Por Carolina Vásquez Araya
No es un regreso a los años 70. En realidad, nunca fueron
plenamente superados.
Las estrategias de intimidación contra quienes trabajan por
avances tan importantes como el establecimiento de un mejor sistema de justicia
y contra la impunidad, nunca han desaparecido. Todo lo contrario, parecen intensificarse a medida que comienzan a verse
los primeros resultados del esfuerzo de la población civil por defender sus
derechos por medio de acciones concretas. Por una razón lógica derivada de su
influencia, algunas de las víctimas favoritas de tales campañas son los
miembros de la prensa nacional, con especial énfasis en quienes no se dejan
corromper.
A ese honorable grupo de colegas pertenece Marielos Monzón,
cuya trayectoria ha destacado por su valentía y una incansable búsqueda de la
verdad. Por eso mismo, ha sido objeto privilegiado de quienes desean –y
necesitan- callarla por medio de amenazas directas o veladas, incluyendo su
nombre en listados de supuestos enemigos políticos, acusándola de hechos
criminales cometidos cuando ella era apenas una niña que comenzaba a vivir,
todo ello por esa inveterada incapacidad de jugar limpio, característica
fundamental de estos grupos extremistas.
Aun cuando quisiéramos pensar en las amenazas políticas como
cosas del pasado, la realidad nos demuestra lo contrario. Los dinosaurios
existen. Excepto el de Augusto Monterroso, los demás nunca se fueron. Ahí se
quedaron agazapados rumiando su fracaso político y añorando los tiempos
aquellos cuando la abominable organización criminal de la “mano blanca”
gobernaba desde las alturas del poder. Hoy ni siquiera plantean propuestas
racionales sino simplemente destilan odio y resentimiento por los juicios
contra algunos de los suyos por crímenes tan espeluznantes como genocidio,
desapariciones forzadas y masacres en denuncias bien fundamentadas con pruebas
concretas. Eso no lo va a perdonar y lo demuestran amenazando a una mujer
dedicada al análisis, la denuncia y a practicar un periodismo basado en la
ética y la verdad.
La solidaridad con Marielos no es un gesto de empatía
personal -aunque la aprecio y respeto como profesional y como mujer íntegra-
sino un acto de supervivencia gremial. En pleno siglo veintiuno, superada la
frontera de la pacificación después de 36 años de conflicto bélico entre
hermanos y en plena construcción de un estado de Derecho, es inaceptable esa
agresión cuya finalidad es acallar a la prensa. Marielos es integrante de un
gremio cuya existencia misma constituye un peligro para aquellos sectores cuya
intención es volver a reinar con sus métodos represivos y dictatoriales. Pero
además de Marielos, hay muchas mujeres y hombres comprometidos con un
periodismo limpio y transparente, cuyos nombres podrían, eventualmente,
aparecer en esos listados de muerte.
Marielos Monzón acudirá a la Fiscalía de Delitos contra
Periodistas a depositar su denuncia y esperamos que esa dependencia actúe con
celeridad y eficacia para identificar a los responsables de las amenazas contra
su integridad. Lo hace no solo por seguir un protocolo institucional definido
por las normas legales, sino por hacer visible un hecho repudiable cuyas
consecuencias trascienden con mucho su situación personal para afectar a toda
la comunidad periodística, cuya labor está consignada entre los derechos
humanos fundamentales de una sociedad democrática.
La libertad de expresión figura entre los derechos
amenazados por estos grupos clandestinos cuyo poder económico les permite
disponer de muy variados mecanismos de intimidación contra quienes piensan
diferente. Es deber de la ciudadanía demostrarles que esos tiempos ya pasaron a
la historia.
ROMPETEXTO: Por carecer de razones recurren a intimidación,
amenaza o eliminación de quienes piensan distinto.
elquintopatio@gmail.com
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