sábado, 12 de agosto de 2017

La absoluta independencia y la paz

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En un reciente viaje a China en mi condición de investigador invitado de la Universidad de Shanghái, los colegas de esa casa de estudios me instaron a acompañarlos a visitar el Museo se la ciudad que acogía la muestra “Una historia del mundo en 100 objetos”. La exposición se propone presentar de manera cronológica, dos millones de años de historia de la humanidad en solo 100 piezas. En ella se pueden ver desde antiguas herramientas de madera y hierro hasta tarjetas de crédito e instrumentos que funcionan con energía solar.



En una nota de prensa el director del Museo Británico, Hartwig Fischer exponía que la muestra: “Te lleva alrededor del mundo. No sólo alrededor del mundo, no solo por la superficie de la Tierra, también te lleva a las profundidades de la historia. Pueden hacer eso porque los objetos cuentan una historia. Nosotros como guardianes de esos objetos, tenemos la responsabilidad maravillosa de contar esas historias, que son siempre historias sobre seres humanos”.

Hasta ahí, todo pareciera una excelente oportunidad de conocer acerca de nuestro origen y además recibir un “baño de cultura” que amplíe el conocimiento y el acervo, pero al finalizar el recorrido, en realidad lo que experimenté fue una sensación de impotencia y repudio ante la forma tan grotesca, impúdica y descarada como Gran Bretaña expone en realidad una historia del colonialismo, el avasallamiento y la expoliación de los pueblos, además enorgulleciéndose de tal obra. La verdad es que esta exposición no es más que una amplia muestra de objetos robados en las múltiples incursiones que ese país monárquico ha hecho por el mundo.

Fischer, le auto atribuye a Gran Bretaña la condición de “guardianes de esos objetos”, una responsabilidad que nadie les dio y que asumieron a  través de invasiones, matanzas masivas, y exterminio de los pueblos originarios , únicos y verdaderos propietarios de estos tesoros culturales de la humanidad. Fisher también debería saber que nadie les ha dado “la responsabilidad maravillosa de contar esas historias”. La historia de los pueblos la deben contar los propios pueblos, no sus asesinos colonialistas, usurpadores de la historia.

De la misma manera, el recorrido a través de esta exposición deja a las claras, que contrario a lo que nos han hecho suponer, Europa es un territorio primitivamente poblado por tribus bárbaras que dieron origen a sus actuales nacionalidades y cuyo aporte a la cultura tiene fecha reciente en la larga historia de la humanidad. La muestra no expone vestigios de desarrollo cultural avanzado en Europa como si lo hay en Asia (China, Persia, India y Mesopotamia), África (Egipto) y América Latina y el Caribe (Aztecas, Mayas e Incas), todos estos, espacios geográficos donde se posó la actitud hamponil de Gran Bretaña.

Sería interesante descubrir cómo y por qué, estas culturas atrasadas y estas civilizaciones salvajes que dieron origen a los países europeos, y posteriormente a los del norte de América llegaron a dominar el mundo en siglos recientes, evidentemente no por el poder de su cultura, sino por su capacidad de aprovechar los adelantos científicos y técnicos para desarrollar a través de las armas, una sapiencia puesta al servicio del terror y la muerte consumada en el siglo XX con la creación del arma atómica como soporte del poder global del presente.

Toda esta reflexión viene a mi recuerdo cuando leo con estupor las declaraciones abiertamente injerencistas de la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini quien suponiendo que Venezuela es Grecia, emitió una amenazante opinión, supuestamente en nombre de todos los países que conforman esa comunidad. Actuando como apéndice de Estados Unidos, y aceptando su política exterior, Mogherini en cambio, ha mantenido absoluto y vergonzoso silencio frente a las sanciones que el país norteamericano ha impuesto a Rusia, las que, cual leyes Helms-Burton y Torricelli contra Cuba, exponen acciones extra territoriales que afectan empresas europeas.

La señora Mogherini debería escuchar a los líderes de los países que pagan su sueldo: la canciller federal alemana ha expresado reservas respecto a dichas sanciones. Lo mismo ha expuesto el presidente francés Emmanuel Macron, no solo respecto de Rusia, sobre Venezuela, se manifestó en contra de aplicar sanciones e incluso dijo estar disponible “para facilitar las negociaciones por la vía del diálogo”. Como dije hace unos días, Europa se debería desprender de la desastrosa tutoría española en relación a las políticas hacia América Latina. Un gobierno infinitamente corrupto y desprestigiado que solo puede mantenerse en el poder por la desvergüenza del PSOE, no tiene soporte ético ni moral, mucho menos político, para dictar pautas de comportamiento a nadie. Rajoy y Mogherini se deberían preocupar más del referéndum de Cataluña que de Venezuela. Aquel, que se pretende impedir con tanques y represión, cercenando la voluntad democrática de un pueblo si debería inquietar a la responsable de las políticas de seguridad de la Unión Europea. La representante de países que ni siquiera tienen la dignidad de repúblicas, y que viven en el Medioevo manteniendo monarquías corruptas y parásitas no pueden dictaminar política para Venezuela, quien se liberó de tal tutela hace más de 200 años.

Mogherini debería saber que otro español, un digno héroe de las guerras anti napoleónicas de su país, el General Pablo Morillo, máximo jefe de las fuerzas militares españolas en Venezuela entre 1815 y 1820, quien llegó al país con el mayor ejército jamás constituido para a combatir las luchas independentistas de esta parte del mundo, tenía una opinión distinta a la suya. Seis meses antes de regresar a su país, derrotado por Bolívar y los patriotas venezolanos, Morillo escribió, el 26 de julio de 1820 un oficio dirigido al Secretario de Estado y Despacho de la Gobernación de Ultramar de España, –no desde una sórdida oficina de Bruselas donde se reciben órdenes de los bancos y se diseñan conspiraciones en el siglo XXI- sino desde los polvorientos campos de batalla de Venezuela, en el siglo XIX: “ Ellos no quieren ser españoles, así lo han dicho altivamente desde que proclamaron la Independencia, así lo han sostenido sin desmentir jamás su opinión en ninguna circunstancia ni vicisitud  de la Península, esto lo repiten ahora sin dejar las armas de la mano, lo repetirán siempre y sea cual fuese nuestra conducta o nuestro gobierno, la absoluta independencia o la guerra es el arbitrio que nos dejan escoger”.

Las circunstancias han cambiado, pero la altivez de los venezolanos se mantiene incólume, Venezuela no quiere volver a ser colonia de nadie como lo señaló el general Morillo, eso no se ha modificado, pero ahora, sin “dejar las armas de la mano”, seguimos queriendo “absoluta independencia”, pero a diferencia de 1820, ahora no ofrecemos la guerra a cambio a Europa. Nuestra propuesta es la paz, el respeto a las decisiones políticas internas, la no injerencia y la autodeterminación conquistadas tras siglos de lucha.

Es su decisión, mantener putrefactas monarquías y es su decisión reprimir referéndums independentistas. Nosotros apelamos a la paz y a la voluntad del pueblo que en Asamblea Constituyente va a decidir el futuro del país, sin importar cual sea vuestra conducta y vuestro gobierno como sentenciara el general Morillo hace casi dos siglos.


sergioro07@hotmail.com

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