y el Estado se interpone la
economía. La técnica ha libertado al
hombre de la tiranía de los viejos
elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire, para someterle, acto
seguido, a su propia tiranía. La actual crisis mundial testimonia, de una
manera particularmente trágica, como este dominador altivo y audaz de la
naturaleza permanece siendo el
esclavo de los poderes ciegos de su
propia economía. La tarea histórica de nuestra época consiste en sustituir el
juego anárquico del mercado por un plan razonable, en disciplinar las fuerzas productivas, en obligarlas a
obrar en armonía sirviendo dócilmente a
las necesidades del hombre. Solamente sobre esta nueva base social el hombre podrá enderezar su espalda fatigada, y no ya sólo
los elegidos, sino todos y todas, llegar a ser ciudadanos con plenos
poderes en el dominio del pensamiento.
Sin embargo, esto no es todavía la meta del camino. No, esto
no es más que el principio. El hombre se considera el coronamiento de la
creación. Tiene para ello, sí, ciertos
derechos. ¿Pero, quién se atreve a
afirmar que el hombre actual sea el último representante, el más elevado de la
especie homo sapiens? No, físicamente, como espiritualmente, está todavía muy lejos de la perfección este aborto
biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo equilibrio orgánico.
Verdad es que la Humanidad ha producido más de una vez
gigantes del pensamiento y de la acción que sobrepasaban a sus contemporáneos como cumbres en una cadena de montañas. El
género humano tiene perfecto derecho a estar orgulloso de sus Aristóteles, Shakespeare, Darwin,
Beethoven, Goethe, Marx, Edison, Lenin. ¿Pero por qué estos hombres son tan
escasos? Ante todo, porque han salido, casi sin excepción, de las clases
elevadas y medias. Salvo raras excepciones, los destellos del genio quedan ahogados en las entrañas oprimidas del pueblo, antes
de tener la posibilidad de brotar. Pero también porque el proceso de
generación, de desarrollo y de educación del hombre permaneció y permanece
siendo en su esencia obra del azar, no elaborado por la teoría y la práctica,
no sometido a la conciencia y a la voluntad.
La antropología, la biología, la fisiología, la psicología,
han reunido verdaderas montañas de materiales para erigir ante el hombre, en
toda su amplitud, las tareas de su propio perfeccionamiento corporal y espiritual y de su desarrollo ulterior. Por
la mano genial de Siegmund Freud, el psicoanálisis examinó el abismo que, poéticamente, se llama el "alma"
del hombre. ¿Y qué nos ha revelado?
Nuestro pensamiento consciente no constituye más que una pequeña parte en el
trabajo de las oscuras fuerzas
psíquicas. Buzos sabios descienden al fondo del océano y
fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento
humano descienda al fondo de su propio
océano psíquico debe iluminar las
fuerzas motrices misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad.
Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre se integrará en los morteros, en
las retortas del químico. Por primera vez, la Humanidad se considerará a sí
misma como una materia prima y, en el mejor de los casos, como una
semifabricación física y psíquica. El socialismo significará un salto del reino
de la necesidad al reino de la libertad, en el sentido de que hombre de hoy,
plagado de contradicciones y sin armonía, franqueará la vía hacia una especie más feliz.-
sipagola@adinet.com.uy
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