Por Marco Teruggi
La derecha acelera el tiempo aprieta cada una de las
variables, intenta el quiebre de la correlación de fuerzas, el Golpe de Estado.
Lo anunciaron: tienen el mes de junio y julio para lograr el objetivo. Han
declarado que, amparados en el artículo 350 de la Constitución, desconocen al
Gobierno, no reconocen el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente y se
organizarán para impedir que tengan lugares las elecciones de los
constituyentes el 30 de julio.
La traducción de estas palabras ha sido un aumento del
choque de poderes estatales a través de la Fiscal General y la Asamblea
Nacional, intentos sin demasiado éxito desde la Organización de Estados
Americanos (OEA), la presión comunicacional, la agudización de los ataques
sobre la economía, y una profundización de la violencia, el terror callejero y
el ataque sobre los cuerpos de seguridad del Estado, en particular la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Ese escenario violento es el que ha cobrado elementos
novedosos en las últimas semanas. Tiene como características el ataque
sistemático a la base militar de La Carlota en Caracas, con el fin de
desmoralizar y quebrar la FANB, la cercanía al Palacio de Miraflores de algunos
focos de violencia y el regreso de los escenarios de destrozos de ciudades,
como ocurrió en este inicio de semana en Maracay y localidades cercanas, donde
fueron destrozados más de 40 establecimientos, desde comercios privados hasta
instituciones públicas. Un esquema similar al que ya se había desplegado en más
de diez localidades del país durante las semanas anteriores.
El nuevo punto de inflexión llegó el día martes: el ataque
desde un helicóptero, robado en la base aérea de La Carlota, al Ministerio de
Relaciones Interiores, Justicia y Paz, con quince disparos, y al Tribunal
Supremo de Justicia, con cuatro granadas -de origen colombiano y fabricación
israelí- de las cuales una no estalló. Tan solo a unas cuadras de Miraflores,
en el centro político de Venezuela.
El hecho generó impacto simbólico tanto para las filas de la
derecha como para el chavismo: en el primer caso, acompañado de oleadas de
rumores en redes sociales, para generar la sensación de cercanía con el objetivo
final, de poder propio, de que finalmente la FANB se sumó al llamado al Golpe
de Estado. En el caso del chavismo impactó tanto por la frontalidad del acto,
como por la certeza definitiva -si alguno dudaba todavía- de que se está ante
un intento de Golpe que se encuentra en horas decisivas.
La derecha posee fuerza suficiente para someter al terror a
localidades durante varios días seguidos, asaltar cuarteles militares y
policiales, desatar un odio político y de clase que hace del linchamiento a
chavistas una práctica recurrente, mantener movilizaciones casi diarias con un
número relativamente estable, generar escenarios que pueden transformarse en
destrozos y saqueos casi-generales, incursionar a través de grupos delictivos
en barrios populares para armar barricadas, atacar con granadas desde un
helicóptero instituciones del Estado, quebrar algunos cuadros del chavismo
-como la fiscal general- para pasarlos a su lado, asesinar personas y lograr
hacer creer a una parte de la población que fueron matados por el gobierno.
Todo eso puede y, en el transcurso de los días, veremos qué
más. No tiene sin embargo los dos elementos sin los cuales no parece en
condiciones de lograr el Golpe: las barriadas populares movilizadas tras su
llamado y la fractura de la FANB. La apuesta central, sobre la cual trabajan
con más fuerza hoy, es la de lograr esa fractura, tanto en la FANB como en
otros sectores del gobierno. Lo necesitan para romper el empate violento que se
vive desde hace meses. Por eso suben el nivel de violencia, la focalización de
los ataques a los cuerpos de seguridad, el terror como método de control
social.
En cuanto al apoyo norteamericano ya está en marcha a través
de la presión internacional, el financiamiento a la derecha, directamente a los
partidos o indirectamente a través de ONG que encauzan ese dinero para mantener
la presión callejera, el entrenamiento de las células paramilitares. La
intervención ya existe por debajo de la mesa. ¿Tomará otra forma?
La derecha acelera el tiempo y tiene a su vez una
desesperación evidente. Destroza, mata, impacta y no logra su objetivo final.
Accede a objetivos intermedios, como es someter a localidades enteras a la
violencia, descomponer vínculos sociales, legitimar la persecución -que tiene
planificada en su proyecto de ser gobierno- contra el chavismo en todos sus
niveles. Con el paso de estos meses el país cambia, asimila de manera invisible
los golpes, el odio, el miedo, la desconfianza, elementos que necesita la
derecha para intentar su plan de reseteo violento del país.
Por último, es necesario rescatar el otro factor,
omnipresente e invisible, que permea debates y preocupaciones del día a día,
las posibilidades de resistencia o quiebre: la economía. En estas semanas la
situación ha empeorado con la subida de los precios, del dólar ilegal -que es
el que marca los precios- de la dificultad siempre igual de acceder a productos
vitales como son los fármacos. Este ataque no es casual, es parte de la presión
que busca asfixiar, no dejar punto de escape a la población.
La realidad popular venezolana retrocede en varios avances
que había logrado. Eso genera condiciones propicias para el plan de saqueos y
despolitización que impulsa la derecha. Revertir esa tendencia es el desafío
que no logra resolver la dirección del chavismo. Ahí está su nudo más crítico,
el debate irresuelto.
Son días y semanas definitorias. Lo sucedido esta semana son
pasos en la escalada de violencia opositora, de acciones armadas encabezadas
por paramilitares, bandas delictivas asociadas a dirigentes de derecha, zonas
oscuras de cuerpos de seguridad. Habrá más, y más muertos, porque ese es su
plan, el ahora o nunca que empuja al país a su desencuentro, su violencia
psíquica y física, su presión para que cedan y se abran las puertas de la
revancha histórica que tanto desean las clases dominantes venezolanas,
latinoamericanas y estadounidenses. Venezuela está ante su hora crítica. Cada
día es clave.
coordinadora@solidaridadvenezuela.org
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