Por Víctor Manuel Barceló R.:
Los acontecimientos climatológicos que se suceden por todo
el Planeta, se van recrudeciendo conforme los esfuerzos por países y regiones
no logran llegar siquiera al mínimo de acciones para reducir la emisión de
gases de efecto invernadero, considerados en la Agenda 2030. Dicha Agenda será
revisada en el 2018 durante la 2ª Reunión de su Mesa Directiva en Panamá, junto
con el X Foro Ministerial para el Desarrollo de América Latina y el Caribe,
convocado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En la región
latinoamericana y caribeña, las acciones a favor de la naturaleza tienen
ligeros avances, como hemos visto. Es lenta tal mejora porque su economía sigue
atada a los petrodólares –aprobados en negociación E.U.- SaudiArabia- sin
prontas posibilidades de cambiar o usar yugüanes, muy a pesar de la capacidad
de China para comprar todo lo que producimos, pagado con yugüanes -que están
respaldados por oro-. E.U. ya no puede respaldar su dólar en oro, pero mantiene
el control de la Región a base de sus transnacionales y el sobreviviente “consenso
de Washington” que llevó a comprar y vender petróleo en dólares o de lo
contrario habría represalias. Ahora se basa su presión en el respaldo de los
principales productores de petróleo en el mundo, salvo Venezuela que mantiene
cierta autonomía en tal sentido.
Libia e Irak se
atrevieron a desafiar al petrodólar y vendieron en euros; el resultado fue una
terrible conspiración que terminó con los gobiernos que estaban mejorando
notablemente las condiciones de vida de sus ciudadanos, llevando incluso, a sus
líderes, –Omar Kadaffi y Shadam Hussein, en cada caso- al sacrificio de sus vidas. Sus pueblos
siguen envueltos en conflictos locales, como medida para mantener la hegemonía
de los estadounidenses sobre el Medio Oriente, donde entran en juego otros asuntos
en que sobresalen: el rompimiento del acuerdo E.U.-Irán sobre temas nucleares
-impulsado por el Sr. Trump- y la búsqueda de la conservación del control de la
Comunidad Europea.
Ver:https://mundo.sputniknews.com/radio_telescopio/201710121073093583-iran-acuerdo-nuclear/
Hemos visto en otras
oportunidades que la economía China crece vigorosamente y como superpotencia
puede afrontar un ataque estadounidense de cualesquiera naturalezas. Incluso,
en reunión del 4-Nov-2017, Moscú y Pekín conversan sobre ampliar el acuerdo
trienal de swap de divisas nacionales (rublos vs yuanes), con valor de 25.000 millones de Dls.
Paralelamente China compra todo lo que Rusia requiere vender, ante las
sanciones que se le aplican y aplicarán; por su lado, ofrece China a Irán –sancionada también y
acosada en su integridad territorial- comprarle, en yugüanes –petróleo, gas
natural y otros-. Las dos naciones podrán convertirlos en oro, cuando así lo
deseen, ante el respaldo comprobable de China a su moneda, ahora divisa internacional
en crecimiento.
Ver
http://www.hispantv.com/noticias/economia/358543/rusia-china-comercio-rublo-yuan-swap
La caída del petrodólar está en ruta. Tal proceso se inició
en el 2000, cuando China se integró a la Organización Mundial de Comercio
(OMC), ámbito en que tendrán que dilucidarse algunas de las desavenencias en la
renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) que,
tras 22 años de vigencia e importantes beneficios para las trasnacionales
involucradas, se realiza con sobresaltos mediáticos provocados por el Sr.
Trump, en su manera abrupta de plantear temas de alto impacto.
Ver:
http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/08/31/1185406
Por tanto, los
avances en la aplicación de las medidas acordadas para afrontar el avance hacia
una economía sustentable o sostenible en la Región es atendida a diversos
pasos, según las condiciones internas y externas de cada país. Las internas se
relacionan con la ruta escogida por sus gobiernos y hacia donde tienden sus
políticas de desarrollo.
Tales políticas pueden estar estratégicamente atadas cien
por ciento a los dictados de la economía globalizada, atendiendo las normas de
los organismos financieros internacionales que les encausan a servir de mercado
a las transnacionales interesadas en el avasallamiento de la producción y el
mercado locales. En esta circunstancia –con matices a percibir en cada caso- se
encuentran la mayoría de las naciones de la Región.
La crisis de la deuda externa, pretexto para el control
pleno de nuestras economías se intensificó en 1982 llevando al fin del modelo
de sustitución de importaciones en América Latina y el Caribe, así como su
cruce hacia el modelo neoliberal. Fueron las dictaduras militares que se
implantaron en los setentas del S. XX, en diversos países de Centroamérica y en
prácticamente todos los del Cono Sur, quienes impulsaron su propagación en la
Región. México y después otras naciones,
se reconocieron sin capacidad de cubrir el servicio de sus deudas, dándose por
vencidas ante las normas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y con los
bancos trasnacionales acreedores cerrando válvulas del crédito.
Hasta esa fecha, una mayoría de gobiernos regionales -salvo
dictaduras del Cono Sur- oponían resistencia para renunciar a sus modelos de desarrollo,
que crecían poco o mucho, pero orientados al mercado interno. Sin duda los
sistemas productivos estaban trasnacionalizados desde finales de los sesenta,
afectando la conformación de los centros de poder nacionales, pero sus
gobiernos por lo general continuaban
ligados al modelo de acumulación, basado en la sustitución de importaciones.
