Por Homar Garcés:
En la onda de citar a
Hugo Chávez, como muchos, dentro y fuera de Venezuela, incluyendo a sus
detractores más recalcitrantes, con la deliberada intención de hallar una
explicación algo aceptable respecto a las causas de los sucesos escenificados
últimamente en Venezuela (güarimbas, elecciones, asedio económico y financiero,
guerra mediática, sin incluir las sanciones y amenazas del imperialismo gringo)
podría echarse mano a la ilustración que éste hiciera sobre la necesidad y el
ejercicio de la crítica y la autocrítica, cuando afirmara: «hagamos
internamente la crítica dura para poder enfrentar al enemigo. Nuestros cuadros
políticos deben ser críticos y autocríticos.
Un revolucionario, una revolucionaria debe hacer contraloría
permanente, cuestionar y -si así lo requiere- denunciar a la dirigencia o a la
instancia que sea, llámese como se llame. Observar una injusticia, una mala
gestión, actos de corrupción, pésima atención al pueblo, ineficiencia,
ineficacia, o cualquier actitud que sea distinta a nuestra concepción de lo que
debe ser el socialismo y callar ante esto…. Nos haría cómplices de estas
situaciones. Un revolucionario, una revolucionaria, se debe a las bases, al
pueblo. Un revolucionario no es borrego de ningún dirigente. Un dirigente está
para gobernar obedeciendo".
Pero, ¿qué acontece,
entonces, con la vigencia de este llamado de atención que Chávez hiciera a sus
seguidores? Se silencia. Así de sencillo. Apenas se mencionará, en algunos
momentos oportunos. Cuando conviene. Ahora de una manera reiterada, tratando de
impedir que voces «disidentes» perturben y lleguen a erosionar peligrosamente
los «liderazgos» existentes. Se pasa por alto que muchas de estas voces se
inspiran en el ideal bolivariano que dio soporte a lo iniciado con Chávez en la
elección presidencial de 1998, insuflando esperanzas de redención social a los
sectores populares, subordinados, explotados y excluidos durante la época del
puntofijismo.
De esta manera, se quiere obviar el hecho cierto que una
importante mayoría de los dirigentes del chavismo son personajes que escalaron
posiciones gracias a la falta de claridad política de quienes, en el pasado,
fueran militantes de diversas organizaciones de izquierda, los mismos -o gran
parte de ellos- que ahora se regodean con éstos cuando antes proclamaban la
necesidad de generar una revolución distinta, la cual acabara con el
capitalismo y sus derivaciones.
Se pretende también soslayar que una de las causas que
define la crisis por la que actualmente atraviesa Venezuela es que el chavismo
repite -con un mínimo grado de diferencia y de originalidad- los mismos
patrones de conducta de los regímenes seudo democráticos, comunistas y
socialistas (basados en el modelo de Estado liberal burgués), básicamente en lo
concerniente al tratamiento que se les da a los sectores populares,
relegándolos a un papel secundario y aclamativo, con escasa o nula influencia
en la toma de decisiones por parte de quienes conforman la élite gobernante.
Esto tiene, indudablemente, sus fuertes repercusiones en el modo de entender la
política por parte del pueblo, generalmente acostumbrado y sometido a la
práctica clientelar y a la demagogia de aquellos que demandan su voto, por lo
que solo espera que los conductores del Estado satisfagan (como niño mimado)
sus necesidades, sin mayores exigencias y responsabilidades.
El dirigente chavista devino en agente cómplice de la
reproducción del viejo sistema democrático representativo y rentista-económico,
en vez de demolerlo y de reemplazarlo por uno de signo socialista. De haberse
concretado este último pasó, habría en práctica un amplísimo programa político
hegemónico, de esencia popular, por supuesto, el cual reflejaría (de manera
explícita e implícita) las reivindicaciones y las necesidades del pueblo. Tal
programa tendría por saldo la generación de comunidades autogestivas, lo que
delinearía finalmente la constitución y consolidación de un verdadero poder
popular soberano.
Mediante las
comunidades autogestivas se procuraría la socialización de la producción
económica, lo que significa abrir también rutas a la socialización del poder;
ampliándose, en consecuencia, los horizontes de los valores y de la práctica
diaria de la democracia, esto es, la autodeterminación popular (como hecho
revolucionario y no simplemente como un acto legal o permitido). Se debe
comprender la verdadera naturaleza de las contradicciones aparentemente
inofensivas que ocurren a lo interno del Estado entre las fracciones de los
sectores dominantes que, normalmente, no requieren -mientras éstos puedan
mediar entre sí- la presencia ni el consenso del pueblo. Si estas
contradicciones persisten y se hacen insolubles, sucederá entonces una crisis
de gobernabilidad. Justamente lo que podría determinarse a simple vista en
relación con el escenario político nacional.
La organización, la conciencia y la movilización de los
sectores populares como propulsores y protagonistas del cambio estructural
representan un requerimiento indispensable para reemprender la realización del
Proyecto Bolivariano; esta vez, de un modo diferente y sustentado efectivamente
en un poder popular plenamente soberano. Las múltiples condiciones de
desestabilización creadas por la derecha tradicional, dentro y fuera del país,
han contribuido, de una u otra manera, a fortalecer el liderazgo político del
chavismo, expresado sobre todo a nivel electoral. Sin embargo, la actual
coyuntura económica, sin ser del todo caótica, pese a los pronósticos
catastróficos de alguna gente, le da cabida a las propuestas y advertencias
hechas por diferentes movimientos revolucionarios, siendo una excelente
oportunidad para aportar alternativas que le sirvan de instrumento al pueblo
para la lucha de cada día.-
Maestro Ambulante
¡¡¡Rebelde y Revolucionario Resiliente e Irreductible!!!
¡¡¡Hasta la victoria
siempre!!!
¡¡¡Luchar hasta
vencer!!!
mandingarebelde@gmail.com
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