Por Ramiro Gómez
Más de cien días de violencia han vivido las calles de
Caracas y algunas otras poblaciones venezolanas desde que la oposición decidió
echar el resto e iniciar una escalada para hacer caer por la fuerza el Gobierno
de Nicolás Maduro. Lo que empezó con unas movilizaciones de militantes
opositores para oponerse a una medida del Tribunal Supremo de Justicia que
establecía la ilegalidad de las acciones de la cúpula parlamentaria, que
pretendía nombrar fuera de ley a magistrados del propio alto tribunal, derivó
en escenas de violencia callejera que recordaron las acciones conocidas como
Euromaidán, que acabaron en el derrocamiento en 2014 del presidente ucraniano
Víctor Yanukóvich.
Las similitudes entre ambos eventos saltan a la vista y
prendieron las alarmas tanto del Gobierno venezolano como de gobiernos y
movimientos políticos internacionales. La prensa local y extranjera ha manejado
los hechos como episodios de protestas y represión por parte de los cuerpos de
seguridad, aun cuando las imágenes que recorren la internet muestran la
operación de falanges de combatientes con una sofisticada organización bélica y
uso sostenido de armas de fuego de fabricación casera, así como armas de guerra
convencionales. Así mismo ocurrió en la Ucrania de Yanukóvich, lo que comenzó
como una serie de manifestaciones contra la decisión presidencial de suspender
el acuerdo de integración con la Unión Europea, avanzó rápidamente hasta
convertirse en lo que analistas denominaron una situación de "pre-guerra".
En enero de 2014, las calles de Kiev se fueron llenando de
imágenes de jóvenes portando máscaras profesionales antigás y anti polvo, así
como cascos de protección, guantes de trabajo y una variedad de prendas de
camuflaje militar. Completaban su vestimenta con la bandera nacional, que era
utilizada tanto para ondearla como para cubrirse con ella, haciendo notar que
se trataba de acciones de carácter "nacionalista". Desfilaban en las
calles portando varas de madera y escudos, tanto improvisados como profesionales,
con los que atacarían a la policía para generar revueltas que volvieran la
ciudad un completo caos. Ya a finales de ese mes, los maderos darían paso a
pistolas y rifles y las escenas de golpizas se transformaron en conteos de
muertes tanto del lado de los "manifestantes" como de los agentes
policiales. Las escaramuzas, que en un principio tenían lugar a la luz del día,
fueron convocadas más adelante para traspasar las puestas de sol y mantenerse
durante la noche, lo que hacía más difícil la actividad de las fuerzas
antidisturbios y elevaba el calibre de las refriegas.
Las acciones fueron impulsadas por el partido Sovoboda,
formación de extrema derecha ubicada en la corriente nacional socialista (Nazi)
que ha visto crecimiento en varios países europeos. Los parlamentarios de este
signo emitían discursos callejeros y a través de redes sociales y azuzaban las
movilizaciones y la confrontación contra la policía. Sin embargo, desde
noviembre de 2013, cuando empezaron las protestas en la plaza Maidán de la
capital ucraniana, se dio el surgimiento de una suerte de grupo de choque que
encabezaban las manifestaciones, conformado por jóvenes universitarios, en su
mayoría miembros de equipos de futbol escolares, así como por militantes de
pequeñas agrupaciones fascistas. Esto devino en la formación del "Sector
Derecho", que sería la vanguardia de movimiento armado contra el Gobierno.
Este relato puede ser adaptado con exactitud a lo que ha
ocurrido en Venezuela desde abril de 2017. Las mismas máscaras, la misma
indumentaria y el mismo armamento es el que utiliza la vanguardia de lo que la
oposición ha dado en nombrar "la resistencia". Pero no solo se trata
de haber copiado la imagen de los participantes del Euromaidán, en Caracas se
han dado episodios de violencia impulsados por diputados de los partidos
ultraderechistas Voluntad Popular y Primero Justicia, que dominan el Parlamento
desde las elecciones de diciembre de 2015.
