Por Néstor García Iturbe:
Quizás muchos se sorprendieron cuando Rusia, como respuesta
a las sanciones de Estados Unidos, expulsó de su territorio cerca de 800
“diplomáticos”. La sorpresa fue causada por la respuesta del presidente Trump,
que le dio la gracias a Putin por aquel gesto. Trump explicó que entre sus
planes estaba la disminución del personal del Departamento de Estado, tanto en
Washington como en el exterior y que la acción de Putin le había ahorrado parte
del trabajo. Aunque esto resulte un sarcasmo, en cierta medida, coincide con
los planes de Trump.
¿Terminaremos nosotros dándole las gracias a Trump?
Analicemos un poco este asunto.
Dentro de la sociedad capitalista, como en toda sociedad,
existen contradicciones. Cuando las contradicciones son armónicas, a pesar de ellas,
la sociedad avanza y se fortalece. Cuando las contradicciones son antagónicas,
la base de la sociedad va destruyéndose y comienzan a formarse los cimientos de
una nueva sociedad. Las contradicciones
antagónicas van permaneciendo en la sociedad, luchando entre ellas para
subsistir, pero en un momento determinado puede llegar un fenómeno social que
radicalice esa lucha y entonces cambia la naturaleza de la lucha, en lugar de
subsistir, la lucha se centra en eliminarse entre ella, lo cual rompe por completo
la coincidencia de intereses de la clase que domina esa sociedad.
¿Pudiera ser la administración Trump ese fenómeno social?
Es evidente que las acciones de la administración Trump han
causado desasosiego en un alto número de personas, los inmigrantes que
aspiraban sus familiares fueran a residir con ellos a Estados Unidos. Los
ecologistas que después de Estados Unidos retirarse del protocolo de Kyoto,
entienden que la destrucción del mundo está más cercana. Los llamados
“transgenders”, cuyo derecho a defender la patria les ha sido cercenado. El afro estadounidense, que han sentido la
fuerza con que atacan los supremacistas blancos, sobre todo en los sucesos de
Charloteville. Las mujeres, que desde antes de Trump llegar a la presidencia ya
se sentían discriminadas por éste.
El problema también se pone de manifiesto dentro de la
propia clase social a la que pertenece Donald Trump. Muchos millonarios sienten
que sus capitales están inseguros, tienen una idea distinta a la de Trump de
cómo llevar adelante la economía. Los capitalistas, por su propia
característica, son conservadores, han realizado inversiones en países que les
han dado la oportunidad de explotar mano de obra barata, materias primas a
bajos precios y la exportación de las ganancias a paraísos fiscales, que con
los planes de Trump, de que retornen las inversiones a Estados Unidos, todo lo
que tenían planificado para incrementar sus capitales, se pone en riesgo. Esto
ha provocado divisiones dentro del propio partido republicano.
La prensa, que responde a los grandes capitales, algunos le
dicen el cuarto poder, está en una guerra totalmente abierta contra Trump,
prácticamente no lo dejan trabajar. Todo lo que hace es criticado e
investigado, si encuentran alguna irregularidad, por pequeña que esta sea, se
publica en primera plana. Atacan a sus principales asesores, su familia y más
estrechos colaboradores. Algunas de esta personas son acusadas de
“conservadores”, como si la casi totalidad de los políticos estadounidenses no
lo fueran.
Se incrementa la preparación y el armamento de las Fuerzas
Armadas, la Guardia Nacional y la Policía, para sofocar brotes de inestabilidad
social, estilo las propias “primaveras” que Estados Unidos ha organizado en
distintos países del mundo para derrocar gobiernos, con la única diferencia que
ahora el gobierno a derrocar será el de ellos.
La política exterior navega en aguas turbulentas, sin
embargo en vez de buscar soluciones diplomáticas que aseguren la paz y la
seguridad internacional, como se establece en la Carta de las Naciones Unidas,
se desenfundó el “Big Stick”, con la idea de que en vez de infundir respeto, es
necesario infundir miedo. El miedo es uno de los artífices de la fracasada
Guerra Fría, que para mantener las utilidades de las empresas de la industria
armamentista, se convirtió en Guerra contra el Terrorismo.
No es lo mismo tratar de infundirle miedo a una organización
terrorista, de limitados recursos, muchas veces entrenados por las propias
agencias estadounidenses, que a un país en cuyos arsenales se encuentran
algunas bombas atómicas. El juego es distinto y estar promoviéndolo es una
seria irresponsabilidad, en relación con la cual muchos millonarios en Estados
Unidos no están de acuerdo y es otro punto de discrepancia dentro de la clase
dominante estadounidense.
La famosa unidad con Europa, tan preservada durante años,
como el principal aliado de Estados Unidos en el mundo, presenta seria grietas,
en buena parte, por la política de Trump, de que cada cual pague la parte que
le pertenece en la OTAN y en otros organismos que dependen de la Unión Europea.
Los planes contra Venezuela también están ganados opositores
dentro de Estados Unidos, su élite económica y financiera. Algunos consideran que las propias sanciones
impuestas por Trump pueden afectar y hacerle daño a sus intereses económicos,
otros consideran que debe hacerse más esfuerzo para derrocar a Maduro por la
vía constitucional, pero que un golpe de estado o una invasión sería correr un
alto riesgo, sin tener seguridad alguna, de que las acciones estadounidenses
tendrían éxito.
Entre otras actividades internacionales, las acciones de
Trump en relación con México y Canadá, aliados tradicionales de Estados Unidos
y las modificaciones que considera deben hacerse al TLCAN y seguramente después
al ASPAN, más el problema del muro, la deportación de ilegales y otras acciones
contra ambos países, han resquebrajado las buenas relaciones que aparentemente
existían.
La total entrega a intereses estadounidenses y los desmanes
realizados por gobiernos mediatizados, en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay,
Colombia, Panamá, México, Guatemala, Honduras y algunos otros países de Nuestra
América, han originado movimientos de protesta, que van radicalizando la lucha
en esos países, algo que en el futuro se podrá observar más claramente.
Después de analizar estos puntos, a los cuales pudieran
agregarse algunos más, podemos llegar a la conclusión que estos Estados Unidos
son distintos a los que conocíamos. Divididos desde el punto de vista
económico, social, cultural, político y étnico. Donde las diferencias de clase
se han agudizado. Donde un grupo mayoritario manifiesta su inconformidad con el
sistema que permite la inmunidad, la injusticia y es incapaz de garantizar una
vida digna para los ciudadanos. Donde la inseguridad es diaria y la xenofobia y
el racismo se incrementan por día.
¿Este fenómeno social, consolida o va en camino de destruir
el sistema implantado en Estados Unidos?
En muchas ocasiones los caminos son largos, pero también, en
ocasiones, el nivel de resistencia llega a su límite y el camino se acorta.
sarahnes@cubarte.cult.cu
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