Por Guillermo Cieza:
El flaco Arturo me dijo que todo empezó por una ocurrencia.
Alguien dijo que estaban prontos, pero el Bebe dijo que
faltaba algo importante. No tenían un cantor.
El hombre tenía esas cosas y encima era porfiado; así que le
dieron el gusto.
Arrimaron un gurí flaquito de pocas palabras, que empezaba a frecuentar las peñas del nuevo
canto oriental.
La historia que me contó el Flaco sucedió años después,
cuando ya los Tupamaros empezaron a hacerse famosos.
Ocurrió en una reunión y el gurí, que se llamaba Daniel,
agregó un punto en el temario: “rol”. Estaba como de moda esa palabra a finales
de los 60: “Rol de militante”; “rol de la organización”.
Cuando le llegó el turno,
Daniel fue directo al asunto:
- O robo, o canto. La semana pasada cuando fuimos a asaltar
el Banco había clientes que me
saludaban.
Y por decisión de los compañeros, Daniel siguió cantando.
Cantando para llenar nuestros huecos del alma, para recordarnos
que apenas perdimos unas pocas batallas, para volver a convocarnos al combate.
He guardado en la memoria ese cuento durante treinta años.
Ahora que Daniel Viglieti se fue a cantar a otro barrio, y
que seguro volvió a juntarse con Raúl Sendic y Arturo Dubra para seguir
conspirando, me animo a recordarlo.
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