La “gran crisis” que
afectó a todo el sistema capitalista desde finales de los sesenta –como
dijimos- se buscó neutralizarla en los países mayores de la Región, acentuando
la intervención del estado en la economía y, por supuesto, en el manejo de la
deuda externa. Gobiernos y grandes empresas privadas entraron a la pista del
endeudamiento internacional, que ya mostraba estragos, pero que era alimentada
con la instauración y propagación del eurodólar como divisa del mercado
mundial.
La estrategia de desarrollo volteó hacia el neoliberalismo.
La aplicación en la región de políticas monetarias y fiscales restrictivas
(1983-1989) se hizo razón de ser de la vida económica de cada país, en lo
particular y de todos en conjunto. El crédito externo fue cancelado por los
bancos transnacionales, lo que no detuvo pagar el servicio de las deudas, bajo
el guión imperativo aplicado por el FMI y admitido “de mil amores” por las elites
de cada nación, omisas en considerar que llevaría al estancamiento económico,
configurándose así la denominada década perdida de los ochenta, caracterizada
por una inflación “inercial”, misma que llevó a encausar los rumbos productivos
hacia el mercado exterior para, a través de exportaciones, conseguir divisas
que los bancos transnacionales ya no prestaban.
Como por arte de
magia surge una fórmula para enfrentar la restricción monetaria y el déficit
financiero cero, en las finanzas públicas: el “Consenso de Washington” que se
basó: en el empleo de programas de estabilización “cismáticos”, fundamentados
en políticas de ingresos y el uso del tipo de cambio como “ancla” de la
inflación; en renegociar la deuda externa bajo los parámetros del Plan Brady, que
consistía en una reducción poco significativa del principal y los intereses,
una reconversión de la deuda pendiente, en bonos a venderse en el mercado
secundario; y la “joya de la corona”: la apertura de la cuenta de capitales,
que integró la Región a la globalización financiera, alimentada e impulsada por
el capital monopolista-financiero de los centros económicos, fundamentalmente
el anglosajón.
Argentina, Brasil y México junto a otros países
Latinoamericanos y Caribeños, encausaron sus empeños en imponer las políticas
del “Consenso”, como una obra proyectada para todos. Cada país, sin salirse del
libreto, creo sus mecanismos propios. México (1988-1994) aplicó el Pacto de
Solidaridad Económica, basado en el control de precios y salarios y en la
utilización del tipo de cambio, como ancla antiinflacionaria, logrando
disminuir la inflación de tres dígitos a uno solo. El país fue el 1º en la
Región firmando el Plan Brady y decretando la apertura de la cuenta de
capitales; acelerando y profundizando un amplio programa de privatizaciones de
empresas estatales, cuyas consecuencias merecen análisis en otro contexto.
En los noventa (1994)
entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Con
él México “institucionalizó” la reforma neoliberal y encadenó la economía
mexicana al ritmo y curso de la
estadounidense. Brasil hizo lo mismo, ya con gobiernos civiles en el poder. Las
medidas adoptadas se ajustaron plenamente a los parámetros del Consenso de Washington.
La reforma neoliberal tuvo su impulso en la década de los noventa (1990-1992),
acelerándose la desgravación arancelaria, eliminando prácticamente los permisos
a la importación e iniciando la privatización de empresas públicas. En 1994 se
consolidó la reforma: se renegoció la deuda externa (Plan Brady) se creó el
Plan Real, basado en el control del tipo de cambio y en una
política de ingresos. La inflación se redujo de 42 por ciento en 1994 a 1.8 por
ciento en 1998. La tarea estabilizadora fue factible por el abundante ingreso
de capitales del exterior. Posteriormente (1995-2003) se aceleró el programa de
privatizaciones (petróleo, bancos y telecomunicaciones). En la década de los
noventa, la mayoría de los países latinoamericanos consolidaron las bases del
modelo neoliberal.
La pieza clave de la reforma fue la apertura de la cuenta de
capitales. Mediante ella cobra vigencia el “régimen de acumulación con
dominación financiera” (RADF), impulsado por el capital monopolista-financiero
de los principales centros capitalistas. Se acepta por diversos analistas que
la reacción del capital -su fracción dominante el monopolista-financiero- ante
la crisis, fue la de contrarrestar la baja en la tasa de ganancia, mediante el
neoliberalismo, en el que se ligan diversos procesos entretejidos: ofensiva generalizada
del capital contra el trabajo y el estado del bienestar; globalización
económica y comercial, que implica la liberalización de intercambios e impulso
de acuerdos de libre comercio; desregulación de mercados de bienes y los
financieros; globalización financiera; y la “financiarización” de la economía.
Ver:https://es.wikipedia.org/wiki/Neoliberalismo
Existe relación
estrecha entre el semi estancamiento que disparó la crisis de los sesentas y la
financiarización. Ésta encarnó un cambio cualitativo del régimen de
acumulación, vinculado al proceso de formación de la ganancia, sobre todo de la
ganancia financiera -en condiciones de crisis y bajo la dominación del capital
monopolista-financiero-. Kripnner (2005:2) lo define como un “patrón de acumulación
en el cual la obtención de ganancias ocurre cada vez más a través de los
canales financieros, y no a través del comercio y la producción de mercancías”.
Ver:
https://es.slideshare.net/conormccabe/greta-krippner-2005-the-financialization-of-the-american-economy(Continuará)
V_barcelo@hotmail.com
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