En Ucrania se vivieron momentos trágicos cuando las
"manifestaciones" incluyeron ataques con armas y bombas incendiarias
a la sede de organizaciones sindicales de izquierda, con saldo de heridos y
fallecidos. Así mismo, se dieron ataques individuales a personas que se
identificaban con organizaciones comunistas, a quienes rociaban con gasolina y
les prendían fuego en plena calle. Estas escenas se han repetido con exactitud
en Caracas, cuando a esta fecha van al menos siete personas fallecidas luego de
haber sido incendiadas y los heridos por la misma causa rozan las dos decenas.
En todos los casos, la razón para quemar vivas a estas personas no es otra que
"parecer chavistas" y haber sido denunciados como
"infiltrados" en las manifestaciones.
En 2014 recorrieron el mundo, de la mano de la prensa
internacional, imágenes de grupos de jóvenes ucranianos ataviados con máscaras
e indumentaria militar haciendo uso de escudos para formar falanges con las que
avanzaban sobre las fuerzas de orden público, imágenes que pueden ser
fácilmente confundidas hoy con las de las refriegas que se dan continuamente en
Caracas.
La estrategia es la misma: convocar a manifestaciones en las
que participan civiles pertenecientes a las clases medias, quienes son
impulsados por su descontento por la situación económica y su rechazo al
Gobierno legítimamente electo, a las que se incorporan los miembros de la
vanguardia de choque para generar escaramuzas y combates campales con la
policía y la Guardia Nacional. La imagen de protesta pacífica se disuelve
rápidamente al concentrarse la atención en las escenas de violencia que
incluyen ataques a edificios institucionales, vehículos de transporte de
alimentos y materias primas, así como el levantamiento de barricadas con
escombros y trozos de árboles, que sirven de trincheras callejeras.
Tanto en Venezuela en 2017 como en Ucrania en 2014, el
relato de los hechos ha sido construido por los dirigentes opositores y los
medios de comunicación como eventos de "represión" del Gobierno
contra la población civil, escondiendo y relativizando las acciones criminales
de las respectivas vanguardias, acciones que solo pueden ser calificadas como
violencia fascista, por su alto contenido de segregación social y política.
Una guerra multiforme o GUERRAS HÍBRIDAS:’’ durante los
acontecimientos de 2011 conocidos como “primavera árabe”, que inmediatamente
reconocí como una serie de revoluciones de color, pero que de manera
interesante se convirtieron en unas pocas notorias guerras
no-convencionales.’’(1)
En ambos eventos, Ucrania y Venezuela, los gobiernos
occidentales se manifestaron abiertamente a favor de la oposición, haciendo
ojos ciegos a las acciones paramilitares, a los ataques a edificios públicos y
privados, a los asesinatos selectivos, a las quemas de personas y, a fin de
cuentas, a toda la estrategia de derrocamiento de un gobierno electo
democráticamente mediante el uso de la violencia. En la Ucrania de 2014 estas
acciones dieron pie a la defenestración de Víctor Yanukóvich y al ascenso de un
Gobierno de corte fascista que generó una guerra civil que aún hoy está en
desarrollo. En Venezuela la estrategia apunta a un escenario similar, aunque la
diferencia es que el Gobierno chavista de Nicolás Maduro ha mostrado una sólida
cohesión tanto en la Fuerza Armada como en la mayoría de la institucionalidad
estatal; así mismo, El pueblo chavista no ha dejado de manifestarse en las
calles mostrando su apoyo al Gobierno y a la Revolución Bolivariana.
Con el correr de los días veremos si la oposición venezolana
logrará replicar exitosamente el Euromaidán o si se impondrá la voluntad
pacífica y democrática de la nación venezolana.
FUENTES CONSULTADAS:
1. http://katehon.com/es/article/entrevista-referente-las-guerras-hibridas-con-andrew-korybko
Comunicador alternativo latinoamericano
alfaruqomar36@yahoo.es
Gloria al Bravo Pueblo....que a la Reaccion fascista DERROTO
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