Después de lo ocurrido en Brasil el año pasado cuando la
presidenta Dilma Rousseff fue destituida ilegalmente utilizado todo tipo de
argucias para apartarla del poder, uno suponía que había visto todo respecto de
cuánto están dispuestas a hacer y hasta donde son capaces de llegar los
sectores conservadores y retrógrados de la sociedad, para recuperar un espacio
de poder perdido ante gobiernos que sin cambiar profundamente el sistema, lo
único que pretendieron hacer fue, una redistribución un poco más equitativa del
ingreso que permitiera dignificar a grandes sectores populares que se
encontraban excluidos y no existían cuando de desarrollo y modernidad se
hablaba.
Pero, los acontecimientos de los últimos meses en Venezuela
echan al traste cualquier cálculo que se pudiera haber hecho respecto del
talante democrático de los sectores oligárquicos que durante siglos aparecían
como los grandes defensores de ese sistema, ahora dejando claro que ello era
válido, sólo mientras le sirvió para acumular riquezas, expoliar recursos y
avasallar indiscriminadamente a los que se oponían.
Una simple mirada a los hechos recientes permite concluir
que la basura propagandística y la falsedad mediática, hacen que Goebbels
parezca un “niño de teta” ante las monstruosas aseveraciones pre fabricadas
para engañar a la opinión pública. Increíblemente, eso se ha transformado en
algo “normal”, presidentes, ministros, parlamentarios y por supuesto, las
transnacionales de la comunicación mienten impunemente, solo sustentados en
declaraciones no fundamentadas, a partir de opiniones emanadas sin
responsabilidad en las redes sociales o elementales trucajes que como acaba de ocurrir en Venezuela con
una foto publicado en el pasquín “El País” de España de no ser desmentidas de
inmediato pasan al imaginario de los ciudadanos como verdades indesmentibles.
Otro hecho similar acaeció con el periódico La Tercera propiedad del principal
grupo de comunicaciones golpista de Chile, que publicó una supuesta entrevista,
que nunca se hizo, al ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero,
mediador internacional en el conflicto venezolano. El método se va haciendo
rutina: lanzan la noticia, sabiendo que es falsa o por lo menos sin comprobar
su veracidad, después se disculpan, pero en el subconsciente, el mal ya está
hecho. Está estudiado para que así sea.
Pero, en Venezuela no sólo eso se ha visto. Se sabía de la
participación directa de sacerdotes y jerarcas católicos en la realización de
torturas por parte de las dictaduras de seguridad nacional que inundaron
Nuestra América en las últimas décadas del siglo pasado, incluso de la
bendición y sacramento concedidos a asesinos y torturadores, pero se mantenía
el prurito del silencio y la acción subterránea para evitar “escándalos”, sin
que jamás el establishment vaticano o el propio Papa hicieran algo para
condenar tales ejecutorias. Hoy, cuando es públicamente conocido el carácter
ajeno a cualquier supuesta ética religiosa, de las acciones de sacerdotes,
obispos y hasta cardenales en todo el mundo, que han sido acusados por delitos
de pederastia en algunos casos, o del ámbito económico en otros, la iglesia
católica venezolana agrega, a esas prácticas, por primera vez las de
santificación y comunión de delitos terroristas que incluyen el asesinato, la
quema viva de personas (rememorando la inquisición, que tal vez deseen que
vuelva) o el ataque a centros de salud infantiles,
entre otros. Esta vez, vale decirlo, sin el consentimiento del Papa Francisco,
pero con el apoyo del aparato del Vaticano, que utiliza a Venezuela como otra
arma interna para ponerle obstáculos. Tal vez sea la primera oportunidad en la
historia en que los obispos y la Conferencia episcopal de un país hacen
oposición abierta a un Papa.
