Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Se acabaron los hombres de guerra de la FARC, el Ejército
del Pueblo (EP) entró a hacer parte de la historia y 900 caletas con armas
adicionales se pudren en las selvas. Las
7132 armas personales de las FARC, que sostuvieron el alzamiento armado y las
acciones cotidianas de la guerra, ahora son inservibles trozos de metal adentro
de los contenedores, vigilados por las Naciones Unidas. El proceso del desarme
deja a una guerrilla no derrotada, que supo negociar políticamente su salida de
la guerra a cambio de encontrar garantías para competir por el poder por la vía
electoral.
Cerrados los contenedores, puestos los candados de seguridad
y anunciada la noticia, el presidente Santos, -premio nobel de la paz de 2017-
en representación de este propósito colectivo centrado en el reconocimiento a
las víctimas, expresó que la paz ahora sí es irreversible y que por esta causa
le valió la pena haber sido presidente. El
comandante Timoleon, en su última intervención al ejercito del pueblo
señaló que termina para ellos el uso de las armas pero que siguen existiendo
como un movimiento legal, que no abandona su proyecto ideológico y político.
Las 26 zonas de encuentro de los desarmados, son pequeñas
ciudades solidarias, zonas comunes de los afectos y la construcción de culturas
de paz, de ciudadanía, de derechos. Son miles de hombres y mujeres que le
apuestan a la vida democrática sin armas, que ya abandonaron hace tiempo las
preocupaciones de guerra y el adiestramiento para el combate. Los cuerpos se
ejercitan en la danza, el teatro, la música, las comunicaciones, el deporte, la
edificación de ranchos y caminos, el estudio de la teoría política y la
revolución desarmada, ya no hay que prepararse para estar alerta a huir de los
bombardeos, ni alistarse para ejecutar las emboscadas.
La gran noticia del día 27 de junio, es el comienza de un
momento de posibilidades para ponerle sentido a otro sentido del ser y hacer
humano, para promover otras lógicas para vivir sin sobresaltos ni humillaciones
la vida cotidiana, sin odios, sin ganas de venganzas, sin autoritarismos. Una
vida humana, de humanos capaces de reconocer a los otros hasta ahora rechazados
y ser reconocidos por esos otros que los negaban, ahí nace la nueva Colombia
que el país espera construir. La mejor noticia da cuenta de un proceso de paz
exitoso, sobre todo porque militarmente las fuerzas del estado y de la
insurgencia fueron convencidas por las víctimas y los sectores populares de la
necesidad de ganarle la batalla a la muerte y tomar distancia de la crueldad y
el miedo, de luchar sin armas letales.
La cruda realidad, sin embargo es multidimensional y
compleja, por eso no hay que olvidarse del país real, que se debate entre sus
sueños de confianza en el estado y del estado que mira con desprecio a sus
representados. El país que cree en la inocencia y el de las mafias y
clientelelas que lo saquean sin siquiera un poco de vergüenza. Proponer mirar
el día de la gran noticia más completo, podría iniciar por enfocar la mirada en
una pantalla de múltiples recuadros, anunciando al mismo tiempo partes, pedazos
de historias que tomadas al azar podrían mostrar por ejemplo que: en el
departamento del Cauca murieron dos policías en una emboscada, es decir, en un
acto de guerra ejecutado al parecer por guerrilleros del ELN, grupo insurgente
con el que el gobierno adelanta conversaciones en Quito Ecuador.
Los acuerdos parecen no avanzar como lo espera la sociedad,
que nota en el presidente a un hombre vacilante que a cambio de optar por
consolidar la legitimidad del nobel, prefiere ser aceptado como referente de
las elites y posicionarse mejor en la grilla de partida de las elecciones 2018.
Las elites venden a través de él una idea sublime de paz hacia afuera y empujan
el enredo de la implementación de los acuerdos hacia adentro, porque están
dispuestas a hacer, entre sus fragmentadas filas a un lado sus rencillas y
juntarse al precio que sea para afirmar su control total del poder, aunque
parte del costo sea compartir asuntos con una la ultraderecha que no conoce
límites.
En otro recuadro, nueve jóvenes, en su mayoría
universitarios procedentes de carreras de derecho, sociología y otras
humanidades cursadas en las universidades públicas, son desde cuando fueron
detenidos hace tres días, motivo de escarnio, vendetta, especulaciones y
estigmatización, tratando de convertirlos en trofeos, en imputados
delincuentes, en medio de sesiones casi secretas realizadas en el edificio
judicial de palo quemao en el centro de Bogotá. Las organizaciones populares y
de defensa de derechos humanos anuncian que este es otro caso mediático de
falsos positivos judiciales y el propio fiscal general acompañado del director
de la policía los acusa por televisión de haber provocado el acto de terror
(explosión de una bomba) en el centro comercial andino en la zona rosa del
norte de la ciudad, con saldo de tres muertes y nueve heridos. Episodios
similares de este tipo de actuación judicial se repiten constantemente y tienen
a decenas de inocentes en las cárceles, a consecuencia del espíritu de guerra
del enemigo interno y la seguridad que sigue intacto.
En el tercer recuadro, el orden judicial aparece operando
con eficacia ante el exgobernador de la Guajira Kiko Gómez, denunciado y
reconocido por sus víctimas como parte activa de la estructura paramilitar y
corresponsable de la tragedia humanitaria de miles de niños indígenas muertos
por física hambre ante el despojo de sus aguas, saqueo del erario y asalto a
sus tradiciones y riquezas colectivas, fue condenado a 40 años de prisión por
el asesinato de un concejal opositor a su política.
Otros recuadros perdidos entre repetidos mensajes
comerciales, ofertas vacacionales, anuncios de futbol y ciclismo mundial,
medallas de oro y episodios novelados de hampones y traquetos, son los anuncios
sobre los preparativos de un paro nacional contra las políticas económicas y
sociales, los desastres ecológicos por contaminación de aguas residuales de
empresas mineras legales e ilegales, nuevas capturas por escándalos de
corrupción. Por entre las rendijas de las parrillas únicas de información
manipulada se cuelan cifras y hechos sistemáticos y repudiables de violencia
intrafamiliar con nuevos feminicidios, largas filas de seres humanos
descompuestos por la enfermedad a la espera de una cita médica de urgencias,
las esperas para entregar una hoja de vida para un empleo precario y sin
garantías, cárceles al 200% de hacinamiento y cientos de rebeldes de las FARC
hechos prisioneros en huelga de hambre, con sus labios cosidos en carne viva
esperando que el estado cumpla su palabra fijada en los acuerdos y los
convierta en civiles con derechos.
El día 27 de junio, en primer plano, es un día especial para
la paz de Colombia, se termina el ejército del pueblo, y se inaugura el partido
sin armas de las FARC. Hay optimismo para que la paz siente bases sólidas, se
incorpore en todos los tejidos de la sociedad y se transformen las
instituciones tomadas por el espíritu y lenguaje de la guerra. Hay esperanzas y
confianza para salirle al paso a las otros múltiples tipos de violencia de
alguna manera relacionados con la desigualdad, el sufrimiento, las carencias y
el trauma psicosocial que dejan cinco décadas de guerra en que la muerte tuvo
su auge con secuelas de violencia endémica contra las mujeres y los niños,
contra excluidos, marginados y opositores. Hay confianza para construir un
nuevo humanismo que supere al odio con urgentes acciones de reconciliación por
parte del estado del que se espera imparta justicia en los tribunales y
promueva justicia social en democracia para impedir que otras guerras empiecen
a incubarse.
mrestrepo33@hotmail.com
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