En otro ámbito, se conocieron las declaraciones del director
de la CIA estadounidense Mike Pompeo, en las que aseveró que había sostenido
encuentros con representantes de los gobiernos de Colombia y México para
cooperar, a fin de provocar la salida abrupta del presidente Maduro. Aunque en
América Latina conocemos desde hace décadas los desmanes de la CIA, es la
primera ocasión que un funcionario de tan alto rango de esa agencia de
inteligencia, acepta abiertamente que se propone derrocar a un gobierno elegido
democráticamente y que para ello va a usar a otros países. Los gobiernos de los
presidentes Santos Y Peña Nieto se apresuraron a desmentir que estuvieran
participando de un complot contra Venezuela, pero no refutaron a Pompeo, lo
cual además poco importa por su conocida subordinación y lealtad a la potencia
imperial.
También en Venezuela, es primera vez que se produce el
absurdo de intentar paralizar acciones e impedir el funcionamiento del comercio
y los servicios, amenazando y atacando de manera prioritaria a quienes
conforman la base social de la oposición, los que aterrorizados por la
violencia fascista que los perturba, prefieren el silencio ante el miedo que
pueda significar el rechazo a medidas que afectan la propiedad privada de parte
de quienes dicen defenderla.
De la misma manera, pero en el plano internacional, es la
primera ocasión que un secretario general de la OEA, desesperado porque como
Canciller de Uruguay no pudo impedir que Venezuela entrara a Mercosur y que en
su actual cargo no tuvo capacidad para convencer a la región de aplicar la
Cláusula Democrática a Venezuela, asista al Comité de Asuntos Exteriores del
Senado de Estados Unidos a solicitar se apliquen mayores sanciones económicas
al país. En el mismo tono, el ex presidente español Felipe González, despechado
y molesto porque el Presidente Chávez rechazó vender por su intermedio la
estatal de comunicaciones CANTV a Carlos Slim, patrón del español, privándole
con ello de una gigantesca comisión, desató su furia contra Venezuela
aseverando que “A mí lo único que se me ocurre como solución [para Venezuela]
es que hubiera una intervención militar”.
Así mismo, no había habido una ocasión anterior, en la que
un dirigente político de la oposición de Venezuela, como lo es el diputado
Freddy Guevara, llamara a repetir como necesario para el país, un golpe de
Estado similar al de Pinochet en Chile, que causó decenas de miles de muertos,
torturados, desaparecidos y exiliados. Supongo, -aunque no estoy seguro- que
ello puede haber causado estupor en ese país, sabiendo que su clase política,
(con contadas y honrosas excepciones), encabezada por su presidenta, han
apoyado incondicionalmente al terrorismo en Venezuela, incluso olvidando que
algunos de ellos y sus familias fueron víctimas directas o indirectas del
dictador.
Pero, Venezuela también fue el primer país de la región que
organizó y financió un ejército que, bajo el mando del Libertador Simón
Bolívar, atravesó las fronteras del país, no para conquistar territorios, ni
esquilmar riquezas, sino para llevar la independencia y la libertad a pueblos
hermanos, entregando esfuerzo, sacrifico, sudor y sangre en las batallas. Las
Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas hoy, son herederas de esas tradiciones.
Por ello cada oficial, lleva con orgullo en su uniforme el estandarte que le
designa como “forjador de libertades”.
La patria de Bolívar, fue también el primer país en el que
un golpe de Estado forjado por el sector empresarial y la derecha más
cavernaria, con el apoyo de una facción de militares al servicio de la
oligarquía, fuera derrotado en 2002, por la movilización masiva del pueblo en
alianza con las Fuerzas Armadas, para reponer en el poder al presidente
constitucional del país, el Comandante Hugo Chávez.
Es bueno reflexionar y recordarlo, Venezuela está signada
por la historia para ser un país de primeras veces y seguirá forjando su futuro
y trazando un derrotero en la historia cuando la primigenia de sus acciones
señale la paz y la luz, al mismo tiempo que las borrará rápidamente cuando se
orienten a la guerra y la oscuridad. Es la condición natural de este pueblo
alegre que no aceptará jamás la violencia y la confrontación como forma de
hacer política, aunque a los poderes globales, a los gobiernos neoliberales de
la región y en especial al de Estados Unidos no le guste.
sergioro07@hotmail.